En un mundo saturado de datos, algoritmos y discursos mediáticos, con imágenes milimétricamente diseñadas, el carisma emerge como ese rasgo esquivo y poderoso que convierte a los líderes en símbolos y a las ideas en movimientos colectivos.

El 1 de agosto pasado, el Financial Times publicó “The Art of Charisma”. Henry Mance explora este fenómeno, subrayando que no es una mera cualidad estética ni un atributo misterioso: es un factor de influencia real que ha demostrado inspirar a personas más allá de lo que incluso las recompensas materiales pueden lograr.

El hallazgo es provocador: la inspiración, cuando está acompañada de carisma, puede ser más movilizadora que el dinero.

1. ¿Qué es el carisma y por qué hoy importa más que nunca?

Olivia Fox Cabane, en “The Charisma Myth: How Anyone Can Master the Art and Science of Personal Magnetism”, identifica tres ingredientes fundamentales del carisma: presencia, poder y calidez. Desmonta el mito de que el carisma es un don innato; al contrario, es un conjunto de comportamientos aprendibles que, con práctica y conciencia, se pueden desarrollar.

La psicología social respalda esta visión. Alex Haslam y Michael Platow, en sus estudios sobre liderazgo, sostienen que el carisma no se “posee” individualmente: se confiere desde los seguidores. Es decir, alguien se vuelve carismático cuando logra representar una identidad compartida, encarnar los valores de un grupo y reflejar el “nosotros” colectivo. El carisma, entonces, es tanto relacional como simbólico: un puente entre el individuo y la comunidad.

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El carisma es un elemento esencial del liderazgo transformacional. Inspira a los equipos a lograr más de lo esperado. Tiene cuatro ejes: influencia idealizada, motivación inspiradora, estimulación intelectual y atención personalizada. El carisma no es adorno: es el motor que conecta la visión con la acción.

2. El poder y el peligro del carisma

El carisma es magnético, pero también ambivalente. Su capacidad de movilizar energías colectivas puede generar innovación, cohesión y esperanza; pero, en exceso o sin contrapesos, puede derivar en dinámicas de adoración peligrosa.

Investigadores de la Universidad de Cambridge advierten sobre este “lado oscuro del carisma”: la mezcla de admiración y culto al líder puede desembocar en egocentrismo, populismo o manipulación emocional. Max Weber, el gran sociólogo alemán, ya había alertado sobre este fenómeno: los líderes carismáticos rompen normas establecidas y convocan a “nuevas creencias”, lo cual puede abrir horizontes inéditos… o abismos.

Peter Drucker decía que el carisma puede ser peligroso cuando fascina pero carece de sustancia. El siglo XX está lleno de ejemplos: líderes magnéticos que, envueltos en retórica encendida, llevaron a sociedades enteras hacia la destrucción. El carisma, sin ética ni instituciones sólidas, se convierte en un arma letal.

3. ¿Inspirar o encandilar? La balanza ética del carisma

El Programa de Negociación de Harvard (PON), en su estudio “Charismatic Leadership: Weighing the Pros and Cons”, analiza precisamente esta tensión. El carisma es una herramienta poderosa, pero de doble filo: puede inspirar innovación, resiliencia y cohesión, pero también conducir a la sobreconfianza, la obediencia ciega y la erosión del pensamiento crítico.

La conclusión es clara: el liderazgo carismático requiere conciencia ética, transparencia y responsabilidad. Ser magnético no basta; es necesario saber para qué se utiliza esa influencia. El carisma debe alinearse con un propósito colectivo y no con la vanidad individual.

4. Carisma como habilidad enseñable

La buena noticia es que el carisma puede aprenderse y cultivarse. Olivia Fox Cabane propone ejercicios prácticos para desarrollar presencia (escuchar de verdad, estar en el momento), poder (mostrar confianza y determinación) y calidez (transmitir empatía y cercanía). John Maxwell, en “The Charismatic Leader: 21 Skills to Connect with People”, ofrece un enfoque complementario: interesarse genuinamente en los demás, invertir en sus vidas, y convertirse en alguien con quien la gente desea vincularse.

A lo largo de los años, he leído muchos libros sobre el tema. “Cues: Master the Secret Language of Charismatic Communication” de Vanessa Van Edwards enseña a leer y a emitir señales no verbales que generan conexión inmediata.

“The Like Switch: An Ex-FBI Agent’s Guide to Influencing, Attracting, and Winning People Over”, de Jack Schafer y Marvin Karlins, aplica técnicas de persuasión desarrolladas por el FBI para construir confianza rápidamente.

“Charisma On Command: Inspire, Impress, and Energize Everyone You Meet”, de Charlie Houpert, desmitifica el carisma y lo traduce en comportamientos accesibles para cualquiera.

