Cineteca Chapultepec

Luce en verdad atractiva la posibilidad de ir a la nueva sucursal de la Cineteca Nacional en la cuarta sección del Bosque de Chapultepec. Emerger del metro Constituyentes, caminar hacia Los Pinos y, antes de llegar, subirse al cable-bús, admirar la panorámica, descender en la estación Cineteca Nacional Chapultepec/Bodega de Arte, y andar un poco hasta la nueva cede dedicada al cine. Ahora mismo, la programación tiene cuatro ofertas distintas: Estrenos; 44 Foro Internacional de Cine; Clásicos: El cine de ciencia ficción; Día Nacional del Cine Mexicano. Los precios son razonables: $70 entrada general y $50 para menores de 25 años, estudiantes y adultos mayores. Martes y miércoles: $50 para cualquier función (con algunas excepciones).

Así que en la categoría de clásicos se podrían programar las 22 películas mexicanas de Luis Buñuel, que en algunos casos son coproducciones, como hemos visto en esta serie de entregas que hoy concluye con la trilogía extraordinaria con la que el español se despidió del cine mexicano: Viridiana, El ángel exterminador y Simón del desierto; aunque aún rodaría en otros países algunas de mis favoritas, Belle de jour, La vía láctea y Ese oscuro objeto del deseo. O podrían programarse para las dos semanas de algún día del cine mexicano subsecuente a las que están corriendo en 2025.

Buñuel sobre la trilogía

Al estar concibiendo estas notas me percaté que, a propósito del fallecimiento de Silvia Pinal en diciembre de 2024, había escrito algunas consideraciones sobre la trilogía de que hablo. Compartiré un fragmento de ellas no sin antes escuchar lo que nos dice Buñuel sobre esas películas, que es la propuesta que hemos venido haciendo en las V anteriores entregas. Antes, un preámbulo tomado del capítulo “ESPAÑA-MÉXICO-FRANCIA 1960-1977”, de su libro de memorias Mi último suspiro (1982), sobre su regreso al país aún dictado por Francisco Franco a causa de quien lo había abandonado.

Volví a España en 1960, por primera vez desde hacía veinticuatro años. En varias ocasiones, desde mi partida, había podido pasar unos días con mi familia en Pau o San Juan de Luz. Mi madre, mis hermanas y mis hermanos cruzaban la frontera francesa para venir a verme. Vida de exilio. En 1960, naturalizado mexicano desde hacía más de diez años, pedí un visado al Consulado español en París. Ninguna dificultad….

“No hace falta decir la emoción que experimenté al encontrar de nuevo los lugares de mi infancia y mi juventud. Al igual que a mi regreso a París, diez años antes, me echaba a llorar a veces, al pasar por tal o cual calle. Durante esta primera estancia,… Francisco Rabal (Nazarín) me hizo conocer a un extraordinario personaje que se convertiría en mi productor y amigo, el mexicano Gustavo Alatriste. Unos años antes, había estado brevemente con él en el plató de Archibaldo de la Cruz. Visitaba entonces a una actriz con la que se casó y de la que después se divorció para casarse con Silvia Pinal, cantante y actriz mexicana… Amigo de políticos, ostentoso y lleno de encanto, Alatriste, que me proponía una película, no sabía nada de cine.

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“Algunos años más tarde, Alatriste me ofreció un sueldo mensual bastante elevado por poder venir de vez en cuando a pedirme consejos cinematográficos y morales. Rechacé su oferta, pero tiene derecho a mis consejos gratuitos cuando lo desee”.

20. Viridiana; 1961

“Como Alatriste me dejaba libertad absoluta… decidí escribir un argumento original, la historia de una mujer que llamé Viridiana en recuerdo de una santa poco conocida de la que antaño me habían hablado en el colegio de Zaragoza. Mi amigo Julio Alejandro me ayudó a desarrollar una antigua fantasía erótica… en la que, gracias a un narcótico, abusaba de la reina de España. Una segunda historia vino a injertarse en ésta. Cuando el guion quedó terminado, Alatriste me dijo:

—Vamos a rodarla en España.

“No acepté sino a condición de trabajar con la sociedad de producción de Bardem, conocido por su espíritu de oposición al régimen franquista. A pesar de ello, nada más conocerse mi decisión se elevaron vivas protestas entre los emigrantes republicanos en México. Una vez más, se me atacaba y se me insultaba, pero en esta ocasión los ataques procedían de los mismos entre los que yo me alineaba.

“Varios amigos me defendieron, y se entabló una polémica sobre el tema: ¿Tiene Buñuel derecho a rodar en España? ¿No constituye eso una traición? Recuerdo una caricatura de Isaac aparecida poco más tarde. En un primer dibujo, se veía a Franco esperándome en suelo español. Yo llego de América, llevando las bobinas de Viridiana, y un coro de ultrajadas voces grita. «¡Traidor! ¡Vendido!» Estas voces continúan gritando en el segundo dibujo mientras Franco me recibe amablemente y yo le entrego las bobinas... que en el tercer dibujo, le explotan en la cara.

“La película fue rodada en Madrid en estudio y en una hermosa finca de las afueras… Yo disponía de un presupuesto normal, de excelentes actores, de siete u ocho semanas de rodaje. Volví a encontrarme con Francisco Rabal y trabajé por primera vez con Fernando Rey y Silvia Pinal.

Viridiana provocó en España un escándalo bastante considerable, comparable al de La Edad de oro, que me absolvió ante los republicanos establecidos en México. En efecto, a causa de un artículo muy hostil aparecido en L’Observatore Romano, la película, que acababa de obtener en Cannes la Palma de Oro como película española, fue inmediatamente prohibida en España por el ministro de Información y Turismo. Al mismo tiempo, fue destituido el director general de Cinematografía por haber subido a escena en Cannes para recibir el premio.

“El asunto causó tanto ruido que Franco pidió ver la película. Creo incluso que la vio dos veces y que, según lo que me contaron los coproductores españoles, no encontró en ella nada muy censurable (a decir verdad, después de todo lo que había hecho, la película debía de parecerle bien inocente). Pero rehusó revocar la decisión de su ministro, y Viridiana permaneció prohibida en España.

“En Italia, se estrenó primeramente en Roma, donde marchaba bien, y luego en Milán. El procurador general de esta ciudad la prohibió, entabló proceso judicial contra mí y me hizo condenar a un año de cárcel si ponía los pies en Italia. Decisión que fue anulada poco más tarde por el Tribunal Supremo.

“La primera vez que vio la película, Gustavo Alatriste quedó un poco desconcertado y no hizo ningún comentario. La volvió a ver en París, luego dos veces en Cannes, y finalmente, en México. Al término de esta última proyección, la quinta o sexta, se lanzó hacia mí, lleno de alegría, y me dijo:

—¡Ya está, Luis, es formidable, lo he entendido todo!

Vittorio de Sica vio la película en México y salió de la sala horrorizado, oprimido. Subió a un taxi con Jeanne, mi mujer, para ir a tomar una copa. Durante el trayecto, le preguntó si yo era realmente monstruoso y si llegaba a pegarle en la intimidad. Ella respondió:

—Cuando hay que matar a una araña, me llama a mí.

“En París, cerca de mi hotel, vi un día el cartel de una de mis películas con el siguiente eslogan: «El director cinematográfico más cruel del mundo.» Estupidez que me entristeció mucho”.

Escenas de Viridiana:

Recepción crítica de Viridiana:

21. El ángel exterminador; 1962

“A veces, he lamentado haber rodado en México El Ángel exterminador. Lo imaginaba más bien en París o en Londres, con actores europeos y un cierto lujo en el vestuario y los accesorios…

“El guión, totalmente original, como el de Viridiana, mostraba a un grupo de personas que, una noche, al término de una función teatral, va a cenar a casa de una de ellas. Después de la cena, pasan al salón y, por una razón inexplicada, no pueden salir de él. Al principio, se titulaba Los náufragos de la calle de Providencia. Pero el año anterior, en Madrid, José Bergamín me había hablado de una obra de teatro que quería titular El ángel exterminador. El título me pareció magnífico y dije:

—Si yo veo eso en un cartel, entro inmediatamente en la sala.

