En términos de su Constitución, la República de Cuba se pronuncia por un Estado Socialista de derecho y justicia social; su régimen político establece al partido comunista único, martiano, fidelista, marxista y leninista como la fuerza política dirigente superior de la sociedad y del Estado.

De suyo, la condición de régimen de partido único establece una visión excluyente, dogmática y contrario a la economía de mercado, pues proclama un sistema de economía socialista basado en la propiedad de todo el pueblo sobre los medios fundamentales de producción. En ese sentido el imperativo de la justicia social tiene supremacía sobre cualquier expectativa a favor de un régimen de libertades y de carácter democrático.

La Revolución cubana tuvo tal resolución. Como respuesta de parte de los Estados Unidos ocurrió el injusto bloqueo económico a ese país; el pronunciamiento del gobierno de México en contra de esa medida unilateral y arbitraria es loable, pero no lo es encomiar a un gobierno y a quien lo representa, cuando con sustento en la dictadura que ha instaurado, violenta los derechos humanos, tiene presos políticos, proscribe la disidencia, la oposición y la pluralidad.

Pablo Milanés, una de las grandes glorias artísticas de Cuba, abandonó su país y enderezó críticas fuertes al régimen cuando, antes de morir en España, dijo que la revolución había extraviado el camino, que el sistema había fracasado rotundamente; sin duda así fue, perdió su mística y quedó en su lugar la cara dura del orden impuesto y arbitrario.

Difícil entender un pronunciamiento a favor de ese gobierno, justo cuando en México se intenta debilitar a la democracia electoral a través de una deforma -que no reforma- que intenta dejar en una nadería al Instituto Nacional Electoral, INE, como una forma de dejar en la nada a una institución clave para que México pasara de los reiterados conflictos y alegatos sobre la legalidad y legitimidad de los comicios, a otra fase caracterizada por la regularidad democrática, la pluralidad política y la alternancia en el poder.

El pueblo cubano tiene un sólido ensamble con el mexicano en un recorrido que va por la cultura, la música, el peso de un pensador insigne como Martí, y de muchas otras manifestaciones que pasan por el deporte y los avances científicos; pero encontrar identidad y encomio a su gobierno resulta insostenible, si es que nosotros nos seguimos pronunciando a favor de la República, de la democracia y de las libertades.

La participación de los médicos cubanos en nuestro país es un servicio profesional que se paga, como también ocurre con vacunas que han sido adquiridas para aplicarse en México. Difícil suponer que ello merece distinguir a un gobierno de carácter totalitario y de partido único.

¿Cuál es el mensaje que se envía en la coyuntura de las elecciones de 2024? y cuando se pretende hacer imperar el criterio del gobierno para organizar las elecciones y para desaparecer restricciones a su abierta promoción política a favor de su partido, casi en la perspectiva de mirar con admiración al régimen de partido único, o en la vía de reponer un sistema de partido hegemónico. Lo uno o lo otro contraviene la historia reciente de México, en cuanto al esfuerzo realizado por todas las corrientes políticas y de pensamiento para dotar al país de instituciones democráticas.

El cariño a Cuba es inalterable pues se nutre de grandes venéreos que lo alimenta a través de la historia, con páginas llenas de heroicidad y patriotismo como ocurrió con quien fue yerno de Juárez y que protegió a su familia, Pedro Santacilia, nacido en Santiago de Cuba. Los flujos migratorios de personalidades entre ambos países fueron durante el siglo XIX y primeras décadas del XX, fuente de desahogo y de refugio para encauzar luchas y ganar protección.

Al pueblo cubano hay que glorificarlo, vive en condiciones de asfixio y de restricciones propiciadas por dos brazos; uno es el bloqueo económico y, el otro, el carácter autoritario de su gobierno. Aunque la Constitución cubana instituye un partido único que entre sus apellidos está el martiano, deberá recordarse que José Martí fue un hombre libertario y con una visión a favor de las libertades, en contra de asumir el precio social y cultural de subordinar al individuo a un colectivo; fue crítico de la demagogia enmascarada que utilizaba diatribas hipócritas para engatusar a los pobres y alcanzar el poder político, de modo de dejar dudas serias respecto de su vinculación con el marxismo, y más bien de crítica sólida a él.

La asociación marxista y la martiana que contiene la definición del régimen cubano, parece corresponderse con la peculiaridad mexicana de encomiar a un gobierno opuesto a la democracia y a las libertades.

La primera etapa de la Revolución Cubana despertó en su país y en los sectores de avanzada de Latinoamérica una expectativa positiva de justicia social que generó una alternativa de desarrollo frente a las opciones propias de la democracia liberal, la economía de mercado y de las dictaduras de derecha. Su utopía hablaba de generar al hombre nuevo, pero sus resultados motivaron deserciones notables de quién antes los defendiera con pasión, como fue el caso de Pablo Milanés. A estas alturas, rendir homenaje a su gobierno ofende a la democracia y abre más sospechas sobre la naturaleza del gobierno mexicano.