“Ahora cuesta abajo en mi rodada

Las ilusiones pasadas

Ya no las puedo arrancar

Sueño con el pasado que añoro

El tiempo viejo que lloro

Y que nunca volverá”

Alfredo Le Pera / Carlos Gardel

No es gracioso, lejos de encomiable, saber que se estuvo con una persona infectada de covid, anunciarlo públicamente y, luego, durante casi una semana continuar como si nada con sus actividades diarias y sin implementar medidas de precaución.

La irresponsabilidad alcanzó cuotas insuperables cuando anuncia, sin cubrebocas de por medio, que se siente mal, que tal vez esté infectado. ¿Y los que le rodearon? Esos no importan. ¿El ejemplo que dio? Lo de menos. El presidente siendo foco de infección para muchas personas; el “gran” esparcidor del mal.

López Obrador debe rendir cuentas. Llamémosle a hacerlo. Que no evada su responsabilidad, como lo ha hecho tantas otras veces.

Como ha ocurrido al respecto de su expediente clínico. La salud en general del presidente es de interés público. Ser transparente en la materia es una petición ciudadana desde que Vicente Fox fue operado de una hernia discal (2003). Se dio un informe público pormenorizado cuando a Enrique Peña Nieto le intervinieron quirúrgicamente debido a un nódulo tiroideo que se le detectó en el 2013. A la fecha, sobre la salud de López Obrador no se sabe nada, pero es parte de la rendición de cuentas que debe hacer cualquier jefe de Estado en cualquier latitud del mundo.

Si algo ha quedado claro en esta pandemia se podría sintetizar de la siguiente forma: información es poder; prevenir es preferible a subsanar; el covid afecta e impacta de muy distintas formas a quienes le sufren. El abanico es muy variado, desde quienes nada perciben hasta casos de fallecimiento.

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No minimicemos, tampoco, las posibles secuelas que deja el covid en el cuerpo humano. No es peccata minuta no cuidarse y alentar el contagio, más aún siendo jefe de Estado.

Y si AMLO no lo hace por los mexicanos, que al menos lo haga por él. David Sassoli, el presidente del Parlamento Europeo, de 65 años de edad, prácticamente la misma edad que nuestro primer mandatario, falleció ayer producto de una neumonía derivada del covid.

El presidente López Obrador no ha cumplido con la responsabilidad de cuidar de él y de las personas que dice representar.

Sí, su actitud señala también la incongruencia diaria entre lo que se dice y lo que hace como gobierno. Y así, mientras en la CDMX se desalienta la aplicación de pruebas de detección y se pide que, si uno se piensa contagiado, no salga de su casa, López Obrador hace todo lo contrario. Se paseó por doquier muy quitado de la pena y, por supuesto, finalmente se le practicó una prueba diagnóstica para anunciar lo que ya todos conocíamos.

Hablemos ahora de las infografías que difunde el gobierno federal con objeto de enfrentar y sobrepasar estar nueva ola de la pandemia. Se trata de decálogos de buenos deseos. Con toda seriedad pregunto: ¿qué tiene que ver el ser una persona espiritual con el combatir adecuadamente el coronavirus? Cursi, por decir lo menos.

La “transformación” liberal, democrática, progresista y de izquierda actuando como Chumel Torres en su “modo” más fascista. Esta administración que nos gobierna —es un decir— resultó un burdo timo.

México se encuentra entre los deshonrosos primeros cinco lugares de mayor número de muertos producto del covid por cada 100 mil habitantes; el primero en muertes del sector salud (dirá Hugo López-Gatell que también ellos son los más obesos del mundo); en niños que han quedado huérfanos debido al covid. No olvidemos contar a los más de 600 mil fallecidos.

De contagios he decidido ya no hablar más, pues con eso de que se ha vuelto imposible en México realizarse una prueba de diagnóstico adecuada, hay cientos, millones que pueden estar enfermos sin saberlo.

La autoridad se empecina en decir “vamos bien”; los distintos funcionarios lo repiten como mantra. Mas la realidad señala todo contrario: no hay pruebas suficientes, se dan tumultos en los hospitales (el Hospital La Raza es un caso), los cuales exigen una prueba de detección a la entrada. ¿El semáforo epidemiológico? Ese desde hace rato pasó en calidad de cotorreo.

La popularidad de López Obrador sigue siendo alta. Ello hace todavía más grave su comportamiento, entonces. Mucho muy grave pues como jefe de Estado, entre más popular, más ejemplo se es para muchas personas.

Esta pandemia, que le vino ‘como anillo al dedo’ a AMLO, también mostró al irresponsable que tenemos en la conducción del país. Pareciera haber en la 4T odio a México

López Obrador ha resultado toda una decepción; solo en la misma proporción que su egoísmo y su resentimiento.

Verónica Malo en Twitter: @maloguzmanvero