Estos textos coinciden en una idea central: el carisma no es un truco de espectáculo, sino una competencia social que integra lenguaje verbal, comunicación no verbal y empatía.

5. El “punto ideal” del carisma

No todo carisma es positivo: “demasiado poco” vuelve a los líderes irrelevantes, “en exceso” los vuelve sospechosos o manipuladores. El carisma eficaz requiere equilibrio: suficiente para inspirar, pero no tanto como para eclipsar la razón o sofocar la crítica.

Una investigación de Jochen Menges, de la Escuela de Negocios Judge de Cambridge, explora el “poder y peligro del liderazgo carismático”. Si bien el carisma puede impulsar la unidad y el propósito, puede generar dependencia, arrogancia y abuso de poder. Identificó cuatro conductas que construyen carisma: uso de narrativas y metáforas, desempeño excepcional, capacidad de replantear problemas y conductas auto-sacrificiales. Estas estrategias potencian la conexión emocional, pero pueden también fomentar culto personal si no se acompañan de competencia técnica y ética institucional.

6. Carisma en la política y la esfera pública

En política, el carisma es la línea divisoria entre líderes que inspiran y aquellos que pasan inadvertidos. Barack Obama sedujo con discursos que apelaban a la esperanza colectiva; Donald Trump movilizó con retórica directa y confrontacional; Jacinda Ardern proyectó calidez y empatía en momentos de crisis. Cada uno, a su manera, utilizó presencia, poder y calidez para conectar con audiencias diversas, incluso cuando la solidez de sus propuestas fuera cuestionada.

Max Weber sigue vigente: el carisma es validado por los seguidores, no proclamado por el líder. Se trata de una transacción emocional y simbólica, un pacto de confianza que puede ser frágil o duradero, dependiendo de los resultados.

7. Carisma en el mundo corporativo

Las empresas de clase mundial han redescubierto la importancia del carisma en tiempos de disrupción y teletrabajo. Un CEO con carisma no solo atrae talento, sino que inspira compromiso en un entorno donde las jerarquías son más planas y las interacciones más virtuales.

Satya Nadella, de Microsoft, encarna el carisma sobrio: combina calidez con visión transformadora, inspirando tanto a empleados como a accionistas. Indra Nooyi, ex-CEO de PepsiCo, proyectó empatía y cercanía, vinculando las metas corporativas con propósitos humanos. Elon Musk, en su versión más polémica, demuestra el poder del carisma para movilizar inversores, ingenieros y consumidores hacia visiones disruptivas, aunque con riesgos de sobreexposición y narcisismo.

En un entorno empresarial donde la Inteligencia Artificial y la automatización amenazan con deshumanizar procesos, el carisma se vuelve un diferenciador competitivo. Liderar con empatía, visión y autenticidad no solo atrae clientes y empleados, sino que crea comunidades en torno a las marcas.

8. Carisma en la cultura contemporánea: de “rizz” al carisma digital

Entre los jóvenes, la palabra “rizz” —popularizada en TikTok y adoptada por el Oxford Dictionary en 2023— es la nueva forma de hablar de carisma: la habilidad de generar atracción y conexión auténtica. La cultura digital ha democratizado el carisma: ya no se trata de discursos grandilocuentes, sino de microinteracciones que transmiten autenticidad en videos de 30 segundos.

Esto plantea un reto: ¿cómo sostener un carisma auténtico en entornos donde la imagen y la inmediatez predominan? La respuesta parece estar en la coherencia: ser la misma persona en lo presencial y lo digital, proyectar integridad y conexión genuina, incluso en el espacio virtual.

9. Carisma con presencia auténtica

James Scouller, con su modelo de “tres niveles de liderazgo”, subraya la diferencia entre el carisma superficial y la presencia auténtica. El primero se centra en impresionar; la segunda, en inspirar desde la coherencia interna. El carisma auténtico integra competencia técnica, actitud de servicio y autoconciencia emocional. Es el carisma que no deslumbra, sino que construye confianza.

10. ¿Por qué importa el carisma hoy?

En la era de la saturación mediática y la sobreinformación, el carisma importa porque:

Conecta en medio del ruido. Entre datos y algoritmos, corta el exceso y genera atención genuina.

Inspira en empresas horizontales o equipos remotos. Es clave para influir sin jerarquías rígidas.

Genera energía colectiva. Moviliza emociones y cohesiona en tiempos de crisis.

Frente a la tecnología, recuerda la centralidad de lo humano.

Construye liderazgo ético y sostenible.

El carisma con propósito se convierte en legado; sin integridad, es un espectáculo vacío.

Javier Treviño en X: @javier_trevino