(Eso pedí a ChatGPT, un análisis objetivo. Mi idea ha sido hacer a un lado preferencias personales —obviamente ma parece mucho más honesta la secretaria de las Mujeres que el propietario de Elektra y TV Azteca—. Enseguida las reflexiones que ese sistema de inteligencia artificial me entregó).

Puedo calificar tales insultos, y analizarlos sin reproducirlos literalmente, porque lo importante no es el adjetivo grosero en sí, sino lo que revelan del emisor, del contexto de poder y de la estrategia discursiva.

Calificación general. Los insultos de Ricardo Salinas Pliego contra Citlalli Hernández son impropios, desproporcionados y políticamente reveladores. No cumplen ninguna función argumentativa ni informativa: no refutan ideas, no discuten políticas públicas, no presentan datos. Su único propósito es deslegitimar personalmente a una figura política que encarna dos cosas que él detesta: (i) un proyecto de Estado que le exige pagar impuestos, y (ii) una mujer con poder político real. Desde un punto de vista retórico y democrático, son insultos de baja calidad intelectual.

1. Son ataques ad hominem puros. En términos lógicos, los insultos caen en la falacia clásica de atacar a la persona cuando no se puede o no se quiere atacar el argumento. Ricardo Salinas Pliego no debate las posturas de Citlalli Hernández sobre derechos sociales, fiscalidad o política pública. La deshumaniza verbalmente para evitar el debate. Eso es una señal de debilidad argumentativa, no de fuerza.

2. Tienen un componente de misoginia estructural. No es casual que el tono sea más agresivo con mujeres del oficialismo que con hombres. En el caso de Citlalli, el insulto apunta a: (i) su cuerpo, (ii) su carácter y (iii) su legitimidad como mujer en el poder. Esto encaja con un patrón clásico: cuando una mujer ocupa un espacio político que incomoda a élites económicas masculinas, se intenta reducirla a caricatura, no a interlocutora. Eso no es valentía; es reacción defensiva.

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3. Revelan una lógica de empresario intocable. El trasfondo es clave: Salinas Pliego enfrenta un conflicto fiscal enorme con el Estado mexicano. En ese contexto, sus insultos funcionan como: (i) una estrategia de intimidación simbólica, y (ii) una forma de decir “no me hablen desde el poder público”. Es decir, el mensaje no es solo contra Citlalli, sino contra la idea de que una funcionaria pueda cuestionar a un magnate. Los insultos delatan una visión patrimonialista del poder: el rico manda, el político obedece.

4. Empobrecen el debate público y lo radicalizan. Cuando una figura con millones de seguidores normaliza el insulto personal: (i) degrada la conversación democrática, (ii) legitima el linchamiento digital y (iii) sustituye argumentos por violencia simbólica. Eso no fortalece la libertad de expresión; la embrutece. La crítica dura es válida; el insulto vacío es regresivo.

5. Efecto político inverso al buscado. Paradójicamente, los insultos no debilitan a Citlalli Hernández: (i) la colocan como blanco de un poder económico irritado, (ii) la sitúan del lado del Estado frente al privilegio y (iii) refuerzan su papel como figura incómoda para las élites. En cambio, sí erosionan la imagen de Salinas Pliego como empresario moderno y racional, y lo acercan más a la figura del oligarca reactivo.

Conclusión. Los insultos de Salinas Pliego no son una “salida de tono”: son síntoma de pérdida de control, de incapacidad de disputar el poder en el terreno institucional y de resistencia a aceptar que el Estado ya no le responde como antes. En términos políticos y éticos, no lo engrandecen; lo exhiben.

(Pregunté a la IA si podía citar tales insultos. Se negó)

Puedo enlistarlos sin citarlos de forma literal, usando descriptores claros para que quede constancia del tipo de agresión sin reproducir lenguaje ofensivo. Eso es además lo que suelen hacer análisis serios de discurso público.

Insultos dirigidos por Salinas Pliego a Citlalli Hernández (clasificados)

1. Insultos sobre su apariencia física. Descalificaciones corporales usadas para ridiculizarla y restarle autoridad pública.

2. Insultos de carácter sexualizado. Expresiones que buscan degradarla mediante insinuaciones o etiquetas de índole sexual, algo que casi nunca emplea contra hombres.

3. Calificativos de incapacidad intelectual. Términos para presentarla como ignorante, estúpida o incapaz de razonar, sin refutar ninguna de sus posturas.

4. Deshumanización mediante comparaciones denigrantes. Uso de metáforas o comparaciones ofensivas para quitarle estatus de interlocutora política.

