El trabajo periodístico implica esa pasión. El gusto por comunicar. Las ganas por contar a una audiencia algo nuevo. Una verdad. Un suceso. Es en ese camino de la verdad, cuando en busca de la información veraz, se “descubren ciertas cosas”, ahí es cuando la realidad cambia. El trabajo de investigación, implica tener contactos. Dentro del aparato público, la política y que decir de las calles.
Entonces. Hay que decirlo. El crimen contra la prensa en México, no es de hoy. Ni de ayer. Sabemos que estos asesinatos, de los que se tienen registros, se han dado desde el año 1860. ¿A qué voy con esto? El trabajo que implica contar una verdad, ha perdido muchas vidas.
De ahí que retomo uno de los hechos que marcó al periodismo en nuestro país. El del extinto periodista Jesús Blancornelas. Un hombre que pasó de la sección de deportes a ser el número uno, en la investigación contra la corrupción y el crimen organizado.
Podría decirse que disfrutó mucho su trabajo. Tenía un estilo particular. Le gustaba investigar. Tenía sus propias fuentes. Confiables. De distintos niveles. Con la excepción de que después de sufrir un atentado en 1997. Tuvo que irse a Estados Unidos. Para proteger su integridad y la de su familia. Después, regresó y tuvo que vivir siempre con escoltas de seguridad. Amenazado.
La amenaza siempre ha sido un estigma para el periodista.
En sus tiempos, decía Blancornelas que “era una falsedad la existencia de la libertad de prensa. Nadie se atrevía a reprochar al gobierno”. En aquellos años, los que lo hacían lo pagaban. Actualmente es igual. Nada ha cambiado. ¿O sí?
Jesús Blancornelas, “cachanilla de nacimiento”, tijuanense por elección. Es recordado por su pasión periodística. Y por fundar junto con su amigo sinaloense, Héctor “El Gato” Félix Miranda, el periódico Zeta.
La sangre periodística ha corrido en México desde el siglo pasado. En 1988, Félix Miranda, subdirector del semanario Zeta, fue asesinado por sicarios. Mientras que Blancornelas, considerado experto en crimen organizado y el tráfico de drogas fue víctima de un atentado en 1997. Le dieron cuatro balazos. En aquella agresión, perdió la vida su chofer.
La era del periodismo
En México, aún sin terminar enero del 2022. Sabemos de tres periodistas asesinados. Primero José Luis Gamboa de Veracruz. Luego Margarito Martínez. Y después su colega María Guadalupe Lourdes Maldonado. Ambos de Tijuana, Baja California.
Lo triste e indescriptible. Lourdes en 2019 había pedido ayuda al presidente Andrés Manuel López Obrador. Temía por su vida. Nadie la ayudó. Su perro “Chato” aún aguarda en la puerta de su casa. Su ama y mejor amiga no va a llegar. Nunca llegó.
Han pasado varios años desde el atentado a Blancornelas. Cada sexenio ha sumado decenas de periodistas desaparecidos o asesinados.
Del 2000 a la fecha, han sido calladas 148 voces de periodistas. De acuerdo con Artículo 19. Del total, 136 son hombres y 12 son mujeres. No hace falta decir, que son contados los casos que han sido resueltos.
Vivimos en un país censurado. La “opinión pública” no es la opinión pública. La “libertad de expresión” no se ejerce con libertad. Hay quienes han decidido “autocensurarse”. Hay quienes decidieron compartirlo o renunciar. Hay otros que pidieron ayuda. Y no obtuvieron respuesta.
Cada vez que se calla a un periodista, se está más lejos de la verdad.
Resulta curioso que en el ejercicio de informar ahora es la propia prensa quien recibe cátedra del Ejecutivo. A diario se vuelve parte de la “agenda mediática”, donde es señalada y denostada, por no ser parte de la “adulación”.
La pregunta que debemos realizarnos como sociedad es: ¿Seguiremos permitiendo estos atroces acontecimientos?
¿Debemos normalizarlo? En caso de ser amedrentados ¿A quién acudir?
Actualmente somos testigos de grandes movimientos. Manifestaciones. Quizá sean el camino para que en un futuro no tan lejano se respete el trabajo de comunicar. Mientras tanto, entre colegas existe una solidaridad. No importa la empresa editorial en que trabajes. El común denominador es defender la “libertad de expresión”.
Ahora mismo, el consuelo para Blancornelas, sería decir que no murió a manos de la violencia. La justicia tardaría en llegar. Aquí el vencedor resultó ser un cáncer de estómago.
Mientras que para los colegas asesinados apenas se abrió una carpeta de investigación. El resultado sigue en espera. El silencio no es opción. La justicia es el anhelo de todos.
Vanessa Félix en Twitter: @jvanessafelix