Desde que tengo memoria, algo que siempre se escucha en las calles es la falta de mejores sueldos, transporte que no falle, oportunidades reales para las y los jóvenes, seguridad económica para las familias y reglas claras para quienes invierten y generan empleo.
Pero, ¿qué pasaría si escuchamos activamente para marcar una diferencia real?
No me refiero a solamente oír, como cuando pasa una moto y deja detrás el sonido del motor; me refiero a sentarnos y de verdad escuchar. Por un lado, a quienes se duelen de la falta de oportunidades y, por otro, a quienes mueven la economía diariamente: empresarios, comerciantes, cámaras, productores, emprendedores, académicos, trabajadores…
Últimamente, me he dado cuenta que hoy existe una voluntad de construir, sumar y empujar hacia el mismo objetivo: que a nuestro bolsillo le vaya mejor. Y me parece algo inteligente y extraordinario porque, ¿quién no quiere que le vaya bien?
El primer paso para avanzar, es escuchar, conciliar y acordar. Ejemplo de ello es el Estado de México, donde la gobernadora ha abierto la puerta al diálogo y, sobre todo, ha permitido que las ideas sean escuchadas y discutidas, para así darles oportunidad de convertirse en acciones.
Reconocer avances, lejos de ser un tema político, es un acto de responsabilidad. Porque cuando algo se está haciendo bien, hay que voltearlo a ver y por ahí seguir construyendo.
Escuchar activamente es la base por la que han nacido nuevas ideas, proyectos y acciones reales. Por ejemplo, la sociedad civil pidió fortalecer la formación en temas ambientales porque la economía está cambiando y los empleos verdes ya son una realidad. En vez de ignorarlo, impulsamos una reforma para atender esa necesidad. Escuchar nos permitió movernos rápido.
Con la vivienda para jóvenes pasó algo similar. Supimos que necesitaban un respiro para poder siquiera pensar en adquirir una casa. Por eso impulsamos una iniciativa para que las y los jóvenes mexiquenses puedan acceder a una vivienda digna sin esperar una eternidad. Nada de estas propuestas nacieron de la nada o por casualidad: surgen de escuchar.
¿Te ha pasado que te quejas de que los estacionamientos no son gratuitos? Y ni se diga del caos vial que a veces causan por el simple hecho de ser de paga. También lo supimos, escuchamos y actuamos impulsando una reforma de ley para que estos sean gratuitos, entre otros beneficios.
Hoy trabajamos iniciativas que atienden las necesidades de las familias mexiquenses sin afectar el ingreso de quienes también generan riqueza.
Todo esto nos lleva a una conclusión que vale la pena repetir: escuchar, escuchar y escuchar para en conjunto avanzar. Las familias, sociedad civil y privada, las juventudes, las y los trabajadores… todos formamos parte del mismo esfuerzo.
La política no debería servir para estorbar, sino para construir puentes. Para convertir las necesidades reales en acciones que ayuden. Para lograr que la inversión que llega se transforme en empleos, mejores servicios y mayor bienestar.
Eso es escuchar el bolsillo: no solo ver números, sino entender qué vive la gente, qué necesita, qué sueña y qué le preocupa.
Tengo esperanza en lo que viene. Porque cuando hay voluntad de escuchar, cuando se suman esfuerzos, cuando los gobiernos abren la puerta a las buenas ideas y cuando el sector privado y la sociedad civil participan, avanzamos más rápido y con más fuerza.
Mi compromiso con el Estado de México es claro: seguir construyendo acuerdos, seguir escuchando, seguir sumando y seguir empujando para que el desarrollo se convierta en bienestar y oportunidades para todas y todos.
Porque aquí cabemos todos. Y si caminamos del mismo lado, todos ganamos.



