La presidenta de la Comisión Nacional de los Derechos Humanos (CNDH), se ha catapultado como el peor obstáculo que ha encontrado justamente el organismo a su cargo. Rosario Piedra Ibarra bien podría cambiar el apellido Piedra por Roca, y quedaría mucho más acorde al deshonroso y mezquino papel que ha venido desempeñando al frente de la instancia creada para defender los derechos humanos de las personas y que ella ha manejado con total subordinación y sometimiento al hombre que le concedió la estafeta, el presidente Andrés Manuel López Obrador.

Proponer la desaparición de la CNDH, -la institución que en mal día llegó a encabezar, nombrada por cierto en un marco de opacidad y burlando las leyes-, se constituye en una de las peores afrentas de que se tenga memoria a cargo de un servidor público. Incluso, me atrevería a decir que no existe algún antecedente en ese sentido en la historia de nuestro país.

Y es que, ¿cómo alguien que ha sido distinguido recibiendo a una institución de la nobleza y magnanimidad como es la Comisión Nacional de los Derechos Humanos se atrevería a faltarle al respeto sugiriendo su desaparición?

Como dice la vox populi, “Ni Judas fue tan traidor”.

Pero Rosario Piedra Ibarra sí lo es. Y de ello ha dado constancia en no pocas ocasiones durante los más de 4 años que tiene al frente del organismo.

Cuantas veces ha sido requerida, ha deliberado a favor del presidente Andrés Manuel López Obrador. Lo hizo a mediados del año pasado al considerar que no existía violencia política de género contra la senadora y hoy precandidata a la presidencia de la república por la coalición Fuerza y Corazón por México, Xóchitl Gálvez, al establecer que los dichos del mandatario en sus conferencias mañaneras no ponían en riesgo la integridad de la hidalguense, de quien dijo, era impulsada por expresidentes y empresarios -todos varones-. Rosario Piedra defendió que los comentarios del presidente no se hicieron en función de que estos fuesen hombres y ella mujer, sino de su afinidad ideológica y pertenencia partidista.

Aunado a ello, Rosario Piedra Ibarra se ha caracterizado por cumplir el rol de ‘florero’ cuando se le ha exigido a la comisión que encabeza, tomar acciones en diversos tópicos donde se debería pronunciar o intervenir, o asume la figura de piedra haciendo honor a su apellido, obstaculizando la acción del cumplimiento de las atribuciones que se le confieren al organismo a su cargo.

La gestión de la hija de la activista Rosario Ibarra de Piedra, ha sido de lo más vergonzoso: su misión se ha caracterizado por la opacidad, por ignorar las causas que debiera defender, por estar del lado del poder y por guardar silencio ante las injusticias por las que debiera alzar la voz.

Basta recordar que su oficina calló ante la negligencia de salud que derivó en casi un millón de muertes por COVID-19; también lo hizo frente al desabasto de medicinas que igualmente ha dejado muchos miles de muertos, entre ellos alrededor de 2 mil niños a quienes les fueron interrumpidos sus tratamientos de quimioterapias.

Piedra también ha guardado silencio en los temas de los desaparecidos, la violencia, los feminicidios, las arbitrariedades, los abusos, las muertes de periodistas.

Nada ha hecho que la mujer levante un solo dedo para salir en defensa de las víctimas, sencillamente porque AMLO no la colocó en ese cargo para defender a las víctimas sino para defenderlo a él.

El pasado jueves, Rosario Piedra Ibarra, propuso la desaparición del órgano a su cargo porque según su óptica ya no cumple con las necesidades del pueblo de México.

Durante su comparecencia ante la comisión permanente de la Cámara de Diputados, la también activista sentenció que continúa firme en la transformación que debe tener la comisión, por lo que debería de hacerse oficial la creación de la Defensoría Nacional de los Derechos del Pueblo y que quede atrás la CNDH.

Piedra Ibarra señaló que en los cinco años que lleva al frente de la CNDH ha podido modificar la defensa de los derechos humanos, pese a la herencia que dejó el neoliberalismo y que no ha respondido en los reclamos que han hecho los mexicanos.

En el discurso también aprovechó para cuestionar los “vicios” que había en las actividades burocráticas, especialmente lanzó comentarios en referencia a los gobiernos del Partido Revolucionario Institucional (PRI) en las siete décadas que administraron de forma interrumpida, por lo que reiteró la importancia de crear una nueva institución.

Pero en el mismo escenario se topó con los reproches de los senadores, destacando entre ellos el duro pero certero discurso de Germán Martínez, quien le recordó a su madre.

El legislador plural subrayó el compromiso democrático y la pluralidad de figuras como Rosario Ibarra, Manuel Clouthier y Cuauhtémoc Cárdenas, presentando una fotografía como testimonio de su histórica lucha por los derechos y la justicia en México.

“A mi generación la marcó esta fotografía de su madre, la fotografía de Clouthier de Manuel Clouthier, no de Tatiana Clouthier y de Manuel Clouthier, hijo; y la fotografía de Cuauhtémoc Cárdenas, que nadie le puede regatear a este michoacano su compromiso con la democracia; esta fotografía marcó a mi generación; esta fotografía abrió la pluralidad, aquí hay tres personas que piensan distinto; esta fotografía usted la debe honrar denunciando como persona violaciones a los derechos electorales de los mexicanos, antes de que se abra la competencia a la Comisión Nacional de los Derechos Humanos; esta fotografía, si usted guarda silencio frente a las violaciones, frente al dinero impúdico que se entrega a Claudia Sheinbaum, esta fotografía a usted le queda grande, le queda grande la Comisión de los Derechos Humanos y le queda grande el recuerdo de su madre…”

Germán Martínez

La funcionaria al borde del llanto exigió en la máxima tribuna del Senado que no se use más el nombre de su madre, más aún dijo, por aquellos que apoyaron la depresión.

Su razón tendrá, no lo sé, pero lo que es un hecho, es que con su inacción, su falta de empatía con las causas que debiera defender, su vileza, su complicidad y sumisión al poder, su indolencia, su ruindad, su canallada y su traición, lo único que provoca es que una y otra vez nos preguntemos ¿qué pensaría su madre si la viera?.

Reitero: ni Judas fue tan traidor.

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