Leones por corderos fue quizá la última película que vi de Robert Redford, actor estadounidense fallecido ayer. En el filme alguien menciona la frase “nunca combatas con el mismo enemigo demasiado tiempo, o se adaptará a tus tácticas”. El guionista la atribuye, creo que erróneamente, a Carl von Clausewitz. ¿Quién es el autor? Lo ignoro. Según he leído tal principio estratégico está inspirado en Sun Tzu, quien aconsejaba evitar la guerra prolongada, no solo por el desgaste que implica, sino porque vuelve predecibles a los ejércitos.

En la misma película, que no está entre las mejores de Robert Redford, un senador de Estados Unidos (Tom Cruise) le exige a una veterana reportera de televisión (Meryl Streep) que no saque de contexto sus palabras cuando ella pregunta si en la guerra de ese año, 2007, el gobierno estadounidense matará personas de Afganistán para ayudarles a construir la democracia en esa nación de Asia. “No dije personas, dije enemigo, no me saque de contexto”, explica el legislador.

¿El enemigo no es persona? Andrés Manuel López Obrador siempre fue muy cuidadoso al utilizar la palabra enemigo: “No tenemos enemigos ni queremos tenerlos”, “no tenemos enemigos, tenemos adversarios”. Claudia Sheinbaum, en sus declaraciones, si hace referencia a la oposición o la más necia comentocracia, invariablemente habla de adversarios.

Es un hecho, la presidenta Sheinbaum ha domado a una bestia salvaje —dicho sea con todo respeto—: la oposición —y con esta, la comentocracia— que odia a la 4T. Gente de partidos opositores y los y las columnistas más radicales empiezan a ver lo bueno en el llamado segundo piso de la cuarta transformación. Eso sería muy benéfico para la convivencia social, si no fuera por el hecho de que, al mismo tiempo, han logrado lo que parecía imposible: odiar todavía más al primer gobierno de izquierda, específicamente al expresidente López Obrador.

No entienden en el periodismo y en la oposición la razón fundamental por la que, en 2018, finalmente perdieron todos los privilegios que disfrutaban con los gobiernos del PRI y del PAN: combatieron tan fanáticamente al movimiento de izquierda desde más de una década antes —con el desafuero, los videoescándalos, el fraude electoral y una larguísima campaña de desprestigio mediático— que AMLO, Sheinbaum y otros liderazgos aprendieron a enfrentarlos hasta que lograron la victoria definitiva.

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Insisten la prensa y la oposición en destruir a AMLO. Evidentemente, por la vía de comparar las formas de este con las de Claudia, pretenden que la presidenta les apoye en tal tarea. No ocurrirá.

Por lo demás, aseguran en las columnas políticas que Estados Unidos presionará tanto que López Obrador terminará por ser aniquilado. Yo lo que veo es que hay entendimiento con el gobierno de Donald Trump, quien siempre se expresó en muy buenos términos del expresidente de México.

Si una acción debe recordar Trump de López Obrador es que este fue el único gobernante que no le dio de inmediato la espalda cuando perdió las elecciones de 2020. Por “prudencia política”, AMLO tardó bastante tiempo en felicitar a Joe Biden. Entonces se criticó al tabasqueño que no actuó como todos los otros presidentes. No creo que Trump lo haya olvidado.

Así que, Claudia no está ni política ni personalmente interesada en ir contra su antecesor y tampoco le presiona nadie con verdadero peso como para tomarle en cuenta al evaluar algo tan dañino para la unidad de la izquierda mexicana. Pienso que, en el muy improbable caso de que el sistema de EEUU le exigiera tomar una decisión tan extrema, ella, mujer fuerte acostumbrada a la lucha, resistiría. ¿Que López Dóriga en sus columnas de Milenio conmine a Sheinbaum a romper con AMLO? De risa loca.