“Y la culpa no era mía, ni dónde estaba, ni cómo votaba…”

Versión libre de ‘Un violador en tu camino’

“El pueblo pone, el pueblo quita… pero solo cuando lo dejan entrar al juego.”

Refrán mexicano de última hora

¡Ah!, la “revocación de mandato”… Ese artilugio que nos vendieron como pináculo de la democracia participativa… y que ahora Morena usa como cortina de humo para tapar sus propios lodazales. Ese mecanismo que supuestamente empodera al pueblo… y que hoy sirve al movimiento para empoderarse a sí mismo.

No hay ejercicio democrático que el oficialismo no convierta en acto anticipado de campaña.

Sí, otra vez el manual 4T: cuando hay escándalos de corrupción, ¡cámbiale de tema a la gente! Porque claro, entre acusaciones de moches, contratos inflados, propiedades inexplicables, amistades peligrosas y funcionarios viviendo como virreyes, ¿qué mejor que distraer al país con un nuevo “ejercicio ciudadano”?

Solo que este “ejercicio” es más tramposo que la consulta del NAICM/Texcoco (que ya era decir mucho). Alfonso Ramírez Cuéllar propone adelantar la revocación de mandato para meter con calzador a Claudia Sheinbaum en la boleta de 2027. Así, de la nada.

¿Coincidencia? Ni por error. ¡Un acto de totalitarismo vestido de participación!

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Y de paso, un regalo envuelto en cinismo: aprovechar la popularidad presidencial para arrastrar votos en las elecciones intermedias. “¡Que la ‘buena imagen’ de la presidenta nos rinda dividendos, aunque la democracia no nos los dé!” Así de burdo. Así de transparente. Así de Morena...

El plan es tan obvio que insulta.

Colocar a Claudia Sheinbaum en la boleta de 2027 bajo el disfraz de la “revocación ciudadana”. Porque sí, la iniciativa morenista plantea que la consulta se realice el primer domingo de junio, justo el mismo día de las elecciones federales intermedias.

En otras palabras: revocación y elección, en la misma urna. Traducción política: Sheinbaum al centro del tablero, y todos los candidatos morenistas colgándose de ese centro. Arrastre garantizado. Trampa legalizada.

Pero la maltrecha Constitución fue clara: la revocación debía mantenerse aparte de las elecciones ordinarias. Por supuesto, eso a Morena le importa lo mismo que la ley de austeridad a un senador con ayudantía. Nada.

El plan es simple: juntar todo, mezclar todo, confundir todo. Que el ciudadano entre a la urna sin saber si vota por ratificar, por castigar o por bendecir.

Y mientras tanto, el efecto Sheinbaum hará lo suyo: un tsunami de votos morenistas, un baño de legitimidad artificial.

Democracia, dicen. Manipulación, se llama.

Y ahí está la bancada oficialista, empujando la iniciativa como si fuera una urgencia nacional. No lo es. Las desaparecidas, en cambio, sí.

Es una estrategia de supervivencia partidista, un intento desesperado por transformar la aprobación presidencial (entre 70 y 80 %, según las últimas encuestas de MetricsMX y Reforma) en votos automáticos.

Pero hay algo más perverso detrás: el control interno. Porque si algo ha demostrado Morena es que no hay peor amenaza para un líder que su propia estructura. La revocación anticipada no solo busca consolidar a Sheinbaum ante la ciudadanía; también sirve para recordarle quién manda dentro del partido.

“Te mantenemos en la boleta, pero bajo nuestras reglas.” No vaya a ser que a la presidenta se le ocurra gobernar con autonomía.

El control dentro de Morena siempre se ha disfrazado de participación. Consejos consultivos, mesas temáticas, grupos de trabajo “alineados con los principios del movimiento” —así los llaman—.

Poniatowska, Taibo, Encinas: los mismos nombres, los mismos dogmas, las mismas reverencias. El decorado perfecto del teatro revolucionario: nostalgia y obediencia. Un comité de lo predecible. Una asamblea de aplausos. Le aplauden a López Obrador, eso sí.

Todo, además, antes de discutir lo verdaderamente importante: la reforma electoral. ¡La que ellos mismos formularon! Primero el show, luego la sustancia. Primero la tramoya, después la ley.

Morena legisla como gobierna: improvisando, manipulando, empujando al país con el estómago y no con la cabeza.

El problema no es solo la manipulación del calendario; es el desprecio por la inteligencia ciudadana. Nos tratan como si no entendiéramos la diferencia entre participar y ratificar. Entre decidir y aplaudir.

La revocación de mandato fue concebida como un control del poder; Morena la convierte en un ritual para renovarlo.

Grave, muy grave, lo llamó Reforma. Coincido. Nunca un mecanismo diseñado para fiscalizar al Ejecutivo había sido convertido en combustible electoral. Ni el PRI, con todo su cinismo, se atrevió a tanto.

Morena sí. Y lo hace con la misma sonrisa con la que dice “el pueblo manda” mientras acomoda el tablero.

¿Participación ciudadana? No.

Distracción institucionalizada.

Giro de la Perinola

Sale: “Revocación”.

Pierde: la democracia.

Gana: el miedo a perder el poder.