Desde que quitaron de avenida Reforma la artística y estéticamente bella escultura a Cristóbal Colón, diseñada por Charles Cordier, para supuestamente darle mantenimiento, se especuló que ya no regresaría a su sitio, que sería sustituida. Y así fue. Y en realidad esta noticia no generó mucha polémica, porque pese a la importancia del personaje, que trastocó con su “descubrimiento” el derrotero del continente que se llamaría americano –La invención de América, de Edmundo O’Gorman, qué buen libro sobre el tema-, la tradición de ver la estatua en la glorieta de Reforma y Morelos (desde 1877), y de la bella y sobria estética de la misma, la reflexión contemporánea predominante sobre el papel de los españoles hace 500 años en lo que hoy es América, da pie para justificar la sustitución y aun eliminación de estatuas que rinden homenaje a esos personajes cruciales de la historia.

Así, no se ha visto del todo mal que se decida trasladar a Cristóbal Colón al Parque América de Polanco. Porque se le preserva del acecho de la destrucción por parte de grupos indigenistas y feministas (falsos o auténticos) a que estaría expuesta de mantenerse en el sitio original. Aunque me parece mejor la posibilidad de colocarlo en lugar de la inútil, estorbosa y antiestética “Estela de luz”, mejor conocida como “Estela de pus”, gracias al individuo que la erigió con un presupuesto sobregirado, fuera de tiempo (se concibió para los festejos del Bicentenario en 2010 y se inauguró hasta 2012), y con altas sospechas de corrupción, Calderón Hinojosa; el rey del fraude en México. Colocar la estatua a Cristóbal Colón en ese sitio a la entrada del Bosque de Chapultepec, iría muy bien con la arquitectura y la atmósfera de la zona; como la dedicada a Carlos V, de Manuel Tolsá, en la calle Tacuba.

Lo que se esperaba causara mayor polémica era la estatua o escultura sustituta. Y así ha sido. Se ha anunciado una supuesta cabeza de mujer Olmeca gigante, estilizada, autoría del escultor Pedro Reyes. Claudia Sheinbaum, la jefa de gobierno de la ciudad, la ha anunciado como un homenaje a la mujer indígena.

Francamente hay varios despropósitos y errores en esta decisión eminentemente política.

1. No se consultó a la población sobre un tema importante; se supone que vivimos en una ciudad democrática.

2. No se percibe ningún sentido de identidad con la figura de la cabeza cercenada del cuerpo.

3. Representa a una mujer Olmeca ¡y lleva nombre náhuatl!, o mexica, una cultura predominante y opresora en su tiempo.

4. Como tabasqueño, he visitado muchas veces el Parque Museo La Venta -ideado por el poeta Carlos Pellicer al trasladar de esa localidad a Villahermosa 33 piezas olmecas, colosales la mayoría-, conozco las esculturas de Veracruz y las del Museo de Antropología y no hay una figura femenina definitiva que dé idea de cómo era la mujer de esa cultura.

5. Por los rasgos estilizados, el escultor parece dar la razón a la afirmación de que los olmecas eran una raza negroide y, sobre todo, que llegaron de otro planeta, que eran alienígenas; “te imaginas, ¿cómo le habrían hecho para mover esas toneladas de piedra si no eran Ovnis?”.

6. ¿Qué identidad con semejante escultura podrían sentir ciudadanos del norte del país, de Nuevo León, Baja California o Sonora?; más bien sentirán una exclusión.

La verdad no creo que esa escultura prospere si se llega a colocar (y espero que se cancele).

Como tampoco prosperó el concepto de que la Ciudad de México había sido fundada en 1321, absurda concepción de un místico en las oficinas de Sheinbaum, basada en la supuesta “Fundación Lunar” de México-Tenochtitlán. Sheinbaum pudo frenar el desacierto y dijo –tanto en el anuncio de las festividades de 2021 en marzo, como en la celebración del Templo Mayor- “VII Siglos”; pero sí “se llevaron entre las patas” al presidente que continúa repitiendo esa inexactitud porque se ajusta al número 21. Los expertos citan con mayor certidumbre el año 1325. Quien mejor puso las cosas fue el historiador Enrique Semo, al decir “más de 700 años” de fundación. Ojalá Sheinbaum deje de escuchar ya esas voces que inventan fechas, idean esculturas sin sentido y/o quieren satisfacer demandas políticas parcializadas como las del feminismo o el pro-indigenismo; falsos o verdaderos, reitero. Se necesita integración, no división.

