Y es que creo yo, no debería de haber un mes para expresar y manifestar que las personas que decidan amar como deciden amar a quien quieran amar, se les deba de dar permiso y libertad para hacerlo.
Pero la realidad es cruel: todavía, en este siglo, la gente rechaza y odia hasta el grado de matar a quienes aman a su mismo sexo, o a ambos sexos. A quienes prefieren ser y vivir su sexualidad de otra manera.
Recuerdo muy bien haber tenido a un familiar que estudió Psicología pero que además es ultra católica, entonces “su” conclusión con respecto al tema de la homosexualidad era que era una enfermedad y que era curable.
Y cómo ella muchas otras personas piensan lo mismo. Pero en Psicología esto no es así. En 1952 fue la 1ra edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM) de la Asociación de Psiquiatría Americana, con la finalidad de determinar cuáles eran enfermedades mentales y cuáles no. En ese entonces se consideró que la homosexualidad era uña enfermedad mental, sin sustento científico alguno, siendo en la segunda edición en 1973 cuando se dejó en claro que la homosexualidades no era una enfermedad mental, ya que la investigación científica no ha encontrado relación inherente entre orientación homosexual y bisexualidades con psicopatología.
Lo que sí existe en el DSM-IV es el Trastorno Sexual no especificado, que es el que se desencadena por el rechazo que siente una persona ante su sexualidad y ante su propia aceptación.
Pero no, la homosexualidad no es un trastorno ni es una enfermedad. Es una elección de a quién se elige amar. Desgraciadamente sigue habiendo muchísima homofobia, y exclusión para aquellos que se inclinan por el mismo sexo. Entonces empiezan las etiquetas que tanto lastiman: “Eres puto, eres maricón, marimacha, tortilla” y cientos de “títulos” más que solo hacen que la persona señalada se sienta cada día más aislada del mundo y de la vida.
El Papa Francisco ha tenido apertura con las homosexualidades dentro de la iglesia
El tema católico toca también fibras muy fuertes, y a pesar de que el Papa Francisco ha tenido una apertura mucho más amplia para aceptar las homosexualidades dentro de la iglesia, aún se les sigue segregando, la iglesia maneja a los homosexuales como pecadores.
Lo curioso es que una pareja heterosexual puede golpear, ser infiel, cometer todas las bajezas inimaginables, pero pueden entrar libremente a los templos a darse golpes de pecho y limpiar su culpa.
No debería de haber un día o un mes en donde se visibilice que existe gente que ama de muchas otras maneras. Deberíamos de asumir que así es y deberíamos de aceptarlos y dejar de condenar.
Yo soy psicóloga, muy creyente, católica y sin embargo creo firmemente que Dios nos ama a todos por igual. No creo en un Dios que ignora y rechaza a quien ama a alguien de su mismo sexo. Creo en un Dios tan grande que me lo imagino pensando que es una tontería que se crea que él no ama a quien ama a alguien de su mismo sexo. Que una mujer por amar a otra mujer, que un hombre por amar q otro hombre, que una persona quiera cambiar de sexo, al final todos son amados por igual bajo la mirada de Dios.
Ni los llamados “Comunidad LGBT” son mejores o peores que los heterosexuales. Tampoco es una guerra sexual en donde la supremacía radique en saber quién elige amar a quien y de qué manera. En ese sentido me parece una tontería.
Más bien creo yo, ya es hora de empezar a simplemente asumir qué hay diferentes formas de amar, no se trata de aceptar a los homosexuales porque no se trata de que sean aceptados o no. Se trata de asumir que así es y que podamos normalizar el hecho de que así como en una comunidad existe la divorciada o divorciado, o el soltero o soltera que nunca se casó ni tampoco quiso tener hijos, también un hombre ame a otro hombre o una mujer ame a otra mujer. Se trata de que todo partido político acepte que pueden haber muy buenos mexicanos que sean homosexuales, es decir que su orientación sexual no define a la persona. Esta vida es breve y este mundo está colapsando. Los suicidios van en aumento y las personas necesitamos sentirnos más amadas hoy como nunca.
Creo que es momento de liberar nuestras amarguras y soledades y permitir que otros sean felices de la manera en que lo decidan ser.
Debería de preocuparnos mucho más como padres de familia que nuestros hijos no resulten ser violadores, abusadores, golpeadores, asesinos o narcotraficantes, o personas que se dedican a destrozar a otros con criticas y prejuicios, en lugar de preocuparnos si van a terminar siendo homosexuales o lesbianas.
Junio no debería ser el mes del orgullo
Junio no debería de ser el mes del Orgullo Gay.
Una vida entera con sus meses, días y semanas, debería de ser tan normal la inclusión y la normalización de estilos diversos de ejercer el amor y la sexualidad. Y primero revisemos en qué estamos fallando nosotros mismos como seres humanos para después tener la calidad moral para señalar a los demás.
Es cuánto.