“Ya lo pasado pasado, no me interesa (el ayer)

Si antes sufrí y lloré

Todo quedó en el ayer

Ya olvidé (ya olvidé)

Ya olvidé (ya olvidé)

Ya olvidé (ya olvidé)”.

José José

“Water under the bridge”.

Expresión anglosajona

Lo sustancial nunca ha sido su fuerte, por eso todo lo cubre de narrativa y de epopeya. Pero ahora también en lo superfluo nos queda a deber; se nota pobre, deslucido, raquítico.

Antes, hasta lo más mínimo lo pintaban de gran cruzada. Hoy los colores pasan a ser grises decadentes.

Esa es la tonalidad de la aprobación de la reforma a la Ley Minera; algo realmente insulso vestido por la 4T de conquista (mismo eso a medias) para consumo de sus allegados y para alimentar la arrogancia de López Obrador. Para más señas, AMLITIO se sugiere lleve por nombre la empresa del Estado que administrará la no-nacionalización del litio en México…

Sin caer en triunfalismos o cantar victoria, es menester decir que empieza a haber un aire de “agua pasada” por cuanto a las fortalezas de AMLO.

Una de estas era una comunicación blindada ante cualquier contratiempo. La misma muestra grandes grietas a partir de la Casa Gris y luego con el descalabro de la consulta popular para la revocación de mandato y lo sucedido con su #LeyBartlett (primera vez que una iniciativa de reforma constitucional de un presidente es rechazada en el Congreso).

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Después, aún cuando en la SCJN se votó por la no inconstitucionalidad (que no constitucionalidad) de la LIE (y hoy con dudas legítimas sobre el conteo de los votos), todo ese asunto no resultó el triunfo que el primer mandatario buscaba.

¿Cómo es eso que figuras como Denise Dresser, Azucena Uresti, Chumel Torres, Carmen Aristegui, Jorge Ramos —no se me malinterprete, estas personas merecen todos mis respetos— le hacen abolladuras al presidente de la república, quien tiene todo el poder del Estado a su servicio? ¿De verdad está buscando el relevo generacional y heredar su transformación a personas como la diputada por Morena Andrea Chávez?

El machacar argumentos resultaba hasta hace poco muy efectivo. Hoy AMLO ya suena muy trillado; un círculo infinito.

La descalificación a ultranza a quienes opinan diferente a lo dicho por él; la victimización, aun cuando las víctimas son otros; hablar del pasado, nunca del futuro; decir una cosa para después hacer otra (usualmente la opuesta); culpar a otros y defender a los suyos, así sean estos unos corruptos consumados. Su gran ego, su yo-yo, yo-yo, su siempre yo. Todo eso cansa. Todo eso pone fin a un sexenio que oficialmente no ha terminado.

Con esas pobres perspectivas, este es un mal momento para acercarse o considerar sumarse a Morena. ¿Quienes lo hacen no se darán cuenta que tarde que temprano, no importando su frescura y su sangre nueva, terminarán formando parte de un discurso vacío, a un disco ya de por sí muy rayado?

El presidente se está volviendo un apestado. Parte de su gabinete lo evita (ahí tienen a Marcelo Ebrard, a Jorge Alcocer, a Jorge Arganis Díaz, a María Luisa Albores); otra se encuentra paralizada (Tatiana Clouthier es un buen ejemplo). Del resto la ciudadanía reniega de él o lo niegan entre ellos mismos (Delfina Gómez, Adán Augusto López).

Ante la destrucción, la incompetencia gubernamental y la falta de resultados, la 4T en voz de su líder hace de amagar (a los empresarios del sector eléctrico, por ejemplo) su mantra. Eso y asirse a lo intrascendente.

AMLO no tiene escapatoria. Se termina el discurso patriotero. Lo que era López Obrador ‘ya fue’, ya no volverá a ser nunca.

Verónica Malo en Twitter: @maloguzmanvero