Para recibir la noche

se cambian las arboledas

en callados surtidores.

Cae un pájaro, la yerba

ensombrece, los confines

se borran, la cal es negra,

el mundo es menos creíble.

Octavio Paz, ‘Un anochecer’

El amor no se debe pedir, ni tampoco exigir. Ha de tener la fuerza de llegar en sí mismo a la certeza, y entonces atrae ya en lugar de ser extraído.

Hermann Hesse

Increíble que sea creíble. O lo que es lo mismo, que estemos discutiendo el asunto

Y es que los políticos —ciertamente los de este país— tienen cero credibilidad. No importa la denominación.

La más reciente acusación realizada por el coordinador de los senadores del PAN, Julen Rementería, es sumamente seria, pero cae en este perverso juego.

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Así, difundió una serie de documentos que habla de cuantiosas sumas de dinero que el gobierno federal y capitalino presuntamente erogaron en favor de médicos cubanos que vinieron a México durante la pandemia de Covid-19. Acusa, además, que los mismos eran falsos; esto es, que no están titulados.

Por su parte, la administración pública central no se ha pronunciado al respecto; sí lo ha hecho el gobierno de la CDMX. Aclara que los médicos tienen la certificación oficial cubana.

Mientras se demuestra a cabalidad una cosa u otra, adelanto una pregunta: ¿no es requisito, para poder ejercer en nuestro país cualquier profesión cuando se estudia en el extranjero, tener una licencia expedida por las autoridades mexicanas? Sabía que en algunas profesiones vale el título apostillado, mas no para el caso específico de la medicina.

Para no hacer el cuento largo, lo que describo anteriormente hace suponer que, por un lado, los galenos cuentan con las calificaciones requeridas en Cuba, pero posiblemente hizo falta una certificación internacional para que desarrollaran sus conocimientos en nuestra tierra. Por otro lado, que el senador panista Julen Rementería quiera señalar que los isleños no son médicos titulados y que se pagó por su visita una cantidad ingente de dinero, mientras que los médicos en nuestro país están pasando por enormes precariedades.

Total que, para variar, las declaraciones de uno y otros solo sirven para culpar al contrario sin aportar las pruebas necesarias para demostrar sus dichos.

Ahora bien, una de las máximas de derecho sostiene que quien acusa tiene el peso de la prueba. Esto es, que Julen Rementería debe probar su dicho sin atisbo de duda. Si sus pruebas se sostienen, más allá del periodicazo y el acto de crítica desde la oposición, debe acudir a la Fiscalía a denunciar cuanto antes.

No está de más que el gobierno mexicano, por su parte, demuestre que los doctores estaban certificados en Cuba y que en su ingreso a México también acreditaron el grado en razón de que atendieron a enfermos de carne y hueso.

Adicionalmente, y más allá de lo dicho por el senador panista, no está de más notar que en Europa se ha acusado a los galenos cubanos —y resuelto en el Parlamento Europeo— no por su falta de conocimientos, si no por haber sido usadas las misiones médicas cubanas para la trata de personas. Ello, espero, lo hayan cuidado las autoridades de nuestro país.

No es la primera vez que el legislador panista se encuentra inmerso en un escándalo. Tenemos, apenas hace unas semanas, la invitación que hizo a Santiago Abascal, presidente de Vox, partido de la extrema derecha española, al Senado mexicano.

Pero más allá del ruido mediático y de las descalificaciones mutuas, no se puede soslayar una acusación tan seria. Máxime cuando dichos doctores atendieron a miles de mexicanos. Esto no debe ser considerado como una cuestión partidista, ni de derechas o de izquierdas. Debe tratarse con sensibilidad, seriedad y cuidado. Es lo mínimo que merecemos todos los mexicanos. Nada de suposiciones; solo la verdad.

Desgraciadamente hemos llegado a un punto en que todo es creíble. Creíble que el gobierno mexicano haya traído con fines propagandísticos a nuestro país a cubanos sin ser médicos para atender a nuestra población y creíble que un senador de la oposición utilice su palestra para mentir. Requerimos políticos que ofrezcan absolutas certezas. Que adicionalmente fueran eficientes, bueno, eso ya sería ideal.