Nada peor que la muerte total, la vital, la del viaje de no regreso, la del tránsito fatal. Pero hay otro tipo de muerte, la civil, la personal, la profesional, aquella que disminuye y es fatalidad en lo social o en la vida productiva. La muerte civil regresa al primer plano con el título del libro del periodista Ciro Gómez Leyva, No me pudiste matar, su contenido y la opinión asociada por el intento frustrado de acabar con él, no solo del sicario y su grupo, del contratista –todos conocidos–, y del desconocido autor intelectual, también el título y el texto aluden al propósito infructuoso de Andrés Manuel López Obrador de liquidarlo profesionalmente; con singular denuedo e inquina se propuso minar su credibilidad y seriedad profesional.
Sí existe la muerte civil. Muchos la han padecido. En los negocios o en el éxito profesional, después de la afluencia puede venir la caída. Lo peor, la adversidad destruye y afecta más de lo visible e inmediato. Mina el espíritu, la salud y la vida en general. Todo un desafío para vivir con dignidad en un país en donde no existe una razonable red de protección social y sí arrebato por lo material.
De alguna manera todos estamos expuestos a los ciclos de la vida. Muchos comunicadores han vivido el proceso de ser influyentes en extremo, reconocibles para muchos, para gradualmente pasar a la intrascendencia o al grato recuerdo de los tiempos vividos y acciones emprendidas. Pocos han podido persistir, alargar la inexorable declinación. Por lo pronto, Ciro Gómez Leyva ha sido una de las figuras más relevantes del periodismo mexicano en los últimos tiempos; cronista riguroso desde que inició con la fundación de Radio Mexiquense hace cuarenta años.
Se viven tiempos de cambio que demandan adaptación que no se vuelva declinación. Tiempos de polarización. Llegan nuevos actores y, a su modo, entienden mejor que los de antes y se adaptan con mayor facilidad. Los estándares convencionales de civilidad, como el respeto al otro, la coexistencia, el valor de la verdad, el diálogo o la deliberación auténtica han dejado de ser práctica en nuestro país y en el poderoso vecino. El ruido es mayúsculo y en ocasiones ensordecedor como para dar cabida a las razones. Tal parece que para ellos la dignidad no solo cayó en desuso, estorba.
Por eso es muy esperanzador casos como el de Gómez Leyva, quien en desafiantes circunstancias personales no pierda la vertical, persista con su sentido de rigor periodístico, acompañado siempre de una honesta opinión y de un grupo de profesionales del periodismo de espléndida calidad y directivos de medios que le respetan. Allí el arrebato no se impone, tampoco la estridencia de uno u otro lado. Se hace lo de siempre, una crónica cuidada sobre lo que acontece en el país sin caer en el exceso propio de la polarización.
La muerte civil intencionada y diseñada desde el poder presidencial no llegó para Ciro, ni para muchos otros que en diferentes ámbitos persisten en su quehacer, quizá en condiciones más complicadas; muchos hemos perdido nuestros espacios periodísticos de origen, pero somos los más quienes de alguna manera hemos encontrado formas de mantener vigencia, producir y ser escuchados o atendidos. Personalmente, debo gratitud a muchos, como a los señores González y a Carlos Marín de Milenio, por ser huésped en su casa durante casi veinte años en condiciones de invariable respeto. Igual agradecimiento a los dos Federico Arreola por su invitación y permanente atención en SDPnoticias; a Armando Castilla, de Vanguardia; a Enrique Quintana y Leonardo Kourchenko, de El Financiero & Bloomberg; a Rodrigo Menéndez, de La Revista Peninsular; a Gastón Lámbarry y Ricardo Castillo, de Telesur; a Jesús Rojo, de Distrito Tv; a Ramsés Yunes, de Xalapa, Veracruz, y a muchos otros medios y colegas que reproducen mis colaboraciones en medios.
En una colaboración de abril del año pasado en el Journal of Democracy sobre la situación de la democracia en Malaui, un país africano remoto, que es excepción en la región por la resiliencia de su democracia a pesar de los intentos autocráticos de sus gobernantes y de las condiciones de pobreza, fragmentación política y étnica, su autora, Kim Yi Dionne remite a dos razones fundamentales tal logro: la independencia de sus Cortes y el activismo de la sociedad civil, que se asocia a las condiciones de libertad de expresión. Una lección que ratifica la necesidad de resistir la muerte civil cuando deviene del poder.



