Mocaltiuh id est circulatur in metztli luna:

quiauhyo. No-yuhquin tonatiuh in tla mocaltiuh:

quiauhyo.

Amilpampan ad meridiem cultic torta torva yancuic metztli: quiauhyo.

Auh mictlampa ad aquilonem cultic ceyo no-cocolizo.

Auh coauh tla(p)cu(m)pa ad orientemnecuiltic centlacul quiauhyo,

auh ci(h)uatlampa ad occidente mayo cuelli.

Va tomando su casa la luna, Da vuelta, lluvioso.

Como el sol también toma su casa, lluvioso.

Tornando hacia el sur, encurvada, torva, la luna nueva, lluvioso.

Torcida hacia el norte, de hielo, también de enfermedad,

y encorvada hacia el oriente, la mitad encorvada, lluvioso.

Y hacia el poniente, no buen tiempo.

En proporción cósmica, los seres humanos tenemos una vulnerabilidad tan franca que los eventos astronómicos nos enternecen. Aún siendo tan pequeños en comparación con el sol o la luna, necesitamos mirar al cielo para recordar nuestra profunda relación con el entorno. Son los fenómenos como eclipses o las lluvias de estrellas y avistamientos planetarios los que nos permiten escapar del ensimismamiento para colocarnos como un elemento más del complejo sistema entrelazado ante el que, en proporción, somos irrelevantes: vendrá la luna cubriendo el sol por unos minutos, queramos o no; transitará la gigante bola de fuego más cerca o más lejos, lo sepamos o no. Esa profunda observación conectada a las estaciones, permitió que las generaciones campesinas y productoras entendieran que hasta el aire avisa cuando va a llover y que como es abajo, es arriba. Entonces, dejamos de ser tan irrelevantes.

Diariamente, buscamos tantas experiencias para darle sentido a nuestra casual existencia en este lugar y este momento. Nos aferramos a trascender perdiendo de vista que la vía láctea así como tantas galaxias y estrellas han sido testigo de cientos de civilizaciones, idiomas, lenguas, leyendas, amores, gobiernos y descubrimientos. A propósito de quienes recomendaron no salir de casa y seguir el eclipse desde redes sociales, me aterró la idea de que la nueva tendencia sea vivir experiencias a través de una pantalla.

Desde los tiempos ancestrales, cuando la ciencia no era tan avanzada y el progreso era el desarrollo de sistemas numéricos así como calendarios, los primeros eclipses que se registraban con alguna métrica contenían cosmogonías propias del relato que cada etapa se contaba. Los nómadas los esgrimieron en cuevas, asociando aquellos eventos con temor o malos presagios. Las personas se quedaban ciegas y creían que era un castigo. En la Biblia, se relata el eclipse de la crucifixión como un presagio.

El eclipse de la crucifixión, una sombría alegoría que se cierne sobre los relatos evangélicos, teje un manto de oscuridad sobre el cielo diurno en el instante mismo en que Jesús es clavado en el madero.

En el año 197 d.C., Tertuliano, apologista cristiano, desentraña el velo de esta penumbra, arguyendo que no se trata de un eclipse, sino de un presagio inscrito, según sus palabras, en los archivos del Imperio Romano. Por su parte, Orígenes, ilustre comentarista cristiano y sabio intérprete cristiano del tercer siglo, ofreció dos explicaciones terrenales a esta oscuridad: bien podría ser el eclipse, quizás aquel del año 29 d.C., del que Flegón de Trales dejara constancia, entretejiendo lo natural con lo divino, o bien, simplemente, un velo de nubes en el firmamento tejida por la mano invisible del viento.

Así, también nuestro destino mexica estuvo marcado por una señal en el cielo ensombrecido que el 21 de abril de 1325, entre las 11:00 y las 11:06 horas, brindó tal oscuridad que acompañó al águila posando en un nopal, devorando a una serpiente. México-Tenochtitlán nació desde el cielo, interpretado como un mensaje de quietud, que dejó de iluminarse por unos minutos. La información recopilada por historiadores y científicos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) vibra entre las narraciones dentro del Códice florentino, en que se da cuenta que la Luna era nombrada “Metztli” en náhuatl y adorada por los otomíes de Xaltocan, que bien puede ser lo que ahora se conoce como Tlaxcala o bien, el antiguo y legendario barrio de Xaltocan en Xochimilco. Mientras que el Sol (Tonatiuh) aparece en Teotihuacán protagonizando el proceso de conversión de “Tecciztecatl” en la Luna, con una leyenda poética que explica cómo es que se le estampa la cara con un conejo, oscureciéndole su brillo inicialmente tan intenso como el del Sol

En tiempos previos a la fundación de México-Tenochtitlán, algunas comunidades identificaban a la Luna como la energía femenina. Según el mismo Códice florentino, los de Xaltocan tenían por diosa a la Luna y le hacían particulares ofrendas y sacrificios, algunos de ellos humanos, siempre de albinos: personas blancas con el pelo blanco. Albino también el axolotl (ajolote) endémico de Xochimilco, hermafrodita y eternamente joven que no sólo es icono del billete de cincuenta pesos, sino que ha sido protagonista de los relatos del cronista y conquistador Bernal Díaz del Castillo o las recopilaciones y análisis de Roger Bartra.

La Luna es, junto con Venus y las estrellas, fue el astro más observado por los indígenas durante las noches. Así como la fundación de Tenochtitlán ocurrió en un día de eclipse solar total, con la luna cubriendo a la tierra con su manto frenético que enfría y aviva los vientos por unos minutos, alineado con el sol, se dice que un eclipse también antecedió la llegada de los españoles. Como si cada evento astronómico marcara un inicio y un fin en la tierra y los gobiernos de los seres humanos.

Este ocho de abril, después de varios días sin poder dormir y sin intenciones narcisistas de autonombrarnos fractales estelares, pude alcanzar a percibir en que la configuración del poder en nuestra propia era está transitando hacia las manos de las mujeres, una era que comenzará con la presidencia de México en una de ellas y recorrerá forzosamente un largo camino que aún está pendiente por la feminización de la política.

Como es que estos eventos guardan una carga científica y otra simbólica y cosmogónica, no es casualidad que en pleno 2024, tras un eclipse solar que retiró la banda de los ojos a sendos opositores que encontraron en una candidata lo más cercano a un espejito que les fue vendido por oro, se hayan convencido a su vez, de la gallardía y estatura presidencial de la mujer que encabeza las encuestas, quitándoles la duda que les quedaba sobre su idoneidad. En el año 1991, el eclipse total solar anterior fue el presagio de la caída que vendría años después del priismo neoliberal con la semilla que sería, un año después, la firma del Tratado de Libre Comercio y con ello, el principio del fin.

Este 2024, el eclipse bien podrá quedar escrito como el fenómeno que un día después del histórico debate en el que todas las mujeres fueron protagonistas, incluyendo a Denise Maerker, antecedió el triunfo de Claudia Sheinbaum, la primera mujer presidenta. Una candidata que con la alineación planetaria también mostró por primera vez el sello propio, el carisma propio, las bromas propias, la seriedad propia y que brilló con la luz de una presidenciable sin la sombra de Andrés Manuel López Obrador. El próximo eclipse como el que hemos vivido hoy podrá observarse hasta dentro de 28 años, el 30 de marzo de 2052. Eso implica que este fue el último eclipse de nuestros abuelos y de algunos de nuestros padres, el primero de miles de jóvenes, el segundo de miles de adultos y el que pasará a la historia como el evento que eclipsó a México en el año en que, por primera vez en la historia, su tierra eclipsada fue gobernada por una mujer.

POR CIERTO. Fui honrada de vivir esta experiencia en el lago de Xochimilco, navegando en un Kayak que bien pudo haber sido una chinampa. Fue en esas aguas mareadas por el viento y el horizonte ensombrecido donde tuve la conciencia de que, más allá del impacto espiritual y astrológico, nuestra tierra ha marcado el cambio de sus eras de poder con estos eventos. Entonces me sentí profundamente agradecida, con todo y la incertidumbre que puede provocar escuchar a las aves esconderse antes del punto máximo, ventarrones con tierra que amenazaban mi frágil estabilidad flotante así como sentir que cientos de años atrás, en el Xaltocán y en esos canales que son vida, alimento y fertilidad, alguna otra mujer también miraba al cielo preguntándose cuando algo cambiaría. Hoy quise mandarle un mensaje para decirle que será este año. Que la dignidad está triunfando y el miedo está cambiando de bando, que pronto las lunas nos van a gobernar.