El régimen lopezobradorista se ha distinguido por estridente. La actual administración se forjó en el ruido y se sostiene en el escándalo. Por eso la insistencia en el mensaje reiterativo, en la confiscación de la narrativa nacional.

A fuerza de repetir un discurso, el oficialismo ha monopolizado la agenda. He ahí la importancia de la perorata matutina diaria. El pregón de todas las mañanas es lo que funge como brío para la inmensa popularidad del presidente de la república.

El método ha funcionado. Por eso se repite interminablemente. Se ha logrado diseminar a la verdad con la soflama oficial. Hoy en día se da por cierto todo lo que se diga desde el púlpito presidencial. Los argumentos han pasado a segundo plano. La falacia preponderante aplastó cualquier atisbo de lógica o raciocino en el imaginario colectivo mexicano.

Hoy millones no necesitan corroborar datos; mientras la proclama venga de Palacio Nacional, lo manifestado será determinado como verdadero. De resultas, se juzga la presidencia de Andrés Manuel López Obrador por sus intenciones y no por sus resultados.

Por otro lado, la polarización atizada con la bulla presidencial, impide que los mexicanos dialoguen, discutan, diserten. La intolerancia ha impuesto su dominio. Se nota en que la gente se cierra a escuchar puntos de vista distintos. Esto encapsula a las personas en cámaras de eco donde lo único que leen y escuchan es lo que quieren leer y escuchar. No hay más realidad, que la que acomoda a los sentidos y a las emociones de cada quién.

Esto lo entienden bien los oficialistas. Lucran políticamente con las tinieblas intelectuales de millones. La ignorancia es tierra fértil para que los manipuladores siembren sus semillas de control de colectivos.

Así pretenden ganar en el Estado de México. La idea es desincentivar a la ciudadanía. Con la cantinela constante del triunfo inexorable, el oficialismo intenta desactivar el estímulo cívico de los detractores del lopezobradorismo. Desde el poder presidencial se apela a infligir un sentir fatalista para evitar una alta participación ciudadana el día de la jornada electoral en el Edomex. Se hace a base de repetir un mensaje de ventajas abrumadoras, de calcar encuestas inverosímiles, de redoblar el discurso triunfalista anticipado.

Son tiempos de una mitocracia autoritaria, que solamente se le puede hacer frente silenciando la batahola oficialista. Los mexiquenses podrán evidenciar las mentiras saliendo a votar. De lo contrario, la algarabía seguirá imponiéndose a la verdad en este país.