El latín, que es cuna de nuestra lengua, también es origen de sentencias y aforismos de singular expresión, pues contienen una capacidad comunicativa difícil de equiparar; es el caso de “corruptio boni pessima” que se traduce como la corrupción del bueno es la peor.

En efecto, nuestro carácter gregario o de seres sociales genera una convivencia en los grupos o comunidades donde a su vez se detona aprendizaje sobre las pautas y comportamientos; en esa perspectiva es que las leyes se entienden como una expresión de ellas, de ahí la referencia a que la costumbre es una de las fuentes del derecho.

De alguna manera se forma así la cultura en su manifestación de maneras propias de entender el mundo y de reflejarlo a través de la actividad humana en la estética, la plástica, la expresión oral y escrita, la arquitectura, etc., que identifican a las sociedades en su evolución, hasta erigir naciones.

El caso de la política es especial, en tanto su condición de ámbito destinado a la construcción de acuerdos, a modo de anticipar conflictos y resolverlos, por ello su herramienta principal es el dialogo, el discurso y el entendimiento; también es una palanca para evadir lo contrario, que se mide en la capacidad para respetar diferencias, asimilar la controversia, la oposición y hasta el rechazo en un plano de convivencia, tolerancia y de mesura que acreditan legitimidad en el uso del poder, hasta cuando es el caso extremo de recurrir a la coacción o a la violencia institucional.

Dentro de ese contexto, se supone que el liderazgo político se ejerce en una óptica que recrea los valores que la sociedad ha dado y que, al hacerlo, los fortalece, los debilita o hasta los transforma. Sólo así se explica que versiones extremas del autoritarismo, como sucedió con los regímenes fascistas, permutaron los valores de la sociedad a partir de los actos, el discurso y la persuasión lograda por sus líderes.

La ecuación de política y liderazgo es, por tanto, una de las más importantes a cuidar, pues a través de ella es posible que se consoliden los aspectos que más enriquecen a las sociedades o, por el contrario, puede ser camino de lo que las prostituye. Cierto, corruptio boni pessima. El ejercicio del poder regularmente trae consigo la trama que legitima y disciplina, primero a su grupo cercano y después a colectividades más amplias y, lamentablemente, puede serlo en uno u otra dirección; vía para fortalecer los valores de la sociedad o para trastocarlos.

El presidencialismo mexicano es un sendero en ese sentido, pues dispone de facultades y puede accionar mecanismos que se dirijan en ambas direcciones; sus márgenes de discrecionalidad han sido amplios y, por eso, buena parte del debate democrático y republicano se ha dado en la dirección de acotar su discrecionalidad y generar mejores equilibrios y contrapesos. Pero sus dispositivos están presentes pues ejerce la jefatura del gobierno, del Estado, de la administración pública y de las fuerzas armadas, al tiempo que conduce la política exterior.

En esa medida es que también se encuentran presidencializadas las expectativas de la sociedad para alcanzar sus anhelos, por ello la fuerza tradicional de la institución presidencial y de que, en casi en todas las administraciones, el presidente en funciones haya gozado de amplio respaldo popular. Aunque la otra cara de la moneda sea que el verdadero juicio sobre su desempeño venga después.

Los virajes que se observan en cada administración son muy relevantes; en el caso actual no deja de sorprender que temas que, en un momento pudieron ser objeto de crítica severa, poco después, al ser asumidos por el gobierno, se han aceptado y hasta se legitime la postura reconvertida. El caso de la iniciativa para incorporar a la Guardia Nacional al mando castrense, en contraposición franca a su carácter civil, que fue rechazada por todos los partidos opositores al gobierno, ejemplifica el tema; el partido en el gobierno asumió y defendió tal postura después de que hace cuatro años proclamaba la posición contraria y de que quien hoy está en la presidencia anunciaba que regresaría al ejército a sus cuarteles.

Los ajustes así adoptados dejan con un palmo de narices el diseño de las políticas, pues anuncian que se pueden dar ajustes severos sin grandes explicaciones y a contracorriente de lo previamente planteado; peor aun cuando se trata de poner en duda las causas éticas del gobierno y dejar entrever que es posible caminar por senderos que se habían declarado como intransitables; cuando se habían anunciado nuevos tiempos y cauces, pero que aparecen avisos de que no es así, que se cae en lo mismo pero de manera distinta. Cuando en vez de combatir la corrupción se redefinen sus vías para evitar evidencias, pero para insistir en su práctica bajo otras modalidades. Las sospechas se fundan en crónicas y narrativas que exhiben aportes de verdad. Vale recordar…corruptio boni pessima.