El día de ayer, la candidata oficialista a la presidencia de la república, Claudia Sheinbaum Pardo, aseguró que los partidos de oposición representan la herencia del conservadurismo del siglo XIX.

Asimismo, la otrora jefa de gobierno capitalino se refirió a la coalición opositora como hipócrita; pues considera que esta alianza respalda los programas sociales únicamente porque corren tiempos electorales.

Es una pena que Sheinbaum permita que le dicten sus discursos. Que desde Palacio Nacional le redacten sus mensajes.

A Claudia le debe escocer la lengua cuando pronuncia ese tipo de diatribas. Porque cualquier persona pensante como ella se percatara de que esa alocución está plagada de incongruencias.

En primer lugar, porque el líder moral y propietario del movimiento que la postula militó para dos de los tres partidos que conforman lo que los oficialistas llaman el PRIAN.

En segundo lugar, porque este líder, Andrés Manuel López Obrador, encarna el conservadurismo al que la doctora Sheinbaum se refirió de manera despectiva.

Claudia es una mujer brillante. Por eso entiende que la autoproclamada transformación a la que alude el discurso oficial es declarativa.

Todo el mito lopezobradorista es ruido y nada más. Es una farsa. Como su falsa revolución de las conciencias.

La estructura de la incesante homilía del obradorato es un concepto vacuo.

No ha habido nunca un análisis profundo sobre el capitalismo. Simplemente se critica utilizando el término neoliberalismo de manera peyorativa sin ningún sentido de aplicabilidad de progresismo económico.

El obradorato no ha sido redistributivo, sino asistencialista. También ha mantenido en sus tronos de oro a los oligarcas. Todo ha sido una falacia repetida sistemáticamente. Por eso le llamo mitocracia a este régimen proclive al embuste.

A la gente no le alcanza el dinero. La pobreza extrema ha incrementado y la economía sigue estancada.

La reforma laboral en materia de libertad sindical ni siquiera fue un triunfo de este gobierno, sino una imposición de los gringos para la firma del T-MEC, la materialización de la globalización y el neoliberalismo.

Y estas incongruencias las sabe y conoce Sheinbaum. Pero la obligan a callar.

Ella entiende que la izquierda no puede ser censora, ni militarista ni opresora ni despótica ni violenta ni reaccionaria ni providencialista.

Pocas veces se había visto tal desprecio por las víctimas y la deshumanización de éstas, como en esta administración de un millón de muertos.

A los trabajadores al servicio del Estado los siguen teniendo en esquemas de subcontratación ilegal y con disminuciones ilegales y arbitrarias de salarios.

Los números ahí están. Más el oficialismo sabe que se pueden esconder, con la barahúnda que representa la retahíla presidencial matutina.

No por nada me preocupa la ansiedad que debe embargar a la candidata oficial cuando la fuerzan a repetir las mentiras del presidente.

Debe ser angustiante por la paradoja que representa, que los autores de un discurso esquizoide coloquen un saco de fuerza a sus palabras. Eso debe estar sintiendo Claudia todos los días.