Amigos: De antemano les aviso que está Columna es muy larga. En honor a mi padre, que tengo tanto que decir de él no me alcanzan ni cien columnas más para contarles cómo era y lo mucho que me hace falta y ya saben, en estos días de celebraciones del Día del Padre, uno siente todavía más las ausencias.

Mi padre fue un hombre sumamente inteligente, muy ágil de mente y buenísimo para las matemáticas. Amaba dibujar a lápiz y lo hacía de una manera extraordinaria. De carácter duro y hasta a veces agresivo, era la forma en que el mundo le había enseñado cómo defenderse ante la vida.

Fue abandonado por su padre a los 14 años, teniéndose que hacer cargo de sus hermanos menores y de su madre quien por cierto, vivía con su nueva pareja, así que para mi padre esto fue algo que verdaderamente lo dejó marcado para siempre.

A los 14 años tuvo que salir a pedir empleo, vivía por Bucareli, zona en donde se encuentran muchas refaccionarías, se acercó y pidió trabajo en una de ellas (imaginen a un niño de 14 años haciendo esto) el dueño, quien era judío, le preguntó si sabía andar en bicicleta para poder ser repartidor. Mi padre le dijo que sí, pero nunca había tenido una siquiera, nunca jamás se había subido en una. Así que el jefe le dio una bicicleta y le contrató como repartidor.

Mi padre montó en ella y no pasó muchos segundos para que se cayera, pero enseguida se levantaba sacudiéndose un uniforme blanco tipooverol que le habían dado y se volvía a subir y se volvía a caer. Así todos los días, terminaba raspado, sangrante y lastimado, pero no se lo decía a nadie. Un buen día su Jefe lo observó caerse de la bicicleta en la esquina de la calle y lo cuestionó acerca del porqué había dicho que sí sabía andar en bicicleta si no era así. Mi padre le dijo que necesitaba llevar dinero para que sus hermanitos y su mamá ( incluido el padrastro) comieran.

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El jefe de mi padre vio en él algo  y prácticamente desde ese día lo adoptó. Le empezó a enseñar todo lo que tenía que ver con las refacciones, cuáles habían, cuáles eran las series y tipos de ellas.

Mi papá y la refaccionaria

Raúl Santillana, papá de Claudia Santillana

Mi padre se aprendió de pieza a cabeza todas ellas, sabía perfectamente el número de serie y el modelo y en qué anaqueles se encontraban. Mi padre nunca dejó la escuela, nunca quiso dejar de estudiar porque su sueño era ser piloto aviador. Pero ante las necesidades económicas sólo pudo terminar la secundaria que estudiaba por las noches. El jefe se impresionó de ver el talento que tenia mi padre para recordar nombres y series y le concedió estar en el mostrador despachando. Mi padre seguía sabiendo impresionar a su jefe y éste le empezó a tomar un profundo afecto a mi padre. Tanto, que terminó por dejarlo como encargado absoluto de esa refaccionaria.

Un buen día el jefe de mi padre le dijo que él ya debía de irse de ahí y volar más alto: le había conseguido un empleo en una refaccionaría de Ford. Pero la condición era saber inglés. ¡Cómo lo iba a aprender mi padre si no tenía dinero para tomar clases, y además estudiaba por las noches? Entonces ideó el “cómo”. Empezó a ver películas sin leer los subtítulos tratando de descifrar los diálogos y traducirlos al español, poniendo mucha atención en la pronunciación y estructurando frases y verbos apoyándose de un diccionario. Mi padre alcanzó a dominar el idioma inglés de una manera magnífica. Tanto que sus amigos y clientes de Estados Unidos  siempre le admiraban la manera en que tenía de conversar y dominar el idioma.

Así que le fue dado el puesto de vendedor de coches en Ford, siendo durante años y años consecutivamente nombrado el mejor vendedor del año. Fue así como llegó a ser Director General de una de las empresas más grandes internacionales de refacciones.

Era duro de carácter, muy duro. Incluso hiriente. Pero responsable a morir y extremadamente ordenado. No había manera que pudiera ser amoroso, hoy lo entiendo. Nunca aprendió lo que era que lo amaran.

Y así, con los años le llegó la demencia.

Al principio notábamos en casa mi única hermana, mi madre y yo, que estaba distraído y olvidadizo. De pronto no se acordaba de cosas o de personas, pero él jugaba a estar bien. Recuerdo que mi hermana y yo sacamos cita con su neurólogo para que nos dijera qué estaba pasando con él y el neurólogo se enojó muchísimo, solo nos gritó que mi padre no estaba bien y nos cerró la puerta de su consultorio. Era un hombre mayor de edad. Creo que el también estaría pasando por un proceso demencial y para él fue duro confrontar esto con nosotras.

La demencia en mi papá fue avanzando

La demencia fue avanzando y con ella los traumas del pasado afloraban en mi padre cada vez más, y todos los días: hablaba de los dolores emocionales y afectivos por los que había pasado como si hubieran sucedido ayer, repetía todos los días exactamente cómo había logrado superarse (por eso me se su historia de memoria) y volvía a reclamar por cosas que ya habían pasado hace años como si fueran recientes.

Su memoria remota estaba intacta. Recordaba eventos en la historia de su vida y del mundo a la perfección, fechas y personajes y lugares. Pero la memoria reciente, no la tenía clara.

Entre más avanzaba su enfermedad más se tornaba agresivo con su ambiente. Atacaba a la menor provocación, tenía pensamientos paranoides y decía que todo mundo hablaba mal de él.

Su mente estaba en otro plano y su realidad en otro lado también. El día que murió mi hermana por cáncer en casa de mis padres, mi papá no lograba dimensionar lo que pasaba y cuando supo que había fallecido, de momento parecía que se iba a desplomarse y después empezó a chiflar y a cantar, platicando alegremente con mis familiares que fueron a despedir a mi hermana, en tanto el cuerpo de ella yacía inherte sobre su cama.

No había conexión entre la realidad y su mente. Él vivía en su mundo. Sin darse cuenta de la gravedad de las cosas. Avanzando la enfermedad él creía que nos encontrábamos en otro año, en otras épocas, donde salía a trabajar y viajaba, porque viajó muchísimo por todo el mundo.

Tenerlo controlado para que no se saliera de casa fue un verdadero martirio. Él decía que todos lo atacábamos pero sólo quería protegerlo de que no se fuera de casa pues seguramente se perdería. Su hermana le mandó a hacer una pulsera con sus datos y cuando se la dio a mi padre le dijo “¿acaso crees que soy un pendejo?”y la tiró.

Mi padre creía que todavía podía hacerse cargo de su vida y de su casa. Meses después que murió mi hermana murió mi madre, así que mi padre no podía solo. Pero él decía que claro que podía solo y otra vez me agredía, me decía que yo quería su dinero, que yo quería que se muriera y todos los días era exactamente igual.

No se lo imaginen por favor como un hombre disminuido físicamente y”viejito”. Era un hombre fuerte, enterísimo. No había manera de controlarlo para que no se saliera de casa.

Después su lenguaje y pensamiento fue tornándose incongruente, incoherente, le costaba llevar el hilo de una conversación y brincaba de un tema a otro. Sus traumas de la niñez brotaban por todos lados. Empezó a coleccionar aviones de la Segunda Guerra Mundial y los colgaba con hilo de cáñamo en el techo.

Cuando se sentía amenazado al darse cuenta de que no estaba controlando sus pensamientos y el orden de sus ideas, entonces venía la explosión de agresividad: “Es culpa de ella, de él, de mi pasado, de ti”. Culpar a los otros para él fue la forma de desahogar, imagino, el miedo y la frustración que sentía por darse cuenta de que algo no andaba bien. 

Nunca dejo de reconocerme y ese es mi único alivio. Nunca se olvidó quién era yo. Ya desconocía a todos pero nunca a mí. Probablemente porque me amó, probablemente porque fui la que se hizo cargo de él los últimos años.

Cuando murió, entré a su casa y encontré en su oficina (tenía un despacho dentro de casa) paquetes sellados con cinta canela. Paquetes que se veía alguien habría intentado abrir y no pudieron por la forma en que estaban envueltos.

Muchas enfermeras transitaron la casa de mis padres, quizá alguna de ellas pensaría que ahí había dinero. Y con mucha dificultad abrí esos paquetes y eran fichas bibliográficas en donde mi padre escribía todo lo que le había pasado en el día. Él ya sabía entonces que los recuerdos se le escapaban y la única manera de mantenerlos junto a él era así: escribiendo qué había comido, con quién había hablado, qué serie había visto en la tele.Tenía fecha y día. Estaban envueltos así para que ni mi hermana ni yo nos diéramos cuenta de que él ya no se acordaba de nada.

Por supuesto su demencia hizo que fuera incapaz de valerse por él mismo, aunque él se esforzaba por demostrarme que sí podía y que el sólo estaría muy bien, no aceptaba consejos míos ni de nadie y explotaba en ira “tú no me vas a venir a decir a mí qué hacer”, entonces me gritaba diciéndome que dejara de tratar como un imbécil y que lo dejara solo.

Su vida estaba llena de recuerdos , de los logros adquiridos en su juventud, su mente estaba llena de heridas por el abandono de su padre y el olvido y descuido de su madre (lo tuvo a los 16 años). Se volvió obsesivo en su discurso, y adquirió mil manías.

Amaba a México profundamente y él fue el que me enseñó a entender la política, me enseñó a leer los periódicos, me orillaba a que escribiera cuando era adolescente y me regaló un diario en mis 15 años. “Escribe todo en él”me decía. Y amé escribir. Y escribo más allá de las letras.

Gracias, Raúl Santillana, por haber sido mi padre

Raúl Santillana, papá de Claudia Santillana

Para él eso era más importante que el que yo fuera a misa. Por él soy quien soy y sigo viva. A pesar de que nunca me dijo un “te amo”, se hizo cargo de mi enfermedad cuando fui diagnosticada con cáncer de mama. Me pagó mi carrera y me sigue sosteniendo aunque ya no está. No pude cuidarlo como se merecía o siento que pude haber hecho mucho más por el.

En este día del Padre lo honro con este escrito, lo recuerdo y le agradezco ser quien soy. Invito a que entendamos qué es la demencia y lo difícil que es para la familia sobrellevarla.

No duden en buscar apoyo si tienen a sus padres con demencia. Gracias infinitas por terminar leyendo hasta acá. Gracias, Señor Raúl Santillana, por haber sido mi padre.