Propuesta escultórica: Piedra, Maíz, Chile y Cacao

Cuando levantaron la amenazada estatua de Cristóbal Colón de su sitio, volví a pensar en una reflexión que hiciera en el año 2006; antes de la elección de junio. Entonces, en una novela inédita (Chilangos. Narraciones de un inadaptado, se llama ahora), el personaje central especulaba sobre la posibilidad de la identidad de “lo mexicano”, si es que hay una. Se preguntaba qué elementos podrían expresar esa identidad esencial, algo que integrara ese sentido. Naturalmente, reflexiones como las de Samuel Ramos en El perfil del hombre y la cultura en México o El laberinto de la soledad, de Octavio Paz, o recreaciones artísticas como Visión de Anáhuac, de Alfonso Reyes, entre otras obras, estaban detrás de esas figuraciones.

Y pensaba el personaje que la piedra, el maíz, el chile y el cacao eran en realidad elementos integradores de una cultura mexicana.

1. La importancia fundacional de la piedra desde los Olmecas hasta los Mexicas; y también durante la Colonia, por supuesto.

2. El alimento unificador, la masa estructural en el maíz; así como oriente dio el arroz y Mesopotamia y Europa el trigo y el pan, México el maíz, la tortilla y la masa; no podría haber otro elemento integrador más potente incorporado en la cultura de todos los mexicanos de México y del mundo.

3. El chile, otro alimento omnipresente unido al pasado y al presente mexicano.

4. Originado en la zona Olmeca-Maya, el cacao, el chocolate es tanto mexicano como ya absolutamente universal.

Entonces, la posibilidad de tomar en consideración estos elementos integradores, unificadores de una cultura, recreados estética y artísticamente en una escultura para sustituir la de Cristóbal Colón y para alejar la polémica en torno a la falsa cabeza Olmeca femenina, sería extraordinaria. Tanto la jefa de gobierno Sheinbaum, como el presidente López Obrador tendrían que considerarlo. Nadie osaría negar estos componentes de la identidad nacional. Escultura pétrea significada y magnificada por las mazorcas del maíz y el cacao y un manojo de chiles, como punto de partida para la inspiración del posible escultor. Piénsenlo, jefa de gobierno, presidente.

Fragmento de novela

Comparto la reflexión sobre el tema en la novela inédita, Chilangos. Narraciones de un inadaptado, concluida en junio de 2006:

“Él cree que no solamente hay posibilidades para un significado individual de la existencia. También para uno colectivo. Uno en el que se definiría el sentido esencial de lo mexicano; si es que tal sentido existe. Él desea para sí una respuesta, un encuentro con su yo más definitivo. Una explicación de sí, frente a sí mismo y ante los demás: ante su tiempo. Por eso aún cree en la historia. Por ello cree en el arte. ¿Ser mexicano significa algo más que haber nacido en el territorio México? ¿Involucra la alimentación, el habla, los usos y costumbres, la historia? ¿Expresa algo que resuma, se pregunta él, por ejemplo el símbolo: el maíz, el chile y el cacao? ¿La admiración latente, pero tímida, muchas veces ignorante, por el pasado de piedra: de pirámides, esculturas y utensilios? Piedra, chile, maíz y cacao. ¡Cuán grandiosos fundamentos! Basamentos históricos, simbólicos, fisiológicos, genéticos, de memoria colectiva, de costumbre y tradición. Credibilidad, permanencia, voluntad en la piedra desde los Olmecas. Sazón inmanente, omnipresente del chile. Descubrimiento, amasamiento, escultura, estructura del maíz. Valor, energía, vigor, gusto por el cacao descubierto, imaginado, creado en tierra olmeca-maya y llevado a la altiplanicie Mexica. Sobre estas columnas soberbias y perdurables y sobre el resto de la naturaleza debería borbotar el proyecto de una comunidad que se ha forjado pese a pérdidas y traiciones, egolatrías y ambiciones pueriles. Forjada en el sometimiento de la conquista, la esclavitud, el servilismo y la corrupción. Y sin embargo, emergiendo sin menoscabo sobre la miseria, una y otra vez la raigambre: Piedra Chile Maíz Cacao. Sosteniéndose, unificando criterios bajo, sobre o junto con la acción violenta, la corrupción, el crimen, el fanatismo, la ignorancia y la cultura del hacer cotidiano: la cultura, la acción silenciosa, olorosa de la cocina y la celebración sincrética de dioses y santos. Y aunque no queramos: sobre ese pesado de lozas, se continúa construyendo México.

¿Hay esperanza para lo que desearíamos definir como México, como mexicano? ¿Piedra Chile Maíz Cacao: servirán de algo o están condenados a diluirse en el todo y desaparecer en el devenir? Aquí una premisa clara: no se trata de chovinismo elemental o acomplejado nacionalismo trasnochado, no. Se parte de la convicción de que para abrazar lo otro, se tiene que amar primero lo propio. No es una obligación, pero sí una condición cultural para cualquiera donde sea: se pierde la raíz, se pierde la esencia.”.

Héctor Palacio @NietzscheAristo

P.d. Mi videocolumna sobre el tema para SDPnoticias, FB: