“When I was just a little girl

I asked my mother, what will I be

Will I be pretty, will I be rich

Here's what she said to me

Que será, será

Whatever will be, will be

The future's not ours to see

Que será, será

What will be, will be”.

Doris Day, ‘Que será, será’

En un pueblo de machos, en una sociedad que en el fondo busca el resguardo de un padre autoritario, una mujer no será presidente. Particularmente no una que calla, a la voz de comando del mandatario, ante los reclamos de esa otra mitad que ha sido expresamente excluida, vulnerada, vejada, olvidada y que busca ser representada.

Y se revela una primera ironía: no importa la obediencia ciega que esta ha mostrado, a la hora de la hora, López Obrador no puede arriesgar su herencia imponiéndola a ella. Ni el dedo destapador ni las encuestas unipersonales apuntarán hacia Sheinbaum. Ni le apuntarán ni tampoco le apuntalarán. Es simple: el presidente no cuenta con la seguridad de una sociedad volcada respaldándola a ella.

Y no es que Claudia Sheinbaum no quisiera tomar sus propias decisiones o que haya surgido de ella la idea de mimetizarse con el tabasqueño. Pareciera ser la sociedad mexicana la que la obliga a desenvolverse tal como él quiere. Pero de nada vale la científica acallada devenida en política.

Segunda ironía: La designación tampoco llegará actuando ella de forma independiente. Claudia probó en el 2020 tener voz propia dentro de la desastrosa estrategia llevada contra del Covid. Mientras López-Gatell desestimaba el uso del cubrebocas y ninguneaba la importancia de las pruebas, ella pedía a la población el uso del primero a la par de que la CDMX fue de las ciudades del país donde más pruebas se realizaron y mejor estrategia de vacunación se desplegó. Se conocieron los desencuentros con el seudo científico y el enojo de Claudia cuando se llevó a cabo el último festival del 2020, cuando ella ya había retirado el permiso para su realización.

Sin embargo eso no le sirvió de mucho. Bastó que llegara un hombre, uno de su propio partido, desplegara su estrategia electoral en la CDMX, para que la jefa de gobierno perdiera a la oposición cerca de la mitad del territorio capitalino.

Total: que ni leal a AMLO ni insurrecta. La población mexicana no quiere a una mujer gobernándola; desea a un hombre y si este es de carácter fuerte, mejor.

López Obrador observa incrédulo como su carisma no se contagia en ella. Escueta en sus expresiones, no se le da la risa socarrona y cuando repite las convicciones del tabasqueño, resuena la falsedad de estas. El hipnotismo generado por Andrés Manuel en sus arengas, ella no lo logra.

Tal vez, como varón que se preste de serlo, en realidad AMLO lo supo desde un principio. Ella fue el señuelo para ponerle cara al cínico de López-Gatell. Una carta abierta ante la tragedia de la Línea 12 del Metro (por cierto, el jueves se cumplen nueve meses y ¿los culpables?). La figura perfecta para maquillar la toma política de la capital después de que la culpó de la pérdida de la mitad de la Ciudad de México a manos de la oposición.

Tal vez López Obrador ha barruntado que en Palacio ella no sería tan benévola con los miembros de la 4T que han ensangrentado y corrompido al país; que detendría el progreso de sus engendros, Dos Bocas y el Tren Maya...

Y Andrés Manuel tiene opciones. Para alguien que “no tiene tanto apego al poder”, como él mismo lo señaló en la mañanera de ayer, se desvive buscando formas de mantenerse en él. Poco o nada ha hecho por disipar la sombra de la reelección. “Tengo apoyo, pero el pueblo no dejaría que me reeligiera” no se cansa en repetir. El que mucho se despide…

Y si no reeligiéndose, definitivamente sí destruyendo las instituciones que permiten y hacen posible la competencia política y las elecciones limpias. Ese aspecto de su proyecto ha quedado demostrado de sobra.

Asimismo, no es necesario que Adan Augusto López Hernández ‘sude calenturas ajenas’ si en su apego al poder AMLO ya lo ha hecho crecer; nótese: al secretario y al aparato militar de la mano.

¿Se han percatado cómo Ejército y Adán Augusto trabajan al unísono? Tanto apego de López Obrador al poder ha hecho que el acto de empoderar se dé en una mancuerna: persona e institución en masculino, los cuales se asemejen a su persona y privilegien las propuestas, proyectos y caprichos del presidente. Claudia Sheinbaum no juega ningún rol sustantivo en ese frente.

¿Incrédulos? Pasen ustedes a palpar la realidad. Si López Obrador le diera importancia a Sheinbaum por cuanto a la carta de fémina que representa, no descuidaría el papel de estas en la política y en el desarrollo de la sociedad como un todo. Sin embargo los feminicidios continúan y la cuota de género en el gobierno se ha vuelto una etiqueta vacía (floreros en el gabinete y en la 4T en general). Cuadros femeninos y en pro del feminismo dentro del nuevo régimen, ¿qué es eso?

López Obrador intentará un maximato, ser el poder detrás del poder. Nada nuevo.Y la propuesta es alguien lo más parecido a él: un caudillo, un mesías, un hombre. En ninguna de esas categorías queda Claudia Sheinbaum. Ella no será. No.

Verónica Malo en Twitter: @maloguzmanvero