No hay lugar donde me sienta más segura que en mi hogar, con mi familia. Por desgracia, en esta Navidad, en esta época donde todas deberíamos sentirnos felices, plenas y llenas de amor, hay niñas y mujeres de todas las edades sufriendo algún tipo de violencia en su propia casa, por su pareja o por algún integrante de su familia, por alguien cercano.
La Navidad suele pintarse como un tiempo de unión, de mesas compartidas, de abrazos y reconciliaciones. Sin embargo, para muchas mujeres su casa no es sinónimo de refugio, sino de miedo. Detrás de puertas cerradas, en espacios que deberían proteger, se viven gritos, humillaciones, golpes, control y silencios impuestos. Violencias que no siempre dejan marcas visibles, pero que hieren profundo y dejan cicatrices difíciles de sanar.
Es Navidad, pero como cada 25 de cada mes, también es Día Naranja. Un recordatorio necesario de que la violencia contra las mujeres no se toma vacaciones, no entiende de fechas ni de celebraciones. La violencia no se justifica por el estrés, por el alcohol, por los problemas económicos o por “así es su carácter”. Nada la explica y nada la excusa.
Decirlo importa. Hablarlo importa. Romper el silencio puede salvarte la vida. No estás sola. Hay redes, instituciones, personas y mujeres dispuestas a escuchar, a acompañar y a proteger. Pedir ayuda no es una debilidad, es un acto de valentía y de amor propio.
No normalicemos ningún tipo de violencia. No la minimicemos. La violencia empieza muchas veces con palabras, con control, con miedo, y puede escalar hasta consecuencias irreparables.
Que esta Navidad también sea un llamado a la conciencia, a la solidaridad, a la sororidad y a la acción. El amor no duele, el hogar debe ser un espacio seguro. Visibilicemos cada Día Naranja hasta erradicar la violencia de género.
¡Ni una más!
Jennifer Islas en X: @JennIslas



