Ricardo Monreal se encuentra en el ojo del huracán tras acusar a la oposición de ejercer “violencia vicaria” contra Andrés Manuel López Beltrán, hijo del expresidente Andrés Manuel López Obrador. Como era de esperarse esta declaración ha generado una ola de críticas, principalmente por parte del Frente Nacional Mujeres, quienes consideran que Monreal banaliza un grave problema social. Tan grave, que a todos y todas debe dolernos e importarnos.
Monreal argumenta que la oposición, al atacar a López Beltrán, está utilizando una estrategia de “violencia política vicaria”, definida por él como acciones dirigidas contra familiares de figuras públicas con el objetivo de dañar su imagen. Sin embargo, esta interpretación ha sido fuertemente rechazada. El Frente Nacional Mujeres señala que la violencia vicaria es un fenómeno real y brutal, que consiste en el daño a hijos e hijas para afectar a sus madres, y que utilizar este término en un contexto político es una falta de respeto a las víctimas.
La organización subraya que la violencia vicaria está reconocida legalmente en México, y reducirla a una metáfora política minimiza la gravedad de este problema, socavando las luchas de las mujeres y las organizaciones que trabajan para combatirla.
Debemos recordar que la violencia vicaria no se limita a ataques simbólicos o mediáticos, sino que involucra actos de violencia física, psicológica y emocional con consecuencias devastadoras para las víctimas.
Tras las críticas, Monreal aclaró en redes sociales que se refería a “violencia política vicaria”, diferenciándola de la violencia vicaria contra mujeres e hijos. Sin embargo, esta aclaración no ha logrado calmar las aguas, ya que muchos consideran que la distinción es insuficiente y que el uso del término, incluso en su versión “política”, sigue siendo inapropiado e irrespetuoso.
La controversia generada por las declaraciones de Monreal ha abierto un debate sobre el uso adecuado del lenguaje en el contexto político y la importancia de comprender la gravedad de la violencia vicaria como un problema social que requiere una atención seria y respetuosa. El incidente resalta la necesidad de un discurso político más responsable y sensible a las realidades de las víctimas de violencia de género. La discusión también pone en relieve la necesidad de una mayor claridad y precisión en el uso de términos que describen fenómenos sociales complejos, evitando la trivialización de problemas graves.
En medio de esta polémica, el pasado domingo un grupo de mujeres sobrevivientes de violencia vicaria en Puebla aprovecharon la presencia de la presidenta Claudia Sheinbaum en un evento público para exigir su intervención en siete casos que languidecen en la impunidad debido a la ineficacia de las autoridades. Las manifestantes, pertenecientes al colectivo “Mujeres por el derecho al cuidado y una vida libre de violencia”, se congregaron frente al Hospital de la Niñez Poblana para entregar una petición directa a la mandataria.
Entre los casos presentados destaca el de Daniela Flores, quien lucha desde hace más de seis años para recuperar a su hija, sustraída por su expareja, David N. A pesar de haber ganado la custodia, una denuncia de abuso sexual —presuntamente fabricada por David N.— le arrebató la niña. Ahora, Flores espera la desestimación de la denuncia para poder reunirse nuevamente con su hija.
Otro caso dramático es el de Abigail Serdán, quien denuncia violencia física y emocional por parte de su expareja, quien además incumple con sus obligaciones como padre y la amenaza con quitarle a sus tres hijos si continúa denunciándolo.
Estos y cientos de casos más ilustran la lentitud, las omisiones y las dilaciones que impiden a las víctimas acceder a la justicia y proteger a sus hijos.
Nadie le pidió a Monreal defender a López Beltrán, mucho menos con semejante ocurrencia. Ojalá, en un futuro cercano, los políticos piensen dos veces antes de hablar.