“El ángel exterminador es una de las raras películas mías que he vuelto a ver. Y, cada vez, lamento las insuficiencias de que he hablado y el tiempo demasiado breve de rodaje. Lo que veo en ella es un grupo de personas que no pueden hacer lo que quieren hacer: salir de una habitación. Imposibilidad inexplicable de satisfacer un sencillo deseo. Eso ocurre a menudo en mis películas. En La Edad de oro, una pareja quiere unirse, sin conseguirlo. En Ese oscuro objeto del deseo, se trata del deseo sexual de un hombre en trance de envejecimiento, que nunca se satisface. Los personajes del Discreto encanto quieren a toda costa cenar juntos y no lo consiguen…

Tráiler de El ángel exterminador:

Aquí otro tráiler, al oficial con frecuencia le siguen otros hechos por admiradores:

22. Simón del desierto; 1965

“Al término de la primera proyección de El ángel exterminador, Gustavo Alatriste se inclinó hacia mí y me dijo:

—Don Luis, esto es un cañón. No he entendido nada.

“Un cañón significa: una cosa muy fuerte, un choque, un gran éxito. Dos años después, en 1964, Alatriste me ofreció la posibilidad de realizar en México una película sobre el sorprendente personaje de san Simeón el Estilita, anacoreta del siglo IV, que pasó más de cuarenta años en lo alto de una columna en un desierto de Siria.

“Yo pensaba en ello desde hacía tiempo, desde que Lorca me había hecho leer en la residencia La leyenda áurea. Se reía a carcajadas al leer que las deyecciones del anacoreta a lo largo de la columna semejaban la cera de una vela. En realidad, como se alimentaba de unas cuantas hojas de lechuga que le subían en un cesto, sus excrementos debían de semejar, más bien, pequeñas cagarrutas de cabra.

“Escribí un guión completo para una película de largometraje. Por desgracia, Alatriste tropezó con algunos problemas financieros durante el rodaje, y hubo de cortar la mitad de la película. Había previsto una escena bajo la nieve, peregrinaciones e incluso una visita (histórica) del emperador de Bizancio. Tuve que suprimir todas estas escenas, lo que explica el carácter un poco brusco del final.

“Tal como está, obtuvo cinco premios en el festival de Venecia, cosa que no ha sucedido con ninguna otra de mis películas. Añadiré que no se encontró a nadie para recibir estos premios. Más tarde, fue programada con Una historia inmortal, de Orson Welles [dada su brevedad, cosa que explico en la sección final]. Hoy, me parece que Simón del desierto podría ser ya uno de los encuentros de los dos peregrinos de La Vía láctea en el sinuoso camino de Santiago de Compostela.

Escenas de Simón del desierto:

Luis, Silvia, Gustavo y la trilogía existente

Digamos que se trata de una trilogía: la más celebrada, la que le dio premios y proyección internacional, Viridiana (1961), una propiamente surrealista al mejor estilo de Buñuel, El ángel exterminador (1962), y la favorita de no pocos, incluyendo a la propia Pinal, Simón del desierto (1964).

Pinal había buscado a Buñuel a través de su amigo el actor Ernesto Alonso, que ya había hecho Ensayo de un crimen con el director español. Los presentó y ella le habló de su interés en ser dirigida por él. Se habló de Tristana, pero no fue posible en esa primera instancia (la llevaría Buñuel al cine en 1970 con Catherine Denueve), en particular, por falta de financiamiento. Pinal tuvo que esperar algunos años. Cuando al fin estuvo casada con el acaudalado mueblero Alatriste, fue de nuevo en busca de Buñuel, esta vez a España. Y frente a recursos de peso(s), el cineasta aceptó.

Dejaré para otra ocasión las consideraciones de fondo sobre esa trilogía de Buñuel-Pinal-Alatriste (que ameritan investigaciones de maestría y aun doctorado), sólo diré que no deja de sorprender que, frente al entusiasmo de Pinal al hablar del cineasta, este sea tan parco con ella en sus memorias. Habla abundantemente de las películas, mas no así de la actriz ni del productor Alatriste. Pero hay que decir que fue Pinal quien buscó a Buñuel, y no este a la actriz, que es lo que normalmente sucede. El mérito de la actriz, más allá de su talento, fue procurar de manera inteligente y pragmática al cineasta; así se explica ese encuentro extraordinario. Y de aquí también nace un reproche.

