La relación bilateral entre nuestro país y el vecino territorio de Estados Unidos es, en ocasiones, tensa, pero no significa que no exista coordinación y un buen vínculo de entendimiento para trabajar una agenda que ponga en el centro de las prioridades los grandes desafíos de desarrollo, salud pública, seguridad y fortalecimiento de una política que ha sido apremiante luego de la legislación constitucional del T-MEC que se avaló y, que tiene por objetivo, no sólo promover el crecimiento con mecanismos que sirvan para dar un equilibrio en el progreso, sino dar fortaleza al mercado comercial que se lleva a cabo entre los países del norte.

Eso, evidentemente, ha sido el detonante para entrar en planes de organización y corresponsabilidad en asuntos internacionales que beneficien directamente la visión en distintos rubros y que propone, a grandes rasgos, ser el pilar o la palanca que impulse un desarrollo a favor de ambos.

Podrá ser, entonces, el motor para avanzar aceleradamente. Una prueba a sabiendas de lo que está en juego, el vecino país ha dado muestras que, por lo pronto, explican con amplio sentido de responsabilidad y corresponsabilidad que estamos en presencia de una nueva estrategia que ligan a ambos países a la relación.

Un dato sustancial fue la visita de un representante diplomático en la figura de Ken Salazar al Senado de la República. Desde luego es un asunto importante en vísperas del diálogo de alto nivel entre México y Estados Unidos en torno a los asuntos que días antes se habían priorizado a través de Cancillería.

Aunque, quizá lo que más resaltó fue la coordinación y el binomio que han conformado el canciller Marcelo Ebrard y Ricardo Monreal. Por tercera vez consecutiva, han atendido asuntos importantes en la propia sede del Senado. No hay duda del gran papel que juega el Legislativo que, permanente, tiene acoplamiento con el Ejecutivo, al mismo tiempo que han dejado muestras de respeto.

Gracias a ello, ha sido más fácil encontrar soluciones a las demandas de la ciudadanía. Aunque, aquí, lo sustancial radica en dos aspectos. Uno, de algún modo visible y, el otro, con señales políticas claras.

El primero, es la muestra clara de trabajo entre ambos poderes, que ha llegado a considerarse la principal columna vertebral de la llamada Cuarta Transformación poniendo de manifiesto el respeto a la soberanía en un momento donde México preserva su autonomía como país democrático sin ninguna injerencia ni servilismo a otros países, salvo el puro trato diplomático como motor de fortalecimiento.

Y, quizá la segunda señal, entendida como una especie de mancuerna es obra del oficio de Ricardo Monreal que fue, dentro de este clima anticipado de la sucesión presidencial, mostrar cohesión con Marcelo Ebrard no sólo en la agenda política del país, sino de cara a la elección del 2024, donde ambos son aspirantes fuertísimos, siendo considerados parte de las tres cartas más poderosas de Movimiento Regeneración Nacional (Morena).

Vivimos momentos claves y, con mucha razón de ser, las piezas se mueven estratégicamente. A mi juicio, esto tiene sentido máxime cuando el propio presidente decidió lanzar la crónica de una sucesión adelantada. Así, no quedó de otra más que asomarse, especialmente después de ese hecho.

Con todo eso hay motivos suficientes. En general, tanto Ricardo como Marcelo son, en los hechos reales, dos presidenciables; ambos se han declarado listos cuando llegue el instante. Eso se nota, aunque, también, se percibe esa inquietud sobre el tema de las condiciones de selección que podría ser, en un momento dado, un punto de inflexión si Morena no garantiza un proceso transparente como lo mencioné ayer en mi columna, deje satisfechos a militantes, simpatizantes y por supuesto a los aspirantes

Una decisión exprés o apresurada de tomar una determinación sin considerar un mecanismo plural y democrático que cuando menos deje en igualdad a todos, puede ser, a futuro, la incipiente ruptura casi casi infalible como para poner en riesgo la victoria de Morena en 2024.

Todo parece indicar que, por la misma dirección, y en coincidencias semejantes, caminan Ricardo y Marcelo. De hecho, ha trascendido que el propio canciller no estaría de acuerdo en una encuesta porque, durante la campaña del 2012, él declinó a favor de AMLO. Su temor, como el de Monreal, tienen un hecho similar. Ambos, no estarán dispuestos a revivir un hecho a priori. Pesé a eso, se organizan; departen y sonríen y, la primera impresión a bote pronto, es que los liga un antecedente y un futuro en que, juntos, pueden fortalecer al proyecto de Morena en 2024.

Los hechos hablan por sí solos. Ricardo y Marcelo estratégicamente operan un juego similar que sería, en un momento definitivo, el motor o la maquinaria infalible para quedarse con la candidatura de Morena.

Javier Lozano en Twitter: @JavierLozanoMor