Beatas tabasqueñas en guerra contra el bel canto

En dos artículos anteriores he usado una famosa ariaLa donna é mobile de la ópera Rigoletto de Giuseppe Verdi para entender el estado de ánimo del presidente López Obrador ante el duelo de patadas bajo la mesa de quienes aspiran a ocupar su cargo en Palacio Nacional. La verdad de las cosas es que el presidente se divierte. De ahí la relación con Rigoletto, cuyo libreto, seguía he leído, se inspiró en un drama de Víctor Hugo, El rey se divierte.

Mencioné que si me equivocaba en algún dato relacionado con La donna é mobile me iba a corregir el tenor Héctor Palacio, colaborador de SDPNoticias. No me corrigió, pero me contó lo que pasó en junio de 2012, antes de un concierto operístico celebrado en la catedral de Villahermosa, en el aniversario de la fundación de la ciudad; el primero de tal categoría en ese templo, por cierto.

Villahermosa es la capital del estado donde nació el presidente AMLO. Vale la pena que Andrés Manuel conozca lo que hicieron algunos de sus paisanos y algunas de sus paisanas cuando se anunció que un tenor y una soprano cantarían ahí, bien cerquita del Señor de Tabasco, que así se llama la encarnación de Cristo en dicha catedral.

Héctor Palacio —tabasqueño como el presidente de México— cuenta divertido que cuando en Villahermosa se conoció la noticia del concierto de ópera, hubo fuerte oposición, de parte de integrantes de la feligresía, a que se realizara dicha presentación, pues la veían como una ofensa al ya mencionado Señor de Tabasco.

Los organizadores del evento tuvieron que hablar con el obispo y este con los parroquianos para hacer posible que cantaran el tenor Héctor Palacio y la soprano Marcela Chacón, acompañados al piano por Juan Pablo Sandoval.

A pesar de la intervención del obispo, la terca feligresía de Tabasco no se rindió —por lo visto, mucha gente en esa entidad comparte la terquedad de Andrés Manuel, que es la principal característica de la personalidad del presidente—. Así las cosas, durante el desarrollo del concierto un par de beatas fueron tras bambalinas a reclamar a los cantantes. Lo cual significó un momento de confusión y tensión. Afortunadamente, aunque no resultó fácil, la intervención de ciertos curas evitó que aquello se saliera de control.

Es importante señalar que en algunas de las grandes ciudades del mundo, como Nueva York en América, y sobre todo en Europa –en las principales urbes de Francia, Italia, Suecia, Alemania, etcétera-, las iglesias son espacios donde se realizan infinidad de conciertos. En casi todas ellas se dan programas de música clásica. No hay ninguna ofensa en ello a ningún señor, santo o virgen —ni tampoco a ninguna santa no virgen, que no es pecado tener relaciones sexuales—; al contrario, se anima el espíritu de las personas asistentes al concierto.

Presento enseguida un video de Héctor Palacio cantando en la catedral de Tabasco el aria de Verdi. Lo grabó alguien del público. Aclaro que se oye una suerte de murmullo porque el calor en Villahermosa es tan fuerte en junio —en realidad, durante todo el año—, que la organización colocó enormes ventiladores para refrescar al auditorio que abarrotó la nave principal y aun tuvo que instalarse una pantalla en el atrio para que disfrutaran quienes no pudieron ingresar.

Salvador Camarena sube al monte Everest del columnismo y canta el aria AIFA a sus amigos

Silvia Colomé, en La Vanguardia, de Barcelona, escribió lo siguiente sobre el aria Ah, mes amis de La fille du régiment de Donizetti: Es “una de las más espectaculares y difíciles del repertorio belcantista, toda una quimera de la lírica al alcance solo de unas pocas voces privilegiadas y extremadamente educadas”. En Wikipedia a esa aria la llaman “el monte Everest de los tenores” porque exige nueve Do de pecho, aunque hay especialistas que aseguran que solo son cinco, “si se tiene en cuenta que la letra no cambia y que podría tratarse de una misma nota prolongada”, como apunta la periodista del diario catalán. Yo no sé de eso.

Ah, mes amis significa “Ah, amigos míos”. Reproduzco en español lo que canta Tonio, quien se hizo soldado para poder casarse con su amada:

¡Ah, amigos míos, qué día de fiesta!

Caminaré bajo sus banderas

El amor, que ha girado mi cabeza

ahora me convierte en héroe

Ah, qué felicidad, sí, mis amigos

¡Caminaré bajo sus banderas!

Aquella por quien respiro

A mis deseos se dignó sonreír

Y esta dulce esperanza de felicidad

turba mi razón y mi corazón. ¡Ah!

Aria:

Por mi alma

¡Qué destino!

¡Tengo su llama,

y tengo su mano!

¡Próspero día!

Aquí estoy

militar

militar

¡y marido!

¡Militar y esposo!

Por mi alma

¡qué destino

tengo su llama,

y tengo su mano!

¡Lo juro!

Por mi alma

¡Qué destino!

¡Tengo su llama,

y tengo su mano!

¡Próspero día!

Aquí estoy

militar

militar

¡y marido!

¡Militar y esposo!

¡Militar!

