Una nota aberrante
En los dos últimos años he llegado a una conclusión: la historia es un arte menor. Estudiarla y conocerla no debiera de ser obligación sino una necesidad personal al grado de convertirse incluso en colectiva, pero no tendría por qué ser objeto de orgullo, presunción y vanidad; porque es un arte menor. Es decir, un arte acumulativo: entre más la estudies más sabes cuantitativamente. Lo ideal es que esa acumulación de datos y relatos tenga lugar dentro de un contexto conceptual.
No hay gran mérito en saber de historia. Sin embargo, muchos que saben de historia social, política, cultural, artística, etcétera, presumen y pasean ese conocimiento como algo exclusivo de quien lo posee. Y no, no hay mérito mayor en verdad que el solo interés y la acumulación de ese conocimiento.
Y todavía hay quienes, dentro de ese arte acumulativo, lo usan para armar y esparcir leyendas, para validar y aun patrocinar fraudes a expensas del erario. Sí, cuando esa “narrativa” (qué de moda está este término) se hace desde el poder; si el fraude a la historia y al arte se hiciera desde el presupuesto privado, otro sería el punto, la crítica se enfocaría sólo en el fiasco a la historia y al arte, no al uso del presupuesto público; cuando esto sucede, se convierte en un tema de interés general.
Andrés Manuel López Obrador, Claudia Sheinbaum y Clara Brugada tendrían que explicar (yo lo considero obligado) la razón de que hayan dado en los últimos dos gobiernos tanta importancia a un sujeto que lo mismo habla de la pata de Santa Anna siendo “paseada” por toda la Ciudad de México en once ocasiones (cada una de las veces que el personaje llegó al poder presidencial), que de la “fundación lunar” de la misma ciudad en 1321 y no en 1325 como han señalado los expertos. Este segundo asunto es lo que iba (voy a) cronicar la próxima semana, pero se atravesó otra noticia.
Noticia que involucra los plagios disfrazados de erudición “resignificadora” del doctor Samuel Máynez Champion y su valedor Alfonso Suárez del Real, el protegido de López Obrador, Sheinbaum y Brugada. Tan protegido, que pasó de asesor de la ayer jefa de gobierno y asesor del ayer presidente, a embajador sufrido en Estrasburgo, y ya de regreso, a la asesoría en historia, cultura y arte de las hoy jefa de gobierno y presidenta.
La nota es aberrante en verdad: “¿Han ustedes escuchado la ópera en náhuatl?”, preguntó Brugada en la conferencia matutina de la presidenta en que presentó, el 30 de junio pasado, la colaboración de su gobierno con el federal para la celebración del 700 aniversario de la ciudad. A la pregunta siguió un grupo de supuestos mexicas que entró escenográficamente acompañando el canto de unas cuantas líneas de una soprano. El anuncio: la producción del gobierno de la ciudad y el federal de la “ópera fílmica” Cuauhtemoctzin; de inmediato averigüé que es autoría del doctor Máynez Champion y me retrotraje a la crítica que ya había escrito sobre la representación de un fragmento de esa ópera en el Zócalo en el homenaje a Cuauhtémoc.
La confesión del plagio
“Reelaboré. Lo mismo que hice con Vivaldi, con su Motezuma, lo hice con Guatimotzin, de Ortega; ahora va a ser una ópera fílmica” en náhuatl y maya peninsular, confiesa el doctor en una entrevista que está en el youtube. Esto es: la ópera que Aniceto Ortega compuso en 1871, cantada en español, la ha resignificado el doctor y ahora es suya, escribiendo un libreto nuevo que ha traducido a las lenguas vernáculas Patrick Johansson, el experto en la lascivia sexual de los mexicas probada en su isotópica traducción de una parte de los Cantares mexicanos rescatados por Bernardino de Sahagún. Todo un “team” colaborativo para plagiar a Ortega como antes a Vivaldi, en el que también intervino Samuel Zyman (antes, el doctor validó su creación a costillas de Vivaldi llevándose entre las patas la ignorancia musical de Miguel León Portilla; ni modo, así fue).
En 2019, Suárez del Real patrocinó con 9 millones de pesos el estreno en “claves mexicanas o mexicanistas” de “la ópera del” doctor Máynez en el zócalo Motecuhzoma II, (en realidad fue reestreno a la puesta de 2009) que hizo una “refutación histórica” contra el compositor italiano y su Motezuma. ¡Qué se cree ese Vivaldi!, ¿que va venir a cambiar nuestra verdadera historia con una ópera-ficción cantada en italiano?
Pensé que ese plagio denunciado en este espacio sería suficiente; pero la ambición creativa es mucha. No fue suficiente.
De inmediato, la alcaldesa de Iztapalapa, Brugada, llamó (o ya conversaban, se desconocen los detalles) al doctor Champion para que hiciera algo con Cuitláhuac, el penúltimo gobernante mexica. ¡Y lo hizo, cómo de que no! Francamente desconozco si en esa ocasión resignificó la música de algún compositor fallido del pasado, pero estrenó en Iztapalapa y en Bellas Artes (2022) su cantata (que a veces llama ópera; confusión del lindero de los géneros) Cuitlahuactzin; más erario para el doctor, por favor, solicita su valedor.
Y esto tampoco fue suficiente. Como ya vimos, el protegido de Suárez del Real presentó en el homenaje a Cuauhtémoc un fragmento de “su ópera” (propiedad validada en todos los medios, no es broma). Un Aniceto Ortega resignificado en claves, pitos, teponaztli, ocarinas mexicas. Y esto sube de nivel. Ahora será todo un acontecimiento el 26 de julio, cuando se celebre el 700 aniversario de la fundación de México Tenochtitlan (con todo su dolor y el de López Obrador, Suárez tuvo que recular su concepto de “fundación lunar” en 1321).
