En síntesis: La presidenta de México sorprendió a los y las analistas globales por representar, en 2025, una izquierda atípica en América Latina, menos retórica y más técnica. Estamos ante un interesante y, ya se verá, si trascedente experimento político. Claudia Sheinbaum es una rareza: la suya es una personalidad ciento por ciento ideológica, pero racional y eficaz en un país, desde 1994, emocionalmente herido y, desde siempre, acomplejado por la inoperancia de algunas de sus principales instituciones.
Tal es mi conclusión de lo que he leído, durante todo 2025 —revisé apuntes en estos días de descanso— en diarios de Francia, Reino Unido, Alemania, España, Estados Unidos y hasta China. Google traduce al español bastante bien cualquier idioma.
Prensa francesa. Sheinbaum es vista como una paradoja: izquierda racional que gobierna un país con profundas tensiones políticas y sociales, en el que habitan decenas de millones de personas pobres y al menos 20 de los hombres más ricos del mundo.
Prensa del Reino Unido. La presidenta garantiza estabilidad sin estridencias: prioriza la administración técnica sobre el carisma.
Prensa alemana. Mientras el Estado funcione, la figura presidencial, de izquierda o de derecha, es secundaria. Así el pragmatismo germano.
Prensa española. Claudia Sheinbaum polariza, sobre todo por sus puntos de vista sobre la memoria histórica.
Prensa de Estados Unidos. Sheinbaum es una aliada pragmática que evita confrontaciones mediáticas y asegura el funcionamiento de México en asuntos bilaterales estratégicos. Se le aplaude la forma en que se ha relacionado con Donald Trump.
Prensa china. Interesa solo cuando México altera el comercio global, por ejemplo con la imposición de aranceles.
¿En el tema de la violencia, cómo comparar la imagen de Sheinbaum con la que lograron anteriores presidentes de México en la prensa internacional? Pedí ayuda a la IA para ser lo más objetivo posible.
Claudia Sheinbaum: Figura racional. Enfrenta, hasta hoy con éxito, una fuerte violencia estructural heredada. Ha podido conciliar seguridad y derechos. La inseguridad sigue siendo el mayor problema, pero la presidenta, pragmática, la ataca sin ideología, con técnica policiaca y, para que la política no lo complique todo, manteniendo un diálogo institucional con actores de relevancia afectados en sus intereses por la violencia, como los del sector empresarial.
Andrés Manuel López Obrador: Muy cuestionado por su lema de “abrazos, no balazos”. Se duda de la efectividad real de su estrategia de no combatir abiertamente a las mafias. Es la mancha que más afea a su gobierno de transformación.
Enrique Peña Nieto: La violencia creciente y los feminicidios marcaron su mandato. Percepción en el extranjero de incapacidad para contener el crimen. Programas de seguridad sin resultados. La pregunta es si podía ser eficiente en este tema alguien más interesado en cuidar su apariencia, sobre todo su peinado.
Felipe Calderón: Guerra al narcotráfico intensa y cuestionada, motivada por la necesidad de que se olvidara el fraude electoral que lo llevó al poder. Altos costos humanitarios. Percepción de gobernabilidad débil. Su gran crisis llegó años después, cuando se sentenció en Estados Unidos a su principal colaborador, Genaro García Luna, por haber trabajado para el narco.
Vicente Fox: Violencia moderada pero creciente. Sus estrategias fueron consideradas insuficientes por analistas europeos y de Estados Unidos. Generó mucha esperanza cuando democráticamente ganó, por el PAN, la presidencia. Fue la primera vez que el PRI no gobernó a México. Terminó su gestión como una gran decepción por el fraude electoral de 2006.
Ernesto Zedillo: Violencia bastante menor que con Fox, Calderón, EPN, AMLO y Sheinbaum. Pero su gobierno, que pretendió ser el del orden institucional, será recordado por la masacre de civiles indefensos en Acteal, un histórico caso de violencia paramilitar. Su reforma del poder judicial no acabó con la corrupción que ha permitido a tantos delincuentes quedar sin castigo.
Carlos Salinas: Cambió a México el tratado de libre comercio con Estados Unidos y Canadá, del que sigue dependiendo nuestra economía. No enfrentó altos niveles de violencia, pero falló al combatir profundas desigualdades que hicieron crisis en el año 1994. La rebelión zapatista y el magnicidio de Colosio siguen provocando dolores lacerantes que atrasan a nuestra nación.
Conclusión ampliada.
Desde 1994, por el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, México ha tenido un papel relevante en la escena internacional. El TLCAN fue la penúltima gran aportación del PRI al desarrollo nacional. La última se dio en el año 2000, cuando el viejo sistema permitió la llegada de otro partido a la presidencia, el PAN.
Desgraciadamente, con la transición de PRI a PAN poco se modificó para bien en México, y en más de un sentido todo empeoró. Los escándalos de corrupción y de violencia caracterizaron al PRIAN, régimen creado por Zedillo que se mantuvo vigente desde 2000 hasta 2018.
El cambio más radical llegó con Andrés Manuel López Obrador, pero sus políticas, sobre todo las relacionadas con la violencia, han sido muy cuestionadas por ineficaces.
En 2025, la izquierda, con Claudia Sheinbaum en la presidencia, consiguió lo que tanta falta hacía: eficacia. A la presidenta se le ha reconocido en el mundo por su pragmatismo que no renuncia a la ideología. La prensa, no solo la de Estados Unidos, sino la de todas partes, la ha elogiado por la forma en que ha llevado la relación con el gobierno de Donald Trump. Otros líderes de izquierda en América Latina, como el brasileño Lula, no han encontrado el tono para el mejor entendimiento con el polémico gobernante estadounidense.
En 2025, la presidenta Sheinbaum ha significado un hito histórico en materia de género. También, un importante nuevo estilo en relación a sus predecesores: la presidencia pasó de estar monopolizada por políticos tradicionales, en el mejor de los casos tecnócratas alejados de la realidad económica, a estar encabezada por una persona con formación científica sólida, pero comprometida con los grupos más vulnerables. Su currículo técnico ha marcado inclusive una diferencia fundamental con el fundador del proyecto de izquierda, AMLO. La suma de todo lo anterior ha generado para México una imagen de país confiable.



