Estoy de acuerdo: Fue muchísima gente al Zócalo. Acarreada o no, ahí llegó porque muchos genuinamente sienten empatía por el presidente, otros porque ya no tienen nada que perder, pero llegaron.

Andrés Manuel López Obrador (AMLO) se habrá sentido intensamente feliz pues cumplió su sueño estilo quinceañera: que hubiera gente aplaudiéndole, luces, música, baile y show. Se habrá ido a dormir contento de saber que sus “opositores” rabiaron viendo el zócalo a tope; se habrá ido a dormir sabiéndose amado y aceptado.

Pero, ¿y al despertar? Me intriga mucho pensar o imaginar qué habrá sentido, porque alguien alguna vez me dijo: “Este presidente de tonto no tiene nada”, él sabe que la fiesta estuvo buena pero que la realidad no cambia.

A muchos nos pasa cuando organizamos una fiesta: La alegría de estar co la gente, la adrenalina de recibir a nuestros invitados, las risas y carcajadas... la música. Pero llega el día siguiente y nos sentimos vacíos y solos. Teniendo que recoger el tiradero de la noche anterior (el presidente nomás se fue directito a dormir). Entonces al día siguiente la realidad sigue. Muchos de los que invitaste a la fiesta no los volverás a ver o en mucho tiempo o quizá nunca. Porque fueron por interés o por, literalmente, ir a la “gorra” como decimos en México.

Otros de tus amigos invitados a tu fiesta seguirán ahí  en tu vida, pero será difícil saber si siguen a tu lado por amor o por interés.

Tus invitados no te querrán ni más ni menos por tu fiesta. Si les sale otra fiesta a esa misma irán con las mismas ganas que fueron a la tuya.

Entonces, quizá te preguntes si habrá valido la pena haber gastado tanto dinero en esa fiesta y te cuestionaras: ¿Para qué la hice? Después de las fiestas siempre hay un “al día siguiente”.

Acá todo sigue igual. En mi vida todo igual. Solo en la vida de los cercanos al presidente posiblemente haya esperanza. Al día siguiente nada cambia.

Claudia Santillana Rivera en Twitter: @panaclo