La insensibilidad es el sello distintivo de Morena. Ni duda cabe ya. Estoy francamente indignada, como madre y ciudadana.

Un tema, tan delicado, pero sobre todo tan doloroso como lo es el del cáncer —mucho más doloroso aún en el caso de niños enfermos—, pareciera no alcanzar a tocar ninguna fibra entre la militancia de Morena. Es como si estuvieran adiestrados para ser inmunes al sufrimiento que causa esta enfermedad. Como si en su piel tuvieran un “repelente” contra la palabra “CÁNCER”. Yo lo padecí y vi sufrir y llorar a mis padres por ello, yo misma lloré por mi malestar, aterrada por morir; así he estado todos los días y hasta la fecha. Perdí a mi única hermana por el cáncer y no podría describirles aquí el dolor tan intenso que sentí, la impotencia de no poder tener en mis manos el remedio y verla morir sin poder haberla podido salvar.

Cuando se le ha preguntado al presidente acerca del tema, desvía la conversación. Pareciera que no quiere hablar nunca de ello, es más creo que le molesta y lo toma como algo personal contra él y, peor aún, casi nunca le he escuchado pronunciar la palabra cáncer en sus múltiples mañaneras. No se nos podrá olvidar que su esposa dijo un comentario desafortunado, contestándole a un ciudadano que preguntaba el porqué los niños con cáncer no recibían su quimioterapia. La respuesta de ella, lejos de ser más sensible y empática, fue: “No soy médico. A lo mejor usted sí, ande, ayúdelos”. Para que los mexicanos olvidemos esa respuesta, ni en décadas.

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El día de ayer la señora Deborah Medina Hernández, se arrodilló ante una diputada de Morena, Merary Villegas, suplicándole que los legisladores de esa bancada promuevan ante el gobierno la pronta entrega de medicamentos oncológicos, ya que, por el desabasto de los mismos, su hijo de 14 años, Carlos Alberto, no ha recibido sus quimioterapias. La diputada, al verla arrodillada, simplemente la miró con fastidio, se dio la media vuelta y se fue, dejándola ahí suplicante, en tanto otros legisladores le daban la mano para incorporarla nuevamente de pie.

La escena fue grotesca, dolorosa e insultante. Lo que hizo esta diputada es la muestra de lo que han hecho y la forma en que ha actuado len a bancada morenista ante el tema del desabasto de medicamento. Yo no aspiro a ser diputada, pero en el lugar de esta mujer que ignoró a la madre suplicante, me hubiera hincado junto con ella y la hubiera abrazado. Porque, si bien, en las manos de la diputada no estaba conseguirle la quimioterapia de manera inmediata a Carlos Alberto, al menos un poco de empatía, un poco de humanidad; un “voy a ver qué puedo hacer” le hubiera devuelto a esa madre toneladas de esperanza y de fuerza para seguir luchando por su hijo.

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Como mexicana, yo no quiero a “gente” como Merary Villegas en el poder . Porque ni me representa y tampoco me sirve. Gente así mancha la investidura presidencial que tanto se esfuerza en proteger el presidente AMLO. ¿Así quiere que Morena sea el partido político líder por excelencia? Qué lástima que no tenga honestidad para con ella misma la diputada como para que, por su propio pie, renuncie, qué lástima que tenga que seguir ocupando un cargo que no es para ella, qué lástima tener que seguirle pagando de mis impuestos . Qué lástima que haya desabasto de medicamentos oncológicos, qué lástima por México, por sus niños y jóvenes enfermos. Qué lástima por todos. Al escribir esto se me rompe el corazón. Será difícil encontrar el modo de repararlo. Y mientras tanto, a esa diputada, la exhorto a que se concientice más acerca del tema del cáncer. Si gusta le puedo contar qué es y lo que se sufre cuando lo tienes o cuando lo padece un ser amado.

Pero creo que pierdo el tiempo con la diputada de Morena, ya que justificó su insensible acción acusando a la madre del niño con cáncer de hacer política carroñera a favor del PAN. Miserable morenista.

Es cuanto.