Qué bueno que el anuncio de la liebre alada Olinia no se dio en marzo, sino en agosto. Ya se sabe, la Liebre de Marzo es un personaje que destaca por disparatado en una novela en la que todas las personas y animales que aparecen son paradigmas de lo absurdo.
Todo es ilógico en la extraordinaria historia de Alicia en el país de las maravillas, creada curiosamente por un lógico y matemático, Charles Lutwidge Dodgson, quien motivado por su horroroso nombre se vio obligado a inventarse un alias, Lewis Carroll. Él era un tipo sin duda creativo, pero su ingenio no le alcanzó para encontrar un apodo verdaderamente genial, como por ejemplo Dato Protegido.
Por lo demás, loco como una libre de marzo es una expresión usada en Gran Bretaña —eso dice Wikipedia— que se originó por la observación del comportamiento absolutamente descabellado de tales animales durante su época de apareamiento. Les pasa lo mismo que a las personas: se apendejan en exceso cuando andan en líos románticos. Así que, por respeto al refrán inglés, digamos que ha sido una buena idea del gobierno de México no presentar en marzo su proyecto de coche eléctrico Olinia, cuyo símbolo es una libre con alas.
La liebre y la tortuga. Cuidado, la mayor velocidad no asegura la victoria. Aquí un video que lo demuestra:
Para que la libre no sea derrotada por la tortuga más temible, la burocracia, hará falta algo más que los siempre necesarios recursos para el desarrollo del proyecto, garantizados por la presidenta Claudia Sheinbaum, y que el talento científico y tecnológico, que existe de sobra en el equipo de la secretaria de Ciencia, Rosaura Ruíz. También —y muy especialmente— se necesita una empresa comercialmente viable.
Supongo que se ha creado ya una empresa del Estado para producir y comercializar los coches Olinia. Contra el credo neoliberal en el que me formé y durante tantos años defendí apasionadamente, debo admitir que hay empresas estatales exitosas en todo el mundo, como la petrolera de Noruega. En México la CFE y Pemex en otros tiempos operaban con eficacia. Ahora están en un proceso de renacimiento, por así decirlo, sobre todo Pemex, ya que se les golpeó bastante y, por lo tanto, se les restó mucha competitividad cuando se impuso el dogma de la privatización.
Desde luego, admitámoslo, abundan ejemplos de empresas estatales improductivas. Nadie con objetividad puede decir que están cumpliendo sus objetivos comerciales la refinería de Dos Bocas y el Tren Maya. Por los gigantescos montos de inversión mientras se construían las dos grandes obras del primer piso de la 4T, no puede negarse que generaron empleos y desarrollo en regiones que necesitaban con urgencia gasto público. Pero las fases más intensas de la etapa constructiva ya pasaron y no se ven por ninguna parte resultados empresariales que impidan que la refinería y el tren vayan a terminar como elefantes blancos.
Otra empresa que no despega con la fuerza que se requiere es la nueva Mexicana de Aviación, que no parece estar diseñada para competir con las aerolíneas privadas. Y, desgraciadamente, tampoco el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles, el famoso AIFA, ha llegado a los niveles de operatividad prometidos.
De los grandes proyectos del primer piso de la 4T, el que resulta urgente que opere a su máxima capacidad es el AIFA. Porque el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, cuando funciona con cierta normalidad, es feo y sucio y aun maloliente —no solo en los baños, que conste—. Claro está, hay ocasiones, no pocas, en que la gente que viaja se olvida de la basura y la pestilencia: ocurre cuando el AICM se cierra por niebla o por lluvias.
En cambio, el AIFA es bonito, limpio y funcional. ¿Por qué no tiene más operaciones? ¿Y el aeropuerto de Toluca? Se suponía que se iba a usar más, y no ha ocurrido. No debería ser tan difícil para el Estado corregir la situación. Porque, hasta el momento, con lo que creo que alguna vez se llamó Sistema Aeroportuario Metropolitano, nos han dado gato por liebre.
Pero, como donde menos se espera salta la liebre, confío en que el proyecto Olinia no será un fiasco, sino un éxito empresarial que lleve muchos coches eléctricos al mercado a precios accesibles. Tiene un buen coordinador, Roberto Capuano, experto en movilidad y con estudios de administración de empresas en la London Business School, una de las escuelas de negocios más prestigiadas del mundo. Espero que actúe como la liebre astuta de la fábula que con hábiles mañas se pudo burlar del elefante —en nuestro caso, el elefante blanco de la burocracia—.