La trilogía imposible

Si bien existe una trilogía Buñuel-Pinal-Alatriste, a partir del cortometraje Simón del Desierto (así se consideró, pues dura no más de 45 minutos) se planteó realizar otros dos cortos para completar una proyección cinematográfica de tres, una trilogía. No sé si esta historia la haya relatado Pinal en su libro de memorias Esta soy yo (Porrúa, 2016), pero desde hace varios años, siguiendo precisamente el cine de Buñuel, di con una entrevista en que Pinal habla de ello; no he localizado en otro sitio ese relato, por lo que va aquí en esta nota como registro de lo que pudo haber sido y no fue posible por gracia de la ambición artística y la mezquindad financiera de Alatriste manejada por Pinal.

Cuenta Silvia que le planteó a Buñuel hacer una película de tres episodios diferentes y a este le pareció muy buena idea. Por tanto, ofreció hacer el primero (Simón…) y sugirió buscar a otros directores para los capítulos complementarios; lo cual a ella le encantó. Entonces viajó con Alatriste a Italia a platicar con Federico Fellini, a quien ella conocía por haber trabajado ya en cuatro películas italianas (coproducidas por ella también). Fellini respondió que le encantaría aparecer junto con Buñuel en esa trilogía, pero dijo, “¿por qué no lo hacemos con Giulietta?”. Alatriste respondió que el objetivo era que la protagonista de las tres historias fuera Silvia. E insistió Fellini, “ojalá convenzan a Luis de que lo haga Giulietta y yo encantado”. ¡Y qué más podía esperarse de Fellini si la musa de sus películas era su mujer Giulietta Masina!

—Por supuesto que la que salió diciendo que no fui yo, ¿no? ¡Pues si es mi es mi esfuerzo, mi premio!; argumentó Pinal.

—Pues vamos a buscar a Jules Dassin –sugirió entonces Buñuel–, me gusta su dirección, me llevo muy bien con él.

Y ahí van Alatriste y Pinal a buscar a Dassin, quien les salió con lo mismo que Fellini:

—¿Por qué no lo hace Melina Mercouri?; su mujer.

“Pues no. También yo dije que no. Entonces yo fui la que impidió realmente que se hicieran los cuentos con esos directores porque no querían hacerlos conmigo, querían hacerlos con sus mujeres, ¿no?”, se defiende Silvia. Salió entonces Buñuel con lo que no puede tomarse sino como una broma de oscuro humor:

—Pues, no tenemos… ¡Que dirija Gustavo!

—Oiga, Don Luis, ¡Gustavo nunca ha dirigido!

—No, pero yo lo puedo apoyar en algunas cosas que él necesite.

Y no quiso Silvia que su esposo la dirigiera, “Yo creo que ahí inició nuestro rompimiento. Porque dije yo, no es posible que él por ser el productor tenga esa oportunidad tan maravillosa de dirigir una película que se junte con la de Buñuel, ¿no? Y yo ahí probablemente me porté demasiado egoísta”.

Así que el señor del billete, el que dio el placer a su esposa de cumplir el sueño de ser dirigida por Buñuel en tres películas (en las que garantizó todo lo que el cineasta solicitó) se divorció en 1967 y hacia los 70’s buscó de darse el gusto de dirigir unas 15 películas. Y aun el placer de escribir, actuar y dirigir Aquel famoso Remington (1981) junto a su nueva esposa, Sonia Infante, sobrina de Pedrito.

En fin, este ha sido un reproche porque aunque existe la trilogía Buñuel-Pinal-Alatriste, pudo haber existido la extraordinaria trilogía Buñuel-Fellini-Dassin. Un tríptico cinematográfico imposible nulificado por el objeto del deseo de Gustavo Alatriste, Silvia Pinal.

Para concluir, una escena del más puro, elocuente y divertido “buñuelismo” en su vertiente religiosa presente en su última película mexicana, Simón del desierto:

“¡Abajo la sagrada hipóstasis, muera la anástasis, viva la apocatástasis, muera Jesucristo!”:

Héctor Palacio en X: @NietzscheAristo