Me aventuro a asegurar que pocos conocían o habían escuchado hablar, previo al Covid, sobre la Organización Mundial de la Salud; un organismo internacional sito en Ginebra, Suiza, y cuya misión es promover la coordinación de estrategias internacionales dirigidas a resolver problemas comunes en materia de salud.

Tras la irrupción del coronavirus en nuestras vidas, la OMS volvió a los reflectores y comenzó a gozar de un “protagonismo” inusitado para una organización internacional; derivado principalmente de que el Covid-19 comenzó a expandirse rápidamente en el mundo, y fue necesario que una “autoridad supranacional” apareciese en escena para brindar recomendaciones a los gobiernos.

A final de cuentas, la OMS no hizo mucho. A pesar de sus esfuerzos y los de su director, el etíope Tedros Adhanom Ghebreyesus (un personaje desconocido antes y aún ahora) los gobiernos del mundo optaron por sus propias recetas sanitarias, basando sus decisiones bajo razonamientos políticos y presupuestales.

En otras palabras, a pesar de las recomendaciones de la OMS, cada Estado implementó su propia política sanitaria, lo que derivó en la ausencia de coordinación entre los gobiernos para combatir la enfermedad. Sin embargo, y a pesar de este fracaso de la OMS, al menos la organización ocupó titulares en la prensa.

Ahora, tras la superación de la pandemia, la OMS parece rehusarse a perder el “protagonismo” ganado. Hace apenas unos días la organización emitió un comunicado en el cual aseguraba que la emergencia sanitaria provocada por el covid-19 continuaba, por lo que era necesario conservar algunas medidas precautorias. En palabras del propio portavoz, el virus podría aún mutar y así evadir la inmunidad natural o adquirida provista por el contacto personal con el patógeno o a través de las vacunas.

La realidad, a la luz de la evidencia y del sentido común, es que la pandemia provocada por el Covid-19 ha sido superada, al menos en términos del porcentaje de casos graves, hospitalizaciones y defunciones. Se ha convertido, pues, en un virus estacional cuyos picos de infecciones volverán durante periodos invernales, al igual que lo hacen el resfriado común, la gripe o la influenza.

Derivado de ello, comercios, aerolíneas y otros sitios públicos han levantado restricciones relacionadas con el uso de las mascarillas y con la medición de la temperatura corporal. Esto ha provocado un sentimiento de vuelta a la normalidad, tan ampliamente esperado por todos.

Sin embargo, a pesar de ello, la OMS insiste en que la pandemia continúa. ¿Realmente la organización actúa con evidencia en mano, o lo hace con la intención de permanecer en los titulares mundiales y que los gobiernos acudan aún a ella para recibir recomendaciones? En mi opinión -y sí que puedo estar equivocado- los funcionarios de la OMS no buscan más coordinar acciones en materia sanitaria, sino que actúan bajo la prioridad de seguir siendo relevantes. En realidad, han dejado de serlo.