El estudio de los sistemas políticos comparados es una rama de las ciencias políticas que fascina a la Academia. A través de la comprensión del funcionamiento de las estructuras del Estado se pueden obtener conclusiones que permiten un análisis concienzudo en torno a las realidades nacionales.

En este líneas me ceñiré exclusivamente a un breve repaso sobre los tres principales sistemas políticos que existen en el mundo occidental: el parlamentario, el semi presidencialista y el presidencialista.

El parlamentario, existente en países occidentales como el Reino Unido, España, Alemania y Canadá, se caracteriza por la convergencia de los poderes legislativo y ejecutivo en una sola cámara. De allí que el canciller, el presidente del gobierno o el primer ministro no sea votado directamente por los ciudadanos, sino que alcanza la jefatura del gobierno tras el triunfo – o negociación – de la mayoría de su partido en la Cámara Baja. De esta forma, el jefe del ejecutivo es responsable frente a su parlamento, y aun más, frente a su propio partido.

Los sistemas plenamente parlamentarios tienen la ventaja de que no facilitan la concentración del poder ejecutivo en un solo individuo, pues ante la necesidad de la confianza otorgada por su partido y de la mayoría parlamentaria, el funcionario debe ser meticuloso en la formación de consensos, a la vez que debe vigilar el equilibrio de poderes en la Cámara Baja.

Sin embargo, los sistemas parlamentarios tienen la desventaja de la fragilidad de los gobiernos y la complejidad hacia su conformación luego de unos comicios entre numerosos partidos políticos y ante una sociedad fragmentada. En este contexto, veremos, dentro de los próximas semanas, complicadas negociaciones en Alemania para que el partido socialdemócrata, encabezado por Olaf Scholz, puede hacerse de la cancillería en Berlín.

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El sistema semi presidencialista, concretamente el caso francés, se caracteriza por la separación de la Jefatura del Estado de la Jefatura de Gobierno. En este contexto, si bien el Presidente de la República es jefe del Estado y preside el Consejo de Ministros, el nombramiento del primer ministro deriva de la conformación de las mayorías en la Cámara Baja.

Finalmente, analicemos sucintamente el sistema presidencialista, mismo que existe en repúblicas como los Estados Unidos, México y la mayoría de América Latina. Este sistema político reúne en un mismo individuo la jefatura del Estado y de Gobierno, lo que otorga al jefe del Ejecutivo las competencias para realizar funciones de Estado, pero a la vez, la coordinación de las acciones de gobierno; lo que recaería en el primer ministro en el caso de los sistemas parlamentarios. Como ventajas del sistema presidencialista encontramos la fortaleza del poder Ejecutivo y su segura permanencia en el cargo a la luz del Derecho vigente.

Por otro lado, el sistema presidencialista ha permitido históricamente la concentración del poder en una sola persona, y con ello, la consolidación de regímenes autoritarios. México, por su parte, desde la Revolución Mexicana hasta nuestros días, no ha estado exento de las derivas dictatoriales de sus caudillos. Hoy lo vivimos ante la presencia de AMLO; un hombre que utiliza todo el poder de su investidura presidencial para la persecución política y para la consecución de unos objetivos que difícilmente sirven al interés general de la nación.