Hoy el diario Reforma dice que la presidenta de México romperá una tradición al no asistir a la apertura del Mundial 2026 en el Estadio Azteca: “Sería la primera cabeza de Estado de un país anfitrión que no asista a la ceremonia de inauguración”.
La presidenta Claudia Sheinbaum ha dicho que verá el primer juego del Mundial en el Zócalo, con la gente que no puede pagar las carísimas entradas al evento. Su boleto lo regalará a una niña amante del deporte.
Me parece maravillosa, por solidaria, la decisión de la presidenta. También, sin que necesariamente sea esa su intención, evitará una emboscada, lo que en estos tiempos siempre es muy positivo.
La celada está, evidentemente, y así lo confirma la nota de Reforma, en que la ultraderecha mexicana se preparaba para orquestar un gran abucheo en el estadio —al que solo acudirán personas con dinero, esto es, mayoritariamente enemigas de la 4T—, rechifla que sus medios y personalidades de redes sociales amplificarían para intentar convencer al mundo de que en México hay ingobernabilidad. Sí, como lo ocurrido con la presidenta de izquierda Dilma Rousseff, de Brasil.
Reforma presenta una lista larga en la que ilustra que, en cada país organizador del Mundial, el jefe o la jefa de Estado ha presidido la ceremonia de inauguración. Es una tradición, en efecto.
Si Claudia Sheinbaum me permitiera asesorarla, le recomendaría responder a Reforma con palabras de Ignacio Chávez. Lo haría hoy mismo, antes o después del sorteo del Mundial, que encabezará con Donald Trump, presidente de Estados Unidos, y Mark Carney, primer ministro de Canadá.
Es verdad, debería la presidenta de México citar al eminente médico, humanista y educador mexicano, Ignacio Chávez:
“(La Academia Mexicana de Medicina) se asoma a su pasado para sentir el estímulo de la fe de sus mayores. Guarda respeto por su tradición que la ennoblece; pero no para encadenarse a ella, sino para superarla. Somos hombres de nuestro tiempo que tomamos del pasado lo que él encierra de herencia y que tomamos del futuro lo que guarda de promesa”.
Dr. IGNACIO CHÁVEZ
Y es que hay tradiciones que, si no se rompen, se convierten en trampas.
Los Mundiales de futbol son grandes fiestas para todos los países que participan, particularmente para los anfitriones. Pero se han politizado y utilizado, como en Brasil, para apoyar procesos de desestabilización de gobiernos democráticos.
Además, mucho tiene de insultante —la verdad debe decirse, aunque duela— que a los estadios solo puedan asistir quienes tienen dinero para pagar las entradas. Qué maravilla que exista la TV y transmita los juegos.
Claudia verá los partidos, al menos los de México, con la gente de abajo, la que no ha superado la pobreza —millones en nuestro país—, que es el grupo social del que suelen nutrirse los grandes equipos de todo el mundo, en todas las naciones, para buscar a los cracks del futbol.
Ha habido estrellas no de clase baja, como Gerard Piqué. Pero este catalán no pertenece a la primera línea de la historia futbolística. La mayoría de las grandes figuras del futbol jamás habrían podido, de niños, asistir a un Mundial. Simple y sencillamente sus familias eran pobres. Es el caso de Pelé, Maradona, Ronaldinho, Messi, Cristiano Ronaldo…
Claudia verá los juegos con los y las cracks del futuro —ya hay un excelente futbol femenil profesional, no lo olvidemos—. Es el lugar de una presidenta que no desea insultar a su pueblo posando para las cámaras en el más elitista palco del Estadio Azteca.



