Para nadie es un secreto que el concepto "sociedad civil" en México ha sido prostituido, utilizando membretes de todo tipo con fines de parapeto y mera coartada. Su finalidad era la evasión fiscal, el acceso a desviar recursos del erario y presionar a los gobiernos (lobbying) para sacar ventajas ilegitimas de todo tipo y hasta a los migrantes y su drama se utilizó sin reparo.

Un ejemplo de lo anterior es la intelectual de derechas María Amparo Casar, quien obtuvo de Pemex millones en una pensión leguleya al margen de cualquier atisbo de ética durante décadas. Ella presidió, por cierto, y para más burla a todos los mexicanos, un membrete que en su nombre lleva la infamia de la indolencia: Mexicanos Unidos Contra la Corrupción. Y ese, es solo un botón de muestra, ya en el pasado sexenio, de plano se tuvieron que prohibir deducciones multimillonarias de fundaciones que con los más diversos pretextos evadían sus líderes y creadores impuestos, causando a las arcas públicas un daño indignante.

Hoy, los mismos membretes, lastimados por sus intereses afectados, lanzan a diario calumnias y veneno contra el gobierno, aunque esté más que demostrado que resulta estéril en comunicadores como Raymundo Rivapalacio (o Vargas Dulché, dada su imaginación convertida en mera ficción, pero de pésima calidad).

La oposición, pues, continúa hablando (no pocas veces con soeces e impropios gritos) en su cuarto de espejos, entre ellos mismos y su burbuja de privilegio, así esté ganado en ocasiones de manera legítima; y lo peor, ignorados por las masas, aun cuando alzan la voz con la razón asistiéndoles y pagando, a veces, justos por pecadores. Su disociación de la realidad del México profundo los lleva a vivir una realidad política alterna.

El general Lázaro Cárdenas entendió muy bien eso en su tiempo y se lanzó a una campaña a ras de tierra, que los generalotes de la Revolución mexicana no entendían, dado que su elección ya estaba ganada, gracias a la creación del general Calles del partido hegemónico PNR. Pero Cárdenas buscaba el afianciamiento de ese partido como uno de masas, que de entrada otorgara las conquistas pendientes a los desposeídos (reparto agrario, expropiación petrolera, y más), y terminar de dar el paso del caballo y los fusiles y paredones, a la paz y las instituciones, cambiando el nombre de dicho partido a PRM, antecedente directo del PRI, ya este último con gobiernos civilistas y no militares.

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Eso mismo lo repitió Andrés Manuel López Obrador y construyó un partido político que luce ya cuasi hegemónico, el cual es indudable que ya en el gobierno, devolvió la dignidad a millones de mexicanos vulnerables. De ahí que la hoy oposición no avance en puntos porcentuales en intención del voto del pueblo, que es el concepto que sustituyó a esa desvirtuada sociedad civil.

La dicotomía “pueblo bueno, sociedad civil mala” no está del todo errada, y no hay quien se ensucie las manos y/o los zapatos y se dedique a recorrer el país de verdad, pues eso no está en el internet, no es pues un ente digital, sino seres humanos a los que, como es obvio, gustan de sentir a su clase política cercana, no en forma de voces y figuras fantasmagóricas, que les pretenden hablar desde “apps, spaces” y cómodos sets de grabación, lo mas lejos, en foros en universidades, por más, insisto, que tengan argumentos de sobra por comunicar.

El pueblo de México, las masas, no son bits, bytes y megabytes, sino personas a las que no les gusta que se ponga una valla infranqueable entre ellos y su clase política, que es motivo –por cierto– por el cual la presidenta Sheinbaum goza de esos niveles de aprobación y popularidad. Ella recorre el territorio, escucha a la gente y les habla con calidez; en persona, se ensucia los zapatos y la ropa; no se limita, pues, a gritar adentro de un ilusorio cuarto de espejos, donde los políticos opositores se dirigen exactamente al exiguo 18% (y además dividida esa cifra) pensando, en un autoengaño inconsciente, que las caras que le arengan son millones, cuando se trata de su misma base desde el año 2018, aunque todavía más disminuida y, repito, dividida.