Cuando llueve todavía puedo recordar la sensación de los once años y las hormonas brotando como un subidón intermitente de bochornos. Era una puberta con cierta timidez y un marcado mal humor. Se me subían los colores al rostro con la menor provocación, trataba de ahorrarme largas peleas cuestionando si esto o si lo otro, aunque casi siempre fracasaba.

Un día amaneció nublado y lo que no brotaba del cielo, salía de mis ojos. No podía dejar de llorar. Simplemente estaba profundamente conmovida: no tenía motivos ni tristeza. No había noviecitos, nadie me había hecho nada, no me desvinculé de ninguna amistad inseparable ni estaba enferma. Simplemente lloraba.

Mi abuela, preocupada, telefoneó a quien pudo y volvió a la cama para decirme que tenía “síndrome pre-menstrual”. ¿Me iba a morir de eso? Quién sabe, después de todo, sólo había escuchado esa palabra cada año cuando el Teletón hacía desfilar a pacientes con todo tipo de rehabilitación. Sabía que el “Síndrome de Down” era un padecimiento genético que afectaba en distintos niveles pero que, con educación especial y rehabilitación, se podía tener una vida casi normal.

¿Tendría que ir al Teletón yo también? ¿Qué tipo de Síndrome era el mío? ¿Tenía cura? ¿Me llevarían al hospital? ¿Era un trastorno genético?

Me habría gustado tener más respuestas que dudas. Pero no entendía mucho de lo que pasaba… después de todo, a esa edad yo seguía amaneciendo a las 8am los domingos con Chabelo pidiendo Chocomilk y pancito.

Nadie le llamaba menstruación a la menstruación. Era “su regla”, “sus días”, “su periodo” y cualquier palabra que no le daba vínculo a lo “menstrual” y al “síndrome”.

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Menstruación

El diccionario Instituto Nacional del Cáncer de EE. UU. Dice que syndrome es un conjunto de síntomas o afecciones que se presentan juntos y sugieren la presencia de cierta enfermedad o una mayor probabilidad de padecer de la enfermedad. La Real Academia Española lo define como el conjunto de síntomas característicos de una enfermedad o un estado determinado y la segunda definición es la de un conjunto de signos o fenómenos reveladores de una situación generalmente negativa.

A decir de mi abuela, yo “me estaba convirtiendo en mujer” (como si no hubiese nacido ya con ese sexo). Juzgando por su cara y las de todos en la casa, tal vez yo tenía algo muy contagioso, como la peste. Nadie se acercaba.

Pero crecí. El famoso “síndrome” iba y venía, y yo cada vez me sentía más normal en mi propio cuerpo -vaya reto de adolescencia-. No llegaba el Teletón, ni las malformidades, ni la enfermedad, ni nada. Simplemente llegaba la menstruación. En mi caso, tan natural como imperceptible, a veces. Otras, escandalosa y artística como Vincent Castiglia en su obra estelar.

Tardé más de 10 años en descubrir que NO existe el síndrome pre-menstrual

Menstruación

Menstruar no es una enfermedad, es un proceso fisiológico natural por el que ninguna mujer debería avergonzarse ni sentir culpa. No existen las afecciones por renovar el endometrio de nuestros úteros, existen procesos sensibles y reflexivos. Existe el deseo sexual intenso y no es una enfermedad. Existe el apetito y la inapetencia, el calor y el resfriado, el dolor en los senos y la hipersensibilidad. Existe el sueño y las ganas de no levantarse, existen las mujeres que no sienten nada. Existe el carácter fuerte que no tiene nada que ver con ningún falso síndrome. Existen las mujeres sensibles tanto como los hombres que sienten demasiado. Existen las jaquecas y existen los momentos de descansar. Ninguno de ellos sