Don Federico Arreola ha llamado en su columna “envidia” a lo que es, desde una perspectiva jurídica feminista, abuso de la ley aplicada selectivamente y con peor intensidad en contra de Claudia Sheinbaum, a diferencia de la permisividad hacia otros aspirantes a la presidencia.

Un error analítico es mezclar estereotipos patriarcales, como la envidia, con asuntos de ley, como el muy admirado director de este medio publica en su columna. El origen del asunto es que, en su lectura, las declaraciones de la consejera electoral Claudia Zavala ante la revista Proceso sobre las infracciones a la ley electoral de Claudia Sheinbaum tienen más que ver con rechazar a la segunda como candidata presidencial y empedrarle el camino, que con la legislación y resoluciones del Tribunal Electoral.

Y ciertamente, nadie podría restringir las aspiraciones presidenciales de la jefa de gobierno, a menos que el Tribunal Electoral así lo determinara. En todo caso, sería el Tribunal y no la consejera del INE Claudia Zavala quien lo haga. La homónima en el Instituto Nacional Electoral tiene una larga trayectoria como jurista, se ha mantenido más cercana a la academia y a las universidades que a los partidos políticos o a las aspiraciones representativas.

Muy injusto que se pretenda construir una falsa noción de envidia entre dos mujeres que ni siquiera compiten. Don Federico en otros textos ha hablado de la envidia en el poder como algo propio de políticos que quieren, pero no pueden; sin embargo, es machista tildar de envidiosa a Claudia Zavala más por ser mujer que por ser política, pues nunca ha tenido ese tipo de aspiraciones. Y es que la envidia, según el diccionario de Oxford, es un “sentimiento de tristeza o enojo que experimenta la persona que no tiene o desearía tener para sí sola algo que otra posee o “deseo de hacer o tener lo que otra persona tiene.”

Probablemente Lorenzo Córdova tenga envidia de Claudia Sheinbaum pues a diferencia de Zavala, que es una profesional, Córdova si se ha enlistado en las filas de opositores con “Sí por México” y hasta ha participado dentro de encuestas aspirando a una candidatura presidencial.

EL asunto es que pocas son las quejas que se hayan traducido contra Marcelo Ebrard o Ricardo Monreal por los mismos actos que hace Claudia Sheinbaum, ni hablar de las declaraciones de Ricardo Anaya o Claudio X. González. A los anteriores, por cierto, igual se les ha señalado de violar la ley al realizar actos anticipados de campaña, pero bajo la visión misógina, ni los hombres con desventajas van a envidiar a una mujer ni entre ellos se envidian. La envidia parece reservada a las mujeres así como la aplicación mucho más severa y estricta de la ley.

El estereotipo machista de la envidia reserva ese sentimiento únicamente para mujeres entre mujeres, sugiriendo que, por el simple hecho de serlo, debe existir una competencia. La interpretación de la envidia, además de todo, le asigna calificativos para demeritar a una mujer ante otra (aun cuando entre ellas existan aspiraciones abismalmente distintas). Dice don Federico Arreola que “Es envidia, claro que sí. No soporta Claudia Zavala —quien solo ha sido burócrata— que Claudia Sheinbaum tenga una trayectoria tan destacada en la ciencia, en la lucha social y en la administración pública” cuando en realidad, Claudia Zavala ha tenido interés por la profesionalización de la administración pública y le dice “burócrata” despectivamente como si no fuese la burocracia un cuerpo que hace funcionar al país, principal equipo de presidentes y principales servidores de la nación.

Esta columna encuentra más similitudes que diferencias entre las Claudias: las dos han dedicado su vida a profesionalizarse académicamente y servir al pueblo, de distintas maneras; las dos han cursado en México y en el extranjero, Zavala ha realizado cursos en España, me consta por haber compartido un breve lapso en la Universitat de Gerona con ella; las dos son mujeres que han luchado por el reconocimiento de otras mujeres y por la igualdad de género.

Y la única diferencia —por la que claramente, los contactos de don Federico no conocen a las dos Claudias de la misma manera— es que Claudia Sheinbaum aspira a gobernar el país brindando continuidad al proyecto de transformación más popular de las últimas décadas, siendo la única mujer con posibilidades reales de ser la primera presidenta mientras que Claudia Zavala nunca ha aspirado a un cargo de elección popular ni a formar parte de un partido; ha aspirado a brindar su mejor desempeño en el Instituto Nacional Electoral para velar por la voluntad del pueblo y por la estricta aplicación de la legislación electoral, el cuidado de los principios constitucionales de “equidad en la contienda” y respeto al Estado de derecho. Aspiraciones muy distintas, pero no por eso, menos valiosas. Al contrario. Fundamentales, ambas.

Por cierto. La declaración que ha indignado tanto dice en Proceso así: Desde el INE advierten: la jefa de Gobierno de la Ciudad de México, Claudia Sheinbaum, mantiene un “inédito y absoluto enfrentamiento” contra las autoridades debido a sus actos proselitistas durante 2022. De continuar así en los contextos de las elecciones del Estado de México y Coahuila, la mandataria podría enfrentar “consecuencias serias” que, incluso, la podrían imposibilitar a aspirar a un cargo de elección popular, como la presidencia de la república.

Algunos interpretan una amenaza. Sin embargo, cabe recordar que quien ha sancionado previamente los tuits, declaraciones o actos que violan la veda electoral en la consulta popular y en procesos electorales de Coahuila y Estado de México, es el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación. No la consejera Claudia Zavala. Eso sí: será muy tribunal, pero las mismas disposiciones han sido blandas hacia Ebrard con su gira, mítines y declaraciones; muy blandas también con Monreal y su proyecto de nación. Hacia ellos no hay sanciones tan severas como hacia Sheinbaum, Anteres Vásquez y demás. ¿Será que en la oposición los prefieren? Lo que es un hecho es que prácticamente entre el INE y el Tribunal Electoral practican acoso judicial sancionando cada acto y declaración de Sheinbaum, mientras son omisos ante las mismas prácticas de las otras “corcholatas”.

Un abuso de la ley que, ciertamente, establece con claridad los periodos en los que es válido hacer campaña y las limitaciones para aquellos que ejercen un cargo público y que con su promoción puedan afectar la igualdad en la contienda por los recursos con los que disponen.

Y quien reformó la ley para imponer la sanción de imposibilitar a una persona aspirar a la presidencia ¡fueron Andrés Manuel López Obrador y MORENA! Lo hicieron después de que Peña Nieto hubiese podido llegar con todo tipo de recursos, influencers, estafas maestras, campañas de comunicación y compra de votos. Claudia Zavala mencionó las consecuencias contempladas en la Ley General en Materia de Delitos Electorales. Si a algún simpatizante de Morena no le gusta, puede solicitar a sus legisladores modificar la ley con las mayorías que tienen.

En otros tiempos, se celebraría tener a una consejera que acata a rajatabla lo que dice la ley, aunque en esta ocasión le hayan tildado de “envidiosa” por hacer su trabajo… a quien se debe revisar con lupa es al INE, y de paso, al Tribunal, haciendo un llamado para que así como se expresan a rajatabla, el Tribunal Electoral sancione a todos los que han iniciado anticipadamente, por igual. Claudia Sheinbaum tiene todas las de ganar respetando los tiempos de ley pues ella mejor que nadie tiene una amplísima ventaja que no se le puede negar. Su éxito electoral es posible sin más litigios por violar vedas electorales o desacatar resoluciones del Tribunal (que insisto, no son la consejera Zavala.) De hecho, si se conocieran, se llevarían muy bien. Las dos son bastante sensatas y son ejemplos, cada quien, en su respectivo ámbito, de mujeres en el poder. Los pleitos de Córdova y Murayama no tendrían que trasladarse así a una institución.

Pd.

Estoy segura que la Consejera Claudia también anhela que una mujer llegue a la presidencia, y si lo anhela, por sororidad y por historia, su único deseo sería que llegara respetando la ley y fomentando su aplicación pues antes que feminista, me parece que Zavala es una buena jurista.