El monte Everest del columnismo en México es hablar bien del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles. Periodista que lo hace es fuertemente criticado porque, sin duda, ha sido exitosísima la propaganda en contra de esa obra extraordinaria, que la gente se resiste a utilizar.

De ahí que valga la pena lo que Salvador Camarena narró a sus amigos. Y es que, dice, “cuando le cuento a mis amigos que fui al AIFA, y que no sólo fui, sino que tomé un vuelo ahí, me ven como si –ahora sí– me hubiera vuelto loco”.

Como en el aria de Donizetti, el columnista Camarena utiliza nueve Do de pecho para explicar lo que es el AIFA.

¿Le creerán sus amigos a Salvador Camarena, quien publica artículos en El Financiero y en El País, estudió periodismo en la Universidad ITESO, trabajó en Reforma y en El Universal y, el colmo para un periodista profesional, fue director de investigación de MCCI, la asociación civil que, según la izquierda, fue fundada por Claudio X. González con el único fin de lavar el cerebro a la gente de derecha en México —recibe, por cierto, algún financiamiento de Estados Unidos, según ha denunciado el presidente AMLO, algo que personalmente no considero ilegal, pero que quizá se ve mal.

Pues bien, el señor Camarena se trasladó al Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, se subió a una avión —creo que de Aeroméxico—, y voló a otra ciudad.

√ Primer Do de pecho: Salvador Camarena disfrutó la experiencia.

√ Segundo Do de pecho: Salvador Camarena “volvería a volar desde ahí en próximos viajes”.

√ Tercer Do de pecho: Salvador Camarena vio que “el AIFA está limpio, no como el muladar que es el Benito Juárez”.

√ Cuarto Do de pecho: A Salvador Camarena le consta que llegar al AIFA “no fue una aventura azarosa, demasiado tardada o tortuosa”. Sugiere que hizo 50 minutos desde el Parque Lincoln; un tiempo bastante razonable.

√ Quinto Do de pecho: Salvador Camarena da a conocer varias rutas para trasladarse al AIFA: “El chiste para llegar es Circuito Mexiquense. Ya sea desde el Periférico Norte (hasta la Bacardí, en Cuautitlán) y ahí tomar Circuito Mexiquense a la derecha. O por Insurgentes Norte: puedes irte ya sea por Siervo de la Nación (autopista nueva, elevada, de cuota) o por la México-Pachuca”.

√ Sexto Do de pecho: Salvador Camarena se dio cuenta de que “el AIFA es una ciudad con aeropuerto. El predio es enorme. Enoooorme”.

√ Séptimo Do de Pecho: Salvador Camarena recomienda un podcast, Así como suena, en el que habla de los baños del AIFA y los califica como un exitazo: sí, los baños de luchadores, María Félix, Pedro Infante, etcétera, en los que se toman fotos todas las personas que utilizan ese aeropuerto.

√ Octavo Do de Pecho: los militares tratan muy correctamente a los pasajeros —no lo dice Camarena en su texto de El Financiero ni escuché lo que expresó al respecto en el podcast, pero por mi propia experiencia estoy seguro de que esa es su opinión, que por lo demás queda sugerida en su columna—.

√ Noveno Do de Pecho: Salvador Camarena hace sugerencias sensatas al general Isidro Pastor, director del AIFA, y al presidente López Obrador: (i) debe mejorarse la página web del Felipe Ángeles; (ii) AMLO debe dejar de ser “el peor publicista del Felipe Ángeles”…, en este juicio estoy más que de acuerdo con el columnista, ya que no se justifica que Andrés Manuel no haya volado desde el AIFA, claro que no; (iii) los militares deben permitir que la gente use Uber, servicio de taxis que puede dejar pasaje pero no recogerlo, algo inadmisible, y (iv) debe bajar el precio del estacionamiento.

Posdata

Sugiero a Salvador Camarena un décimo Do de pecho para sus amigos que lo ven como si estuviera loco por haber volado desde el AIFA: entrevistar a gente del sector privado que ha aterrizado y despegado desde el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles en sus propios aviones. Me ha dicho un empresario que ahí llegó: “De plano, no volveré a utilizar Toluca en cuanto esté terminado completamente el FBO” —para quienes no lo sepan, y yo no lo sabía, aclaro que así, FBO, es como llaman a las terminales exclusivas para la aviación privada, que en el AIFA lleva un avance del 90%—.

La gente con recursos económicos sobrados —o quienes por su trabajo ejecutivo así lo requieren— suelen usar helicópteros después de aterrizar en Toluca. El problema es que a veces, por el clima, es muy peligroso o inclusive imposible volar en helicóptero desde la terminal toluqueña. La ubicación del AIFA facilita mucho más los vuelos en ese tipo de aeronaves.

Y está el tema de la distancia en coche. Sin tráfico, el trayecto de Toluca a Polanco puede ser más o menos rápido, pero no son anormales los embotellamientos en Santa Fe que convierten el recorrido en un infierno. Y no hay opciones. En cambio, del AIFA a Polanco existen diferentes rutas, como lo comentó el columnista de El Financiero; he usado varias. Y pronto se podrá llegar en tren al centro de la CDMX .