Hay fariseísmo en el artículo “La siguiente presa: la prensa” de Raymundo Riva Palacio publicado en El Financiero.
La actitud hipócrita de Raymundo queda evidenciada cuando afirma que, en los últimos cinco años, más periodistas han sido demandados por daño moral que, hasta donde le alcanza la memoria, “el total de periodistas en el pasado”.
Según Riva Palacio, las querellas contra periodistas son uno de los instrumentos de la 4T para intentar acabar con la libertad de expresión en México.
Miente el columnista de El Financiero, quien escribe a diario, sin que nadie lo moleste, elevadas dosis de calumnias y ofensas contra la presidenta Claudia Sheinbaum y el expresidente Andrés Manuel López Obrador.
Hace cinco años publiqué la columna “Me demanda dueño de El Financiero y pierde; precedente para no limitar libertad de sus periodistas”.
En efecto, el propietario del diario en el que publica Raymundo Riva Palacio me demandó para callarme —pidió brutales medidas cautelarás contra mí y contra la empresa que edita SDPNoticias—. Periodistas amigos de otros medios no quisieron publicar nada sobre esto porque El Financiero "los trataba bien" y tenían la esperanza de que Arroyo los contratara.
Al señor Arroyo le molestó que yo dijera algunas verdades acerca de la administración de El Financiero y de la forma poco ética en que compró el periódico fundado por un ejemplar editor independiente, Rogelio Cárdenas. No fue en realidad una compra, sino un regalo que le hizo el gobierno de Calderón, que aprovechó la debilidad económica de la viuda de Cárdenas.
Perdió Manuel Arroyo el juicio en mi contra —en ninguna instancia se le dio la razón; no puedo dejar de mencionar que me pareció de primer orden la sentencia de la jueza Magdalena Mendoza Guerrero del Tribunal Superior de Justicia de la Ciudad de México—.
El Financiero es el mejor ejemplo del peor de los vicios de la prensa mexicana: que buena parte de los medios de comunicación de nuestro país los controlen empresas no periodísticas, que adquieren diarios, estaciones de radio y canales de TV no por vocación informativa, sino nada más para presionar al gobierno y conseguir contratos con las distintas dependencias del sector público. El colmo es que, además de contratos, exigen que a tales medios se les otorgue la mayor parte de la publicidad oficial.
Raymundo trabajó en los dos Financieros, el del editor independiente que solo pensaba en el buen periodismo, y el del empresario que utiliza al periódico para lucrar con otros negocios. ¿Cuál es peor?
Valdría la pena que el señor Riva Palacio algún día analizara los vicios de la prensa mexicana, el gran obstáculo en nuestra nación para el pleno ejercicio de la libre expresión.