A la misoginia se le considera el prejuicio más antiguo del mundo. Más antiguo que el racismo o el clasismo.

No existen ideas preconcebidas inocuas, pero en nuestro tiempo tal vez la más dañina se relaciona con el machismo, que cuando se desborda y no es controlado a tiempo puede llegar a extremos terribles, como el feminicidio.

Están tan enraizado ese prejuicio que, desde luego, no sorprende que hasta los movimientos de izquierda más avanzados estén llenos de misóginos.

La verdad de las cosas es que en la 4T sobran miserables misóginos; desgraciadamente así es, pero por fortuna también sobran mujeres valiosas para detenerlos.

Asusta pensar cómo estarán los partidos políticos conservadores, el PRI y el PAN. Será tarea de las panistas y las priistas hacerse respetar.

Los misóginos de la izquierda mexicana no eran del todo visibles porque ocultaban su machismo con discursos progresistas: podían hacerlo y hasta presumir un falso feminismo porque no había ninguna mujer que verdaderamente les compitiera.

Pero los morenistas que buscan la presidencia de México se han quitado las máscaras. Y es que, como a los hombrecitos más importantes de Morena una señora les saca ventaja en todas las encuestas de preferencias electorales, ellos se exhiben como lo que son: representantes de la peor misoginia.

Ellos, en efecto, los más conocidos políticos entre quienes rodean a un gobernante —este sí, de verdad— comprometido con el feminismo como AMLO; ellos, los que han decidido atacar a la mujer con la que nomás no pueden.

Ricardo Monreal es el más vulgar de los machos que agreden a Claudia Sheinbaum porque la jefa de gobierno de la CDMX les supera en las encuestas.

El senador Monreal, desesperado, ha pasado del ataque político a las ofensas vulgares. Ahora dice, con miserable misoginia, que AMLO tiene una favorita. Ojalá se refiriera a la canción que más le gusta al presidente de México, el ballenato “Los caminos de la vida”, de Omar Geles, que también prefería el escritor Carlos Monsiváis. Pero no, con tal palabra verdaderamente ofensiva ha cuestionado a Claudia.

Insulta a Sheinbaum y a todas las mujeres que un grillo ambicioso y perverso como Monreal se dirija de esa manera a la jefa de gobierno.

Tal expresión ofende también al presidente López Obrador, dirigente del movimiento que hizo senador a Monreal después de perdonarle a este faltas disciplinarias graves.

Misógino y chillón, Ricardo Monreal dijo al reportero Germán Espinosa de El Universal: “AMLO tiene una favorita; a otros nos tratan con palabras fuertes”.

Tan delicado el senador, le duelen las “palabras fuertes” pronunciadas al calor del debate político por un presidente que jamás se ha andado con medias tintas.

Más que ponerse a llorar ante la prensa, Monreal debió haber ofrecido argumentos para buscar refutar lo dicho por Andrés Manuel: que el senador avaló “la falsedad, la hipocresía y la politiquería del conservadurismo”.

Pero argumentar no es una de las virtudes de Ricardo Monreal; por eso prefirió agraviar a Claudia Sheinbaum con expresiones misóginas y con mentiras, como aquella de que el gobierno capitalino patrocina descalificaciones contra el senador en las redes sociales.

Por favor. Nadie busca desacreditar a Monreal porque no es necesario hacerlo: a diario él se descalifica a sí mismo, por ejemplo con el despropósito de que debido a la competencia en Morena está en riesgo el “legado democrático” de Andrés Manuel.

Ya es tarde para que Monreal de verdad dé el paso que, por cobardía, no ha dado: renunciar a Morena y trabajar para la oposición; algo que no ocurrirá porque el senador no come lumbre.