La cita del tercer informe de gobierno marca la línea de arribo a la mitad del período de gobierno; en este caso ocurre en una situación de importante respaldo al gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Sin mengua de los méritos que tenga en torno de su aceptación, es de señalar que se corresponde con una condición asociada a nuestro régimen presidencial, que se caracteriza, entre otras cosas, por su culto a la imagen del jefe del Ejecutivo.
Otros presidentes han tenido índices de aceptación homólogos al llegar a su tercer año de gobierno que, se supone, significa una etapa de consolidación y fortaleza respecto del programa y de las políticas instrumentadas, aunque ello no implica la seguridad de una marcha equivalente hacia adelante, pues sobran ejemplos de procesos de deterioro a partir del cuarto y del quinto año de gobierno, como también de administraciones que lograron mantener sus buenas calificaciones.
Una tendencia que sí se puede advertir es que la del tercer año de gobierno, por lo general, señala una etapa favorable, lo que independientemente de las preferencias o inclinaciones ideológicas que se puedan tener, resulta positivo para la ejecución del plan que los respectivos gobiernos hayan establecido. La lógica sexenal se correlaciona, como se veía, con mayor incertidumbre hacia los dos años subsecuentes; el cuarto representa la posibilidad de consolidación o de inflexión, el quinto con un claro matiz orientado hacia las elecciones, y el sexto se significa por su carácter conclusivo.
Entre los méritos que tiene el período sexenal se encuentra que escapa a la lógica cuatrianual de los Estados Unidos, lo que ofrece una mejor posibilidad para eludir el alineamiento con el vecino del norte, al tiempo que posibilita un mejor espacio de temporalidad para perfilar la maduración de las políticas públicas implementadas. Su posible carga negativa se exhibe en el supuesto de un gobierno que sea repudiado por la sociedad y que irremediablemente tenga que ser tolerado hasta cumplir la totalidad de su mandato; en tales condiciones la vía de un posible golpe de Estado o de crisis de gobernabilidad se inscribía como un riesgo a conjurar.
Es ahí donde el recurso de la revocación de mandato, como instrumento de democracia directa y de carácter ciudadano, se inscribe de manera positiva; pero su transgresión para devenir en medio para ratificar y exhibir el respaldo social al gobierno, después de la mitad de su período de responsabilidad, acaba por ser una acción populista, frívola y de evidente dispendio financiero, nocivo para un país con las ingentes e imperiosas necesidades del nuestro.
En algún momento Octavio Paz calificó al Estado mexicano como Ogro Filantrópico, inauguró así un calificativo certero pues evidenció el carácter paternalista y de protección social que lo caracterizó, con las ventajas y desventajas que trajo consigo, pero que congeniaron con la visión propia del Estado de bienestar que vino después de la segunda guerra mundial y que promoviera, especialmente, la socialdemocracia en el mundo.
Pero el Ogro filantrópico que transitaba por políticas de Estado y por vías institucionales entró en crisis con el quiebre que impuso el neoliberalismo. La búsqueda de una alternativa que no signifique el mero dominio del mercado ha estado en debate, con la potencialidad y urgencia que resulta de los resultados que se han obtenido en cuanto a ensanchar las brechas de desigualdad y de ampliación de la pobreza en el mundo, con la racionalidad impuesta por el mercado.
La respuesta que ha mostrado el actual gobierno frente a la caducidad del Ogro Filantrópico y de las repuestas neoliberales, trae otra modalidad de Leviatán, ahora se trata de uno de carácter impulsivo que desprecia reglas y regulaciones, de modo que impone a un nuevo Ogro; se le puede identificar como ex abrupto, pues éste rechaza la existencia de intermediaciones del gobierno hacia la sociedad, postula una vinculación directa que se opone a las normas de operación, procura la centralización excesiva y un carácter intempestivo.
El Ogro ex abrupto quiere ocultar su sentido discrecional con su capacidad para lograr popularidad, ésta es su racionalidad: Busca no someterse al mercado, tampoco a los rigores de una política social, institucional en su aplicación o de una administración con sentido estratégico, pues la dominan los impulsos, como lo exhibiera en el simulacro de encuesta para cancelar, de forma volitiva, el aeropuerto de Texcoco y en la manera de instrumentar sus proyectos estratégicos que primero inician y después se estudia su viabilidad. En fin, vamos del Ogro Filantrópico al Ogro ex abrupto; aquel tenía una visión de Estado, éste tiene un impulso de Estado.