“No me des nada, miserable piedra,

Guarda un silencio altivo y soberano,

No te ablandes jamás entre mi mano;

Oh piedra dura, miserable piedra.

Con tu impiedad, oh miserable piedra,

Recobro alientos y el deseo gano,

No te dejes caer sobre mi mano,

Mezquina, estulta, miserable piedra.

Si un día torpe, miserable piedra,

Te venciera la fuerza del verano

Y cayeras a gotas en mi mano

Yo te odiaría, miserable piedra...”

ALFONSINA STORNI

Más de 11,000 kilómetros y un océano de por medio no frenó la solidaridad de los mexicanos hacia damnificados turcos por el terremoto que sufrieron en febrero y sus más de 9,500 réplicas.

Las imágenes dantescas fueron acompañadas por 50,000 muertos y más de 3 millones 300 mil personas desplazadas por los sismos —los más fuertes— de magnitud 7.8 y 7.5 (una energía mayor al terremoto de México de 2017 que tuvo una potencia de 7.1 y menor al de México de 1985 de magnitud 8.1).

Por un momento nos sentimos identificados con Turquía. La población mexicana —parte de ella— no pudo ser indiferente a tanto dolor y menos todavía cuando nuestro país ha sufrido en carne propia ese tipo de desastres naturales. Ante la llamada urgente para el apoyo, la gente donó y mucho.

Donó dinero, víveres, mantas. A la embajada turca, a la Cruz Roja, al gobierno de la Ciudad de México. Los equipos caninos privados y los pertenecientes a la Sedena viajaron más de 18 horas para buscar a vivos entre los escombros. Un avión de Emiratos partió del AIFA —sí, del Felipe Ángeles— cargando más de 100 toneladas de todo tipo de material donado para apoyar en la tragedia.

Luego, el gobierno turco regaló dos cachorros de pastores alemanes en agradecimiento por los perros mexicanos que encontraron personas. Y la gente retomó sus actividades y olvidamos la tragedia. Los meses pasaron…

Hasta esta semana, cuando Pamela Cerdeira, periodista de investigación, mostró con evidencias que artículos de primera necesidad, que muchos mexicanos donaron en un centro de acopio del gobierno de la Ciudad de México para apoyar a los mencionados damnificados, nunca llegaron a su destino. No solo eso, se vendieron en diversos puntos de la otrora región más transparente.

Cuando la reportera entrevistó a Martí Batres, él, en lugar comprometerse a una investigación y castigar a los culpables en caso de haberlos, mostró su nulo interés en llegar al fondo del asunto. Levantó más dudas y sospechas su respuesta.

En el colmo de la indiferencia —de tratar de hacer su trabajo ya ni se diga— soltó: “yo no he dicho que vamos a investigar”. Siendo el secretario de Gobierno de la Ciudad de México, ¿no debería cuando menos proceder a hacer eso?

Mal momento escoge para desprestigiar a su jefa (o quizá precisamente esa sea su intención).

El señor que en unos días va a ocupar la jefatura de gobierno de la capital piensa que él no tiene nada que informar de un fraude que nos pega como ciudadanos de la CDMX. Si cree que con guardar silencio y negarse a investigar el robo de víveres se nos va a olvidar cuando, en el 99, siendo él diputado por el PRD repartió leche con heces fecales a los mexicanos, está muy equivocado.

Ahora bien, sorpresa de como esa ralea se conduce no debe haber. Recordemos —sobre todo si se tiene cierta edad— que en el terremoto de 1985 la ayuda que llegó de diversos países terminó siendo vendida en los mercados de la Ciudad de México. En ese entonces, este grupo de políticos que hoy gobierna hizo de las mismas. Si acaso ahora vendieron producto nacional…

Prometieron ser diferentes solo para mostrar que son más avezados, maestros en estas lides y avanzados en sus cochupos. Sacaron a los corruptos, entraron ellos y superaron a los de antes. Una tragedia.

Martí Batres tiene, por ley, que suceder al menos unos días a Claudia Sheinbaum en el gobierno de la Ciudad de México ahora que ella pida licencia definitiva para irse de campaña —formalmente, porque ilegalmente lo viene haciendo ya dos años—. Si estas son las cartas de presentación del señor, más vale que Morena piense en otra persona para que concluya el mandato de la hoy jefa de gobierno.

No voy a entrar a detallarlos, pero sí los menciono ya que se ubican en este mismo rubro de las transas: dentro de la estafa a Segalmex, resulta ser que la 4t no solo dejó a los más pobres sin los alimentos que se supone eran para ellos. También hay pruebas de que pilas/baterías que deberían haber sido entregadas a comunidades sin luz eléctrica, nunca llegaron a sus destinatarios. Se vendieron en Polonia. Otro negocio en detrimento de los más pobres.

Y la última: cancelar las Normas Oficiales de salud (NOM) para 32 padecimientos, lo que se traduce en evadir la responsabilidad que se tiene como gobierno federal de brindar un servicio de salud con mínimos de calidad (y de certificar que el dado por los privados tenga al menos establecido un piso universal para atender a quienes sufren terribles enfermedades). ¿Qué inconfesables arreglos anuncia ahora con otras farmacéuticas o consorcios médicos el cancelarlas las normas en lugar de modificarlas? ¿Será que la propuesta pasa por poder aguar vacunas y no ser llamados a cuentas?

La respuesta que dio López Obrador en la materia es realmente miserable. Él sí ha recibido atención especializada, tanto de galenos como de medicamentos y tratamientos, las veces que ha estado enfermo.

El presidente dice que esas normas fueron creadas por las poderosas farmacéuticas para hacer dinero. Pues bien, además de exigirle pruebas de sus dichos, valdría la pena preguntarle si el quitarlas ahora es para que otros hagan ese dinero vendiendo productos que no tienen un mínimo de control de calidad.

O si solamente es para poder continuar con el desabasto de medicinas en nuestro país.

AMLO critica al capitalismo. Pero lo que he relatado antes de forma breve, además de esbozar su podredumbre humana, muestra que a los miembros de la 4t les encanta ser parte del peor capitalismo depredador. Sí, ese que radica en hacerse ricos a costillas de los más pobres.