Partamos de una frase famosa y de las definiciones de cómplice que proporciona el Diccionario de la lengua española.

La frase es de un poema de Jorge Luis Borges: “No nos une el amor sino el espanto; será por eso que la quiero tanto”.

Ahora las definiciones de cómplice que proporciona el principal diccionario de la Real Academia Española: (i) que manifiesta o siente solidaridad o camaradería; (ii) participante o asociado en crimen o culpa imputable a dos o más personas; (iii) persona que, sin ser autora de un delito o una falta, coopera a su ejecución con actos anteriores o simultáneos.

Hoy los diarios de Alejandro Junco de la VegaEl Norte, de Monterrey; Reforma, de la Ciudad de México, y Mural, de Guadalajara— defendieron, por la vía de presentarlo como víctima de una persecución política, a Ricardo Salinas Pliego, propietario de Elektra y TV Azteca.

Esta es la cabeza del sábado 28 de junio de 2025 de Reforma, El Norte y Mural: “Da CSP línea a Corte por deuda de Salinas”.

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Es falso lo que dicen los diarios de Junco de la Vega: la presidenta Claudia Sheinbaum no dio línea a una SCJN a punto de morir que, con excepciones, la única línea que ha aceptado es la del dinero. La presidenta solo exigió a la corte suprema cumplir con su deber y no hacer lo que tantas veces hizo: favorecer a un multimillonario que durante muchos años ha logrado manipular al poder judicial federal para no pagar sus impuestos.

Claudia dio a conocer las deudas de Salinas Pliego con la tesorería del gobierno de México —nada más 74 mil millones de pesos, casi 4 mil millones de dólares— porque existe el temor de que la actual SCJN de la nación lo perdone; un temor plenamente justificado dados los antecedentes innobles de la mayoría de ministros y ministras que ya se van.

Eso no es línea: eso es exigir a quienes todavía integran la Suprema Corte de Justicia de la Nación que cumplan con su deber.

Claudia le dedicó el chachachá El Bodeguero a Salinas Pliego y a la agónica corte suprema creada por Ernesto Zedillo: “Toma chocolate, paga lo que debes”.

En el chachachá, el bodeguero contento está como consecuencia de lo en boga está: tomar chocolate y pagar las deudas, y así entre frijoles, papa y ají, baila el nuevo ritmo que le permite exigir a los incumplidos que paguen sus deudas.

¿Por qué ha defendido Alejandro Junco de la Vega a Ricardo Salinas Pliego?

Por amor entre ellos, no: se detestan desde que Salinas Pliego exhibió en TV Azteca, en cadena nacional durante muchos días, varias veces al día, la forma poco ética en que Junco de la Vega se hizo del control del diario El Norte, padre de Reforma y Mural —fue aquello una telenovela de traiciones en una familia empresarial que ya la quisiera Netflix para superar a la exitosa Succession, de HBO—.

Alejandro Junco de la Vega ha decidido defender a Salinas Pliego por otra clase de amor, el único que ambos jamás traicionarán: el amor al dinero.

Hace años, antes de las elecciones fraudulentas de 2006, Andrés Manuel López Obrador invitó a comer a su casa a Alejandro Junco de la Vega.

Si algo impresionó a Junco de la Vega fue la vivienda de AMLO. Lo dijo a sus amigos en Monterrey: “Es el único político al que no le gusta el dinero…”. Antes de que sus interlocutores pensaran que era un elogio al tabasqueño, Junco de la Vega agregó: “Eso lo hace muy peligroso porque no habrá manera de que entienda a la clase empresarial ni de que se establezcan relaciones correctas con él si llega a la presidencia”.

Esa fue la razón principal del fraude de 2006, que llevó al poder a Felipe Calderón quien, buscando la legitimidad que no le dieron las urnas de votaciones, se lanzó a una guerra a tontas y a locas contra el narco, en la que puso al frente de las operaciones bélicas a un empleado del cártel de Sinaloa, hoy encarcelado en Estados Unidos, Genaro García Luna. Es la guerra que tan ocupado trae ahora a Omar García Harfuch, quien parece haber diseñado la fórmula para ya eliminar del todo sus efectos dañinos que durante tanto tiempo han enlutado a no pocos territorios de México.

La lógica de Alejandro Junco de la Vega parece ser la siguiente: “Si le cobran a Ricardo Salinas Pliego, nos cobrarán impuestos a todos, y eso no puede permitirse; entonces, hay que presentar como víctima de una persecución política al tipo que más me insultó en la relación con mi padre”.

¿Por qué antes no defendió Junco de la Vega a Salinas Pliego? Porque pensó que AMLO era una anomalía. Esto es, que cualquier persona que llegara a la presidencia después de Andrés Manuel volvería a lo de antes: gobernar en complicidad con los dueños del dinero, desde luego por amor al dinero.

Es el motivo de que, cuando Sheinbaum empezó a crecer en las encuestas, Grupo Reforma se entregó a Marcelo Ebrard, que como bien sabemos no le hace el feo a unos pesillos y centavillos de más en su cuenta de ahorros.

Con Claudia en el poder, ya quedó evidenciado que, al menos allá arriba, en el despacho presidencial, hay una segunda persona a la que no mueve el dinero, no para ella, pero sí para las necesidades de un gobierno tan grande y complejo en un país con tantas carencias.

La presidenta Sheinbaum generó el espanto para que, odiándolo, hoy Junco de la Vega quiera tanto a Salinas Pliego, pero este o toma chocolate o se enfrentará pronto a un poder judicial que no podrá manipular, ni el federal, ni el de la Ciudad de México, cuyo Tribunal Superior de Justicia hoy está sospechosamente bajo asedio, en lo que debemos considerar el estertor final de un sistema que debía ser cambiado desde la raíz porque era fuente de favoritismos hacia los ricos en perjuicio del resto de la sociedad mexicana.