Entonces, el Ortega resignificado por el doctor Samuel suena –en un aria de la misma por ejemplo– a una melodía operística decimonónica e italiana “intervenida” rítmicamente por el instrumental orquestal mexica: de nuevo, conchas, ocarinas (de esas que venden en Teotihuacán), palos, teponaztli, etcétera. Genial creación para el catálogo y la posteridad del doctor Champion y el isotópico sexual Johansson arropados por Suárez y naturalmente, sus jefes: Clara, Claudia y Andrés Manuel.
Al pasar por el erario, la aberración estética, ética e histórica se convierte en indignante. Mas al pensar que la UNAM entregó un doctorado con un proyecto que plagió a Vivaldi, para mi doctorado presentaré uno en que buscaré resignificar a Beethoven, para cambiar el texto de su Novena Sinfonía, no en náhuatl ni en maya chontal, bastará en español (aunque quién sabe si las lenguas prehispánicas sean la llave de acceso) para decirle al sordo alemán desde la filosofía existencial que se equivocó, que la vida no vale un himno porque la vida es una mierda.
Máynez Champion vs Ortega
Hablando en serio, a continuación extiendo lo que ya había escrito meses atrás, para ver las formalidades de todo este asunto:
Guatimotzin (aunque la mayoría de las referencias escriban Guatemotzin, con “e”), ópera en un acto de Aniceto Ortega con libreto escrito por él mismo basado en la novela de la escritora cubana Gertrudis Gómez de Avellaneda, Guatimozin, último emperador de Méjico (1846), que recrea la entrega de Cuauhtémoc prisionero a Hernán Cortés. Su estreno fue en el Gran Teatro Nacional de la Ciudad de México el 13 de septiembre de 1871. Esta ópera sin duda es parte de la dinámica de resurgimiento y consolidación de la figura del tlatoani tlatelolca en la sociedad mexicana del siglo XIX, tal como se da en el caso de la pintura y la escultura o estatuaria. Y aunque tiene el interés del personaje, el tema de la “conquista” y el hecho de que se cante en español, en realidad la música está más apegada a la predominante en México en ese siglo: la ópera italiana. Estrenaron la obra el tenor Enrico Tamberlick y la célebre Ángela Peralta. (Y aquí, solicito a los interesados leer una NOTA al final de esta columna sobre una sorpresa que no me esperaba y estaba fuera de la concepción original e este texto; al final, para no interferir con el objetivo central sobre el héroe mexica).
NOTA FINAL INESPERADA
Esta nota escapa a mi control, es una nota producto de la indignación. En el evento encabezado por la presidenta Claudia Sheinbaum en homenaje al 500 aniversario del asesinato de Cuauhtémoc, de pronto el locutor anunció la interpretación de un fragmento de “la ópera Cuauhtemoctzin en lengua náhuatl del autor Samuel Máynez y música de Aniceto Ortega”. No lo podía creer. ¡Uta, otra re-significación!, gruñí en silencio. Como está establecido, la ópera Guatimotzin es autoría de Aniceto Ortega con música y libreto suyos. ¿Qué ha hecho Máynez entonces, otra “intervención”, “reelaboración”, “re-significacaión” de una obra original ajena como lo hizo con Motezuma de Vivaldi? Intervención, reelaboración, re-significación: Plagio descarado, para ser exactos. Utilizar la creación de otros, la ficción de otros, el arte de otros para apropiarse e imponer una supuesta verdad histórica. Qué irritante que esa farsa se presente al nivel de la presidenta de la república. Intuí que eso no podía venir más que del valedor de Máynez en Palacio, Alfonso Suárez del Real (de quien tengo ya una crónica para la celebración de un próximo aniversario), patrocinador con 9 millones de pesos del plagio a Vivaldi en el zócalo en 2019.
Habrá que revisar con atención este otro caso, el de Ortega. Un video fechado el 12 de octubre de 2021 registra cómo, ante la fracción de Morena en la Cámara de Diputados, Máynez presenta “SU” ópera con música de Ortega, tal cual anunciaron en el Zócalo este 28 de febrero de 2025. El “autor” explica a los diputados la “intervención” que realizó y presentó con la Orquesta Juvenil Universitaria Eduardo Mata, y justo en el fragmento de la obertura se anuncia claramente: “Cuauhtemotzin ópera de Samuel Máynez Champion sobre músicas de Aniceto Ortega”. El doctor re-significador, re-elaborador, interventor, justifica que cambió el título de Guatimotzin de Ortega y el Guatemuz que usaba Cortés, por lo que considera el náhuatl correcto y reverencial: Cuauhtemotzin (aparte, ya conocemos su mecanismo creativo: “interviene” libreto, idioma, estructura, estilo, instrumentación y otras cosillas). ¡Pero si se trata de una maldita ópera, carajo, de una ficción o visión original de un artista, no de Historia! Qué engañabobos. ¿Por qué no compone el doctor sus propias obras para establecer su verdad de lo que quiera?
Increíble, como vamos, el campeón (Champion) de la verdad histórica va a resignificar todo el repertorio que tenga que ver con el universo de la historia mexicana, y la música universal toda del mundo mundial también, ¿por qué no?, incluyendo la oriental, la africana y la de los polos; podrá resignificar a Mozart, Beethoven o Wagner, incluso las canciones de Juan Gabriel o, mejor, a Emilia Pérez, de Audiard.
Héctor Palacio en X: @NietzscheAristo