Las mujeres escribimos cosas horribles malas y asquerosas
y es que nosotras no las imaginamos.
Ni siquiera tenemos tiempo para eso.
Nosotras las vivimos, las resentimos,
LAS SOBREVIVIMOS.
Ustedes en su trono nepótico
tapizado de billetes del pueblo,
cimentado sobre la esclavitud femenina
que genera la riqueza de este país,
no pueden siquiera imaginarlo.
Volver de una jornada de doce horas en la maquila,
a casa a limpiar, alimentar,
cuidar…
y no llegar
porque alguien decidió que tu cuerpo es prescindible y satisface placeres, casi igual a cómo los colegasescritoresamigos a los que tanto halagas describen nuestros cuerpos, nuestro sexo, nuestras vidas y nuestras luchas.
Como si fuéramos adornos obsoletos, prescindibles, rescindibles y perfectamente útiles para servirse de nosotras, pero no para escucharnos ni leernos.
¿Te imaginas, Taibo?
Criar con el 15% de pensión de alimentos de un tipo que no tendrá jamás que volver a dar el cien, mientras yo doy el doscientos, el trescientos y la vidaentera y lavidamisma para que nuestros amores
no mueran de hambre ni falta de afecto.
Perder el cuerpo, perder la mente, perder la cordura
y volverse monstruosa terrible malísima
porque sostener un sistema que no nos ve,
nos quita tiempo para escribir, para existir y sólo somos resistencia, al final y mientras tanto.
Aquí estamos de pie en la hoguera.
No somos siete, somos miles de mujeres que escriben
mientras cocinan, crían, sobreviven, y escarban buscando a sus hijas e hijos. Mujeres que no vivimos de la literatura,
que no estudiamos, que no leemos, pero que creamos la vida que contiene la poesía, las historias, la lucha, la resistencia.
Somos cortocircuito, somos la bomba que te estalla en las manos mientras sonríes. Somos la revolución, somos las hijaslasnietaslasesposaslasalumnaslasvecinaslasmadreslasabuelas que no pudieron pero que ahora estamos escribiendo cosas horriblemente asquerosas de malas.
Y las vamos a vomitar escupir pintar rayar imprimir distribuir vender lucrar Vamos a hacer todo con esta asquerosidad que nos han obligado a escribir en triple o cuarta jornada cuando deberíamos descansar, pero no, estamos rabiosas en vez de.
Y ultimadamente, esto no es un pinche poema,
esto es un desgarro en tu realidad privilegiada,
esto es lo que a mí me de la gana que sea y no,
no a tu academia rancia, no a tus muertos y sepultados escritores violadores.
No.
La rabia es poesía y la poesía no la escriben ni los tibios, ni los Taibos,
ni los violentos.
La escribimos las rabiosas, las defensoras, las poderosas, las gozosas.
Nosotras sí, nosotras siempre, y tú no, tú jamás, pinche Taibo.
Esto es un jirón, un aliento de muerte, de fuerza, de resistencia
de mujeres que se desentierran a sí mismas,
de mujeres que avanzan sobre los huesos de sus hijos muertos,
de mujeres que avanzan sobre los fantasmas de sus hijas desaparecidas,
de mujeres que se alzan y que están aquí hoy frente a ti diciéndote
vete a la verga Taibo.
