En el turismo se debe encontrar un delicado equilibrio sutil, entre abrir las puertas para atraer gente de fuera y generar divisas, pero sin que el destino pierda su lustre, que todo se vuelva “negocio” y que al final se convierta en un lugar “insufrible”.
Queda claro que no es un tema sencillo y que todas las aristas deben cuidarse. Estamos en la temporada baja de Tulum y, por supuesto, la prensa tradicional y amigos que acompañan han creado una campaña en contra de este destino, sobre todo diciendo que las aerolíneas “ya no quieren llegar” a este lugar.
Pero mis amables lectores saben que en esta columna sometemos todo a revisión, así es que debemos preguntarnos: ¿es esto del todo cierto? La verdad es que en este caso hay una infinidad de aspectos que deben estudiarse. Sin embargo, vamos a abordar los más relevantes, en aras de ver el bosque y no perdernos viendo solo un árbol.
Y empecemos de una vez. ¿Por qué se busca desprestigiar un destino turístico como Tulum? ¿Qué hay detrás de la campaña mediática en redes sociales? ¿En realidad existen abusos hacia el turista, sea nacional o extranjero? y ¿cómo perjudica esto a las líneas aéreas?
Tenemos que hablar de “las temporadas”. En Tulum la temporada alta va de diciembre al mes de abril, que es cuando no hay huracanes en el Caribe mexicano, ya que de mayo a noviembre, vamos a encontrar más este tipo fenómenos meteorológicos; no lo podemos evitar.
¡Son siete meses de temporada baja! Más de medio año donde los empresarios, dueños de restaurantes y hoteles de Tulum deben invertir en paquetes promocionales económicos y con ellos sobrellevar esta etapa de la mejor manera posible.
Es una política enfocada en el turismo nacional, sin duda, pero eso no la vuelve unidimensional. Lamentablemente, algunos empresarios hacen lo contrario, y en la temporada alta suben sus precios de forma excesiva, solo para poder subsistir en la temporada baja.
Y el resultado salta a la vista, tenemos un alcalde en Tulum que ni por equivocación ha leído lo que dice la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos sobre las playas y el litoral. No tengo otro calificativo, pero este sinvergüenza invita (en un video que se hizo viral) a que la gente vaya a este paradisíaco lugar de la Riviera Maya, pero avisa que, si van a las playas, no pueden llevar nada, pues “sí o sí” tienen que consumir en los changarros, donde los precios están más que inflados.
Por supuesto, estas erráticas políticas del alcalde espantan a los turistas, y se suman a una temporada baja y a precios desbordados. Por mucha buena voluntad que haya de las líneas aéreas, nada podrá evitar que prefieran dejar de operar en el destino durante la temporada baja, pues no tiene caso ir con vuelos que no superan el 60% de pasajeros. Es de sentido común que prefieran mandar esos aviones a otros destinos, en donde sí pueden llenar sus vuelos.
¡Claro!, este tipo de medidas tomadas por las aerolíneas –nacionales y/o extranjeras– son consideradas por los medios tradicionales como “el fin del destino turístico”. Según ellos, esto es “el fin de Tulum”, pero eso no es del todo cierto. En honor a la verdad, siempre han existido rutas que son por temporada, pues se abren y se cierran según la época del año. Pero, aunque es fácil de explicar, esa información no la van a decir estos comunicadores. Es más fácil sumarse a la campaña de desprestigio, y aquí convendría preguntar: ¿quién está detrás de ella?
Si no conociera el medio, me iría con la finta de que es únicamente por los altos precios, Tulum está dejando de ser ese lugar idílico, al que ya nadie quiere ir. La realidad es que la competencia existe, y en estos momentos el turismo es algo que se disputan Cancún, Playa del Carmen y por supuesto Tulum.
Vayamos a finales de los años ochentas, cuando Cancún era sinónimo de estatus, y era el “turismo in” por antonomasia, donde solamente las élites del país y los extranjeros podían disfrutar de sus playas, con arenas blancas y suaves, y el mar turquesa, tan característico del Caribe, literalmente a nuestros pies.
Realmente fue durante los años 90 y principios del 2000 que el destino se convirtió en un “must” (“debes ir”). Los norteamericanos pusieron sus ojos en Cancún para que sus jóvenes adolescentes pasaran sus vacaciones de “spring break”. A tal grado que Cancún terminó por transformarse en “Miami 2”; lo digo porque me tocó la época en que gracias al convenio con Apple Vacation y Mexicana de Aviación, trajimos a Cancún a cientos de jóvenes, desde distintos lugares de Estados Unidos.
¡Imposible olvidarlos!, de broma decíamos en el avión que eran como “gremlins”, pues les dabas una cerveza y se reproducían. No fueron pocos los vuelos en los que nos vimos en la necesidad de pedirles su identificación, y si no tenían 21 años cumplidos, no se les daba cerveza. No exagero, de verdad era un espectáculo francamente decadente encontrar en las calles y playas a adolescentes ahogados de borrachos. No había equilibrio.
Ante este tipo de “desmanes”, fue que nació Playa del Carmen, también conocida como la Riviera Maya, un lugar mucho más tranquilo donde vacacionar y alejarse del turismo norteamericano, ruidoso, poco educado… y “mega marro”.
No es casualidad la utilización del mote “Riviera”, se ocupó con la intención de generar otro tipo de turismo, semejante a la Riviera francesa. Con el término, este destino turístico se volvió un lugar más exclusivo, en términos de tranquilidad y lujo al mismo tiempo. Se buscaba el equilibrio.
Aquí lo interesante es que llegando al aeropuerto de Cancún, puedes ir a ambos destinos: Playa del Carmen o Cancún. Sin embargo, la “aparición” de Tulum en el mapa “rompió” –por decirlo de alguna manera– el delicado equilibrio entre estos dos destinos turísticos de talla internacional.
Y es que Tulum era el refugio buena ondita para “vibrar alto”, una especie de Zipolite, pero fresa e internacional, donde se iba a disfrutar del contacto con la naturaleza. Pero para llegar a Tulum era necesario usar trasporte terrestre e invertir dos horas más o menos para llegar.
El gobierno de la Cuarta Transformación vio la oportunidad de generar un polo de desarrollo que juntase al proyecto del Tren Maya con Tulum, por lo que en tiempo récord construyó un aeropuerto, la verdad muy bonito, para atraer a los nuevos turistas. Un nuevo equilibrio para la zona.
Hay que decirlo, esto generó descontento con los empresarios de Cancún y de Playa del Carmen, pues abrir Tulum a la “masificación”, significaba que la gente prefiriera ir a dicho lugar, en lugar de quedarse con ellos. Sumemos: entre empresarios avariciosos que no quieren soltar la joya de la corona y un alcalde que está fuera de la realidad, tenemos un caldo de cultivo ideal para que Tulum sea objetivo de una campaña que lo deje mal parado.
La “competencia” genera serios problemas dentro del sector, tanto en la aviación como en el turismo. Les cuesta entender que es lo más sano, pues permite mejorar sus estándares de calidad en el servicio para atraer a los posibles clientes, y hablo de empresarios hoteleros, restauranteros y, por supuesto, las aerolíneas.
Todos estos actores no deberían pasar por alto un punto importante: no toda la gente viaja de la misma forma. Ahí tienen un área de oportunidad gigantesca, en la que se deben entretener, en lugar de alimentar una campaña de desprestigio contra de Tulum. Acciones hay muchas: primero, permitir que los turistas nacionales o extranjeros accedan sin costo alguno a las playas y que se les permita llevar sus sillas, sombrillas, hieleras, sus bebidas y/o comidas para su disfrute, y bajar de manera significativa los costos de alimentos y bebidas que se ofrecen en la playa.
Si de hacer alianzas con los gobiernos se trata, los empresarios deberían ponerse las pilas en la limpieza de la playa, por ejemplo. Ustedes disculpen, pero la autora de estas líneas, en su adolescencia practicó el escultismo y estoy convencida de que el scout ve en la naturaleza la obra de Dios, protege a los animales y a las plantas, y de que el scout es económico, trabajador y cuidadoso del bien ajeno.
No solo cuidas de tu entorno, sino que te esmeras en dejarlo mejor de como lo encontraste. En ese sentido creo que, al turismo también se le educa. Existe un campo enorme de acción. Nuestras autoridades pueden (y deben) tomar cartas en el asunto. No se trata de “quitar para que otros ganen”. Las campañas de desprestigio de poco ayudan.
Me consta que las aerolíneas tienen más experiencia en ese sentido. Están más acostumbradas a crear paquetes atractivos de viaje, con costos económicos para llenar sus vuelos, sobre todo la época de la temporada baja. Hoy algunas voces se espantan si líneas aéreas extranjeras cancelan el destino de Tulum, pero no hay que apanicarse, porque Tulum es un lugar de temporada, pues cuando el frío se mete en los huesos, los extranjeros buscarán lugares cálidos donde pasar sus vacaciones de invierno.
Para todo esto se requiere de verdadero trabajo conjunto. Sumando y no restando. Se requiere que el gobierno, las líneas aéreas, los hoteleros, restauranteros y hasta taxistas pongan de su parte. Hemos comprobado que el mercado “solito” no se regula. No es mala idea impulsar Tulum, pero hacerlo no significa en automático “abandonar” a Cancún ni a Playa del Carmen. Existen infinidad de modelos de turismo y el sol sale para todos.