Algunos miembros del oficialismo han salido a los medios de comunicación con el mandato de justificar la desaparición de la representación proporcional en el Congreso mexicano. Entre sus argumentos se encuentra el de reducir el costo legislativo. A su vez, esgrimen la idea de que otros parlamentos nacionales, tales como el estadounidense o el británico, no cuentan con diputados plurinominales.

No se equivocan, al menos en esto. Los congresos nacionales de Estados Unidos y Gran Bretaña, bajo el principio de “the winner takes all”, están conformados solo por los ganadores de mayoría. En el momento presente el Partido Republicano y el Partido Laborista cuentan con mayorías en los parlamentos en Washington y Westminster, respectivamente.

El caso británico, empero, merece una atención especial pues a pesar de que los laboristas apenas ganaron con una estrecha mayoría en términos de votos totales, gozan del control de más de la mitad de los asientos en la Cámara de los Comunes.

El caso de México es bien distinto. Por un lado, a diferencia de la historia parlamentaria de los Estados Unidos y de Gran Bretaña, nuestro país ha sido víctima, desde las primeras décadas de la vida independiente, de golpes de Estado, cuartelazos, presidentes omnipresentes, autoritarismo presidencial, socavación del poder parlamentario y captura del Poder Judicial.

En contraste, los regímenes parlamentarios en Estados Unidos y Gran Bretaña, a pesar de sus vaivenes, han atestiguado la presencia de una relativa estabilidad, estado de Derecho y de la existencia de un sistema efectivo de partidos que ha obstaculizado cualquier intento de dominio hegemónico por parte de una facción, a la vez que la estabilidad de sus cortes federales ha hecho improbable cualquier abuso por parte del poder Ejecutivo, o en el caso británico, del primer ministro y de su gabinete.

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En otras palabras, la existencia de los plurinominales en México se entiende como una respuesta del sistema ante su historia misma; una historia marcada por un fortísimo sistema presidencialista y por un partido hegemónico que dominó el escenario político mexicano desde el fin de la Revolución Mexicana hasta el inicio de la transición en 1997, y donde los intereses de las minorías eran atropellados por una mayoría aplastante.

La desaparición de los plurinominales y su remplazo por un sistema más cercano al estadounidense o británico representaría un retroceso en términos democráticos, de defensa de las opiniones minoritarias y conduciría eventualmente a la perpetuación de un nuevo partido en el poder.