Reconocimiento y Resiliencia

Hoy celebramos un momento histórico en el que nuestras tradiciones ancestrales de los pueblos originarios comienzan a ser reconocidas como parte integral de nuestras instituciones. Esta evolución no solo rinde homenaje a nuestros orígenes milenarios, sino que también destaca la rica herencia cultural que nos define como nación.

Recientemente, se llevó a cabo un acto simbólico en el huey teocalli, un espacio cargado de memoria colectiva y significados profundos. En este lugar, el nuevo poder judicial, encabezado por Hugo Aguilar Ortiz, un ministro de origen mixteco, fue consagrado en un evento que resonó con la fuerza de nuestras raíces. La presencia de representantes de pueblos originarios y el uso de lenguas indígenas subrayan un mensaje claro: “Que la Corte ya no sea guiada por el poder ni por el dinero, sino por el servicio al pueblo.” Este pronunciamiento, que algunos podrían considerar un exceso ceremonial, es, para muchos de nosotros, un esfuerzo genuino por restablecer el vínculo entre la justicia y aquellos que históricamente han sido excluidos de ella.

La ceremonia fue un acto de reivindicación que fue más allá del simbolismo. Al incorporar elementos sagrados como el copal y el bastón de mando, se establece un puente entre lo ancestral y lo contemporáneo, mostrando que la justicia, al igual que nuestras tradiciones, puede y debe evolucionar. Sin embargo, las críticas no se hicieron esperar. La oposición, como suele ser habitual, descalificó lo que denominaron “electos sagrados”, cuestionando la esencia de una ceremonia que busca honrar lo sagrado de nuestra tradición. Se mofaron del uso del copal, del bastón de mando y del hecho de que los participantes no lucieran togas tradicionales, sino huipiles. Para ellos, lo indígena parecía no tener cabida en estas ceremonias, como si el sistema judicial hubiera emergido por arte de magia del derecho romano, ignorando la historia de saqueos, inquisiciones y represión sufrida por nuestros pueblos originarios.

Este nuevo rumbo, impulsado por un movimiento de regeneración nacional y alentado por la visión de una presidenta consciente de nuestra deuda histórica, busca reconciliar nuestra identidad con las injusticias del pasado. Es un llamado a integrar en el espíritu de la Supremacía Constitucional Nacional el corazón de nuestras culturas y tradiciones ancestrales, una verdadera transformación en favor de un México renovado. La inclusión de elementos indígenas en el poder judicial no solo representa un acto de justicia cultural; también abre la puerta a una nueva forma de entender el derecho, donde el respeto por la diversidad cultural se convierte en el pilar fundamental de la justicia.

Las columnas más leídas de hoy

Imaginemos un mundo donde se honran ceremonias que veneran a la “Madre Tierra” y a la “Abuela Luna”, donde recordamos la memoria ancestral que nos conecta con nuestra grandeza milenaria. En este espacio sagrado, todo tiene un ritmo natural, un pulso que resuena con la fuerza creadora del universo. Este acto de reconocimiento es un retorno a la dignidad, es dar un lugar a la luz, y es fundamental para construir una sociedad que valore y respete cada elemento de la naturaleza, reconociendo la fuerza vital en cada ser. Esto es lo que representa la rueda de la vida y el camino de nuestros ancestros.

La ceremonia de la Suprema Corte en Cuicuilco es un evento que trasciende lo ritual para convertirse en un símbolo profundo de identidad cultural y resistencia.

Cuicuilco, una de las ciudades más antiguas de mesoamerica, está cargada de historia y significado, y esta ceremonia refleja el legado ancestral como la relevancia contemporánea de nuestros valores ancestrales y creencias.

Así como la palabra “Meshico”, que en náhuatl significa “en el centro de la luna”, tiene un significado profundo. No solo evoca nuestra geografía, con México-Tenochtitlán en el corazón del lago de Texcoco, sino que también simboliza un poder femenino, destinado a despertar y unir corazones en una nación que respeta su diversidad cultural. Estoy convencida de que estamos dando pasos correctos hacia este renacer, donde Meshico puede emerger con la grandeza que le pertenece.

A lo largo de la historia, la resiliencia de los pueblos originarios nos ha enseñado valiosas lecciones sobre dignidad y lucha por la justicia. La historia de la resistencia indígena es un testimonio de la perseverancia de nuestras culturas y tradiciones. Este legado no solo debe ser recordado, sino también integrado en nuestras estructuras contemporáneas, de manera que el poder juifcial se convierta en un reflejo del mosaico cultural que compone nuestra sociedad.

Al final del día, el reconocimiento de nuestras raíces no es un acto meramente simbólico; es un paso crucial hacia la construcción de un futuro en el que todas las voces sean escuchadas y valoradas. En este nuevo camino, la justicia debe reflejar el mosaicismo de nuestra sociedad, recordándonos que la verdadera transformación nace de la inclusión y el respeto por nuestra diversidad cultural. Con cada paso que damos hacia este objetivo, reafirmamos que el futuro de México no solo se construye desde el reconocimiento de nuestras raíces, sino desde la celebración de la riqueza que cada una de ellas aporta.

Así, con la mirada puesta en el horizonte, nos aventuramos hacia un México donde la justicia y la tradición ancestral caminan de la mano, creando un camino iluminado por la diversidad y la esperanza. Con cada ceremonia que honra lo sagrado y lo mundano, recordamos que el humo del copal nos conecta con nuestras raíces, y el bastón de mando nos invita a usar el poder con sabiduría para servir al pueblo. Desde la impecabilidad, iniciamos una transformación institucional, devolviendo la dignidad a nuestras tradiciones y construyendo una sociedad más consciente, donde los gobiernos sean justos y equitativos.