Acontecimientos y expresiones recientes confirman hipótesis y provocan reflexiones sobre las dimensiones global, interestatal, nacional y subnacional de nuestro tiempo y contexto.
En la dimensión global, la 4a Revolución Industrial (genética, IA y nuevas fuentes de energía) mueve el tablero geopolítico, fortalece o debilita estados nacionales, actores internacionales o bloques regionales, cuya disputa por la nueva hegemonía motiva guerras no solo comerciales sino militares de mediana a alta intensidad, lamentablemente.
En ese ámbito, si a largo plazo se perfilan tres hegemonías: Estados Unidos, China y Rusia con sus respectivas regiones codependientes, y desde luego que Europa, India, Brasil, Australia o Japón en posiciones más o menos autónomas, entonces en la segunda parte de esta década seguiremos viendo crudos litigios para conseguir tales fines en un hábitat superpoblado, desigual e hiperexplotado, que muestra escasas probabilidades de regeneración.
En ese contexto, en su vertiente interestatal Estados Unidos intensificará, ya está claro, la diplomacia económica, comercial y política en clave neo-Monroe para detener, revertir y recobrar su relativo declive agudizado durante el periodo de la globalización ultraliberal de los más recientes 40 años.
Si Estados Unidos es inflexible al aplicar esa estrategia, entonces es probable que los conflictos intraregionales y locales se intensifiquen en América Latina, ya que China, Rusia o la Unión Europea, así como los diferentes actores y coaliciones reaccionarán y accionarán al interior de los países o entre ellos mismos, lo que incluye la operación de actores ilícitos internacionales, según ya ha ocurrido entre Ecuador y Perú, Venezuela y Colombia, o recién, México y Guatemala.
Desde luego, el impacto de neo-Monroe plantea a México una serie de retos en la agenda bilateral, en particular, pues mientras el enfoque Trump y aliados esté vigente la coalición mexicana gobernante que opera el proyecto e incide en el proceso de la Cuarta Transformación habrá que calcular bien los costos de transacción entre absorber implicaciones negativas y mantener la dirección más eficaz posible de su propia estrategia sin incurrir en escenarios electorales tipo Argentina, Bolivia, Ecuador, o bien, Honduras con sus giros a la ultraderecha. Desde luego, la negociación del T-MEC será un eje clave en esas negociaciones.
En la esfera nacional, la triada seguridad-economía-política mantienen prioridad en la medida en que la complejidad de la interacción de las dos docenas de mercados del crimen y su capacidad de resistencia y confrontación obliguen a mayores intervenciones directas del gobierno federal, por ejemplo en el tema de la extorsión. A la vez, la reforma electoral y los numerosos comicios de medio término en 2027 más la segunda parte de la elección judicial, sumada a la posible revocatoria del mandato presidencial crisparán el espacio de la competencia, especialmente si la economía formal no avanza suficiente, aunque la política social se pueda desdoblar y profundizar.
De allí que la esfera de relaciones subnacionales cobren singular relevancia. Dado que en las localidades y regiones del país tienen lugar tanto la confrontación entre vectores del crimen y fuerzas del orden, cuanto las economías formal e informal y el deber gubernamental de regular, extraer y redistribuir actividades, bienes y recursos, la corresponsabilidad de los actores gubernamentales y socios populares en las entidades federativas es crucial. La vuelta termina y reinicia aquí, donde todo comenzó: Desde y entre personas, pueblos, comunidades, regiones y naciones, el respeto a los derechos, soberanía y autonomías coordinadas es la paz.