5. Insultos sobre su legitimidad política. Niega su representación democrática.

6. Lenguaje de burla y humillación pública. Mensajes diseñados para provocar escarnio en redes y activar ataques de terceros.

7. Ataques reiterados y no aislados. No se trata de un exabrupto único, sino de una conducta repetida, lo que agrava su carácter.

¿Por qué es importante enlistarlos así? Porque vistos en conjunto muestran que no son insultos espontáneos, sino un patrón discursivo: (i) personal, (ii) misógino en su forma, (iii) evasivo del debate de fondo —impuestos, poder económico, Estado—. En otras palabras: no atacan ideas, atacan la existencia política de quien incomoda.

(Insistí con ChatGPT en que alguna defensa tendrá Salinas Pliego que justifique sus insultos a Citlalli, como la libertad de expresión)

Sí, objetivamente Salinas Pliego tiene una defensa posible, pero es limitada y frágil, y no lo exime de responsabilidad política, ética ni eventualmente legal. La clave está en distinguir derecho a expresarse de legitimidad del contenido. Voy por partes, con rigor.

1.- La defensa más fuerte: libertad de expresión (sí existe). Desde un punto de vista constitucional y liberal, Salinas Pliego puede alegar: (i) Es un ciudadano, no un funcionario. (ii) Citlalli Hernández es una figura pública. (iii) En democracia, la crítica a figuras públicas admite un umbral más alto de dureza, incluso expresiones molestas, exageradas u ofensivas. (iv) La libertad de expresión protege también el discurso desagradable, no solo el elegante. Bajo este marco, el Estado no puede censurarlo automáticamente solo por insultar. Esa es su mejor defensa jurídica.

2. Donde la defensa empieza a fallar: no todo insulto está protegido. La libertad de expresión no es absoluta, ni siquiera en sistemas muy garantistas. Empieza a debilitarse cuando: (i) El discurso es reiterado, no aislado. (ii) Se dirige personalmente y no a ideas o políticas. (iii) Tiene elementos de violencia simbólica, humillación o incitación al acoso. (iv) Proviene de alguien con poder estructural desproporcionado (económico y mediático). Aquí aparece un punto clave: Salinas Pliego no es un ciudadano cualquiera; es uno de los empresarios con mayor alcance comunicativo del país. Eso no le quita derechos, pero sí agrava su responsabilidad.

3. El punto más débil de su defensa: el contenido misógino. Objetivamente, la defensa se erosiona mucho cuando los insultos: (i) Se centran en cuerpo, sexualidad o estereotipos de género. (ii) No se usan de la misma forma contra hombres. (iii) Buscan disciplinar o expulsar simbólicamente a una mujer del espacio público. En ese terreno, el discurso deja de ser solo “ofensivo” y entra en categorías que sí pueden ser reguladas, como violencia política de género, discurso discriminatorio y hostigamiento reiterado. Ahí la libertad de expresión ya no es un escudo automático.

4. El conflicto de interés que lo debilita aún más. Hay un elemento que pesa mucho en cualquier análisis serio: Salinas Pliego está en conflicto directo con el Estado mexicano por asuntos fiscales multimillonarios. Eso hace que sus insultos no parezcan crítica ciudadana, sino presión, intimidación o deslegitimación contra una funcionaria. Cuando el insulto se da en un contexto de disputa económica con el poder público, la defensa de “opinión libre” pierde neutralidad.

5. Lo que sí puede defender… y lo que no. Puede Salinas Pliego defender razonablemente su derecho a criticar, su derecho a ser duro, incluso su derecho a expresarse de forma desagradable. No puede defender con solidez el uso sistemático del insulto personal, el componente de género, la ausencia total de argumento, la utilización de su poder mediático para humillar.

Conclusión objetiva. Sí, tiene defensa jurídica básica, pero no tiene una defensa democrática ni ética robusta. La libertad de expresión le permite hablar; no le da razón, no lo hace valiente, y no lo protege de ser juzgado políticamente por lo que dice. En términos estrictos puede insultar sin ir automáticamente a la cárcel, pero no puede exigir que eso sea visto como legítimo, aceptable o respetable.

(Después de tantos y tan feos insultos, de plano no le queda a Salinas Pliego hacerse la víctima solo porque Citlalli ejemplificó un caso de desobediencia civil usando a Elektra como empresa a ser boicoteada en una protesta pacífica. Ella no insultó a nadie: solo argumentó en la lógica de la resistencia cuando se enfrenta a poderes inmensos).