Irreverente

Les platico en el mismo orden que he seguido para el subtítulo. ¡Arre!

1.-

Dejé mi afición por ir a las competencias de ciclismo cuando mi tío más joven murió. Tenía 24 años.

El me llevaba a ver las carreras que tenían lugar en Monterrey y un día me tocó conocer a una de las estrellas de aquella época: Radamés Treviño, primer mexicano en romper un récord mundial de ciclismo, el de la hora, en el Velódromo Olímpico “Agustín Melgar”.

Radamés murió en 1970, al ser atropellado en una competencia de ruta por un automovilista, sobre la carretera a Veracruz, mientras defendía los colores del mítico equipo Windsor, de Odilón Rojas.

Según leí la crónica de aquellos años, el regiomontano se abrió demasiado al tomar una curva e invadió el carril por donde circulaba el automovilista, que sin saberlo, acabó con la vida del que era el mejor ciclista mexicano de esa época. Radamés tenía 24 años.

2.-

En la etapa 15 del Tour de Francia, entre Les Portes du Soleil y Mont-Blanc, un aficionado quiso tomarse una selfie mientras pasaba el “pelotón” de ciclistas.

A escasos minutos de haberse iniciado esa etapa de 179 kilómetros, el imprudente extendió tanto su brazo que invadió la ruta que seguía el estadounidense Sepp Kuss, del equipo neerlandés Jumbo-Visma y compañero del campeón defensor y líder general de la competencia, Jonas Vingegaard.

Provocó así la caída masiva de una veintena de ciclistas, que por suerte no sufrieron lesiones graves.

Un vocero del equipo Jumbo-Vista informó que demandarán al causante del aparatoso accidente.

Aquí está el momento preciso en que el fanático extiende su brazo y toca el manillar de la bicicleta:

3.-

En el 2005 todavía no llegaba la moda de las selfies.

Cuando uno se encontraba a cierta celebridad, le pedía su autógrafo y tan tan.

Ese fue mi caso al ver a Elena Poniatowska sentadita en el aeropuerto de la CDMX.

Estaba leyendo y cometí una triple imprudencia, pues interrumpí su lectura, traté de entablar plática con ella y además le pedí su autógrafo.

Conseguí las tres cosas y aquí está la evidencia de mi primer encuentro con ella.

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Hubo otro, del cual también incluyo aquí el autógrafo que me dedicó en uno de sus libros, que casualmente estaba leyendo y que también casualmente fue el Día de la Libertad de Prensa, 17 años después.

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Me prometí ir a verla cuando cumpliera 90 años para regalarle mi libro, pero por angas y mangas no se dio el asunto.

Este 2023, “la princesa roja” cumplió 91… y tampoco se me hizo ir a verla a su casa en Coyoacán.

Ya escribí mi autógrafo para ella en la última página de mi libro. ¿Por qué en la última? Sigan leyendo y sabrán…

4.-

https://www.sdpnoticias.com/opinion/deje-un-mensaje-para-ti-en-la-ultima-pagina-del-libro/

“Te dejé un mensaje en la última página de este libro”.

Así motivaba a mis hijos para que leyeran.

Les pedía que no hicieran trampa para que no se saltaran toda la lectura del libro que les regalaba.

Así, fomentaba en ellos la paz que da la ciencia: la paciencia.

Hace poco, uno de mis muchos críticos atacó mi columna del día.

Al checar la hora de su diatriba, me di cuenta que me la envió a los dos minutos de haber sido publicada mi columna.

El “buen hombre” ese leyó solo el título y atacó el texto completo.

Entonces, le respondí: “Me insultas leyendo solo el título. No seas tramposo”.

5.-

La semana pasada escribí sobre las filas de hasta 6 horas que tienen qué hacer los mexicanos de 65 años y más para que el Banco del Bienestar les pague sus $4,800 bimestrales.

Incluso tomé video con el que hice uno de mis Tik Toks.

Estaba grabando cuando de pronto se desvaneció una mujer a quien le calculé fácil 70 años… o más.

De inmediato dejé el celular y ayudé junto a otras personas a llevarla a la sombra, porque el calor rondaba los 40°C.

Al comentar este incidente en mi artículo del día, otro de mis críticos oficiosos me pidió que mostrara la evidencia de la mujer desmayada, porque en el video no aparecía dicha escena.

Imposible hacerle entender a alguien de esa calaña, que en estos casos, buscar la notoriedad del “like” no es de humanos.

Cajón de sastre

Este incidente me hizo recordar a alguien que siendo pudiente ayuda a la gente, con una sola condición: que nunca sea revelado su nombre.

Ese es el auténtico espíritu de la filantropía o el mecenazgo: El anonimato.

Es que hay algunos que ayudan para ganar un beneficio fiscal.

Hay quienes lo hacen para ganar notoriedad. Eso no es propiamente ni filantropía ni mecenazgo.