En la sesión del miércoles en el Senado de la República se votaría, con expectativa de aprobación, la reforma propuesta por la diputada del PRI, Yolanda de la Torre. La ampliación del plazo para que el Ejército y la Marina mantuviera su mando en la Guardia Nacional para labores de seguridad pública hasta 2028 no logró extenderse. Ni las condiciones, ni los votos, ni los ánimos se prestó para su aprobación.

Hay tres cosas que se deben destacar.

  • La operación estaría en manos de Adán Augusto y Ricardo Monreal, sin embargo, el secretario de Gobernación está distraído con el ruido sobre su papel de sucesor presidencial y el voto le ha salido muy caro: ofrecer al senador Raúl Paz la continuidad política a través de ser comisionado nacional de enlace con el sector empresarial para preparar su camino a la gubernatura no es cualquier cosa.
  • Ricardo Monreal ha demostrado, igual que en la votación para presidir la mesa directiva del periodo en curso, que el Senado es su capital político y no lo cederá por menos de permanencia y lo que cree merecerse en Morena. Como un hombre institucional que comunica con los actos más que con las palabras, no inicia una afrenta contra el presidente pero sí gana tiempo suficiente para elevar las apuestas. Aunque López Obrador anuncia que volverá a presentar la iniciativa, en el fondo, la única llave para que salgan aquellas prioridades militaristas está en la negociación del coordinador con los opositores de MC, panistas y uno que otro de Grupo Plura.
  • Esta votación definirá aquellos con posibilidades reales de continuidad hacia 2024, los que podrán aspirar y ganar, sumarse a las filas de Morena o buscar las candidaturas de sus estados, las simpatías para que sean gobernadores y hasta los espacios para integrarse con buenas carteras a los ejecutivos ya ganados por Morena.

Es una falacia pensar que “la oposición frenó la militarización de México” porque, en primer lugar, el debate del miércoles no tuvo nada que ver con las fuerzas militares sino con las fuerzas políticas. Con la conveniencia para algunos de la ansiedad presidencial, con las ganas de conocer qué tanto está dispuesto a dar para conseguir aquello que le es urgente.

No tuvo nada que ver con que los militares, de hecho, ya se encuentren al mando de la Guardia Nacional y que haya varios instrumentos jurídicos con los que todavía puede el presidente mantener a la Sedena y a la Marina involucrados en calles, carreteras y labores de seguridad pública, pero que son opciones por las que no quisiera inclinarse, como la declaración del Estado de excepción (que de seguir al ritmo de inseguridad que vamos, podría justificarse sin mayor tema). Pero el anhelo presidencial es poder presumirlo por la vía democrática. Reafirmar que es la voluntad del pueblo, y no la suya, la que prevalece.

El significado de que el dictamen vuelva a comisiones implica que hay más tiempo para negociar y también le envía el mensaje al presidente que mientras no logre igualar el poder de convencimiento, ya sea en el secretario de Gobernación o en otras y otros senadores con mayor afinidad ideológica y no pragmática a su proyecto, tendrá forzosamente que mantener a Ricardo Monreal satisfecho, al menos, con la más básica inclusión a la lista de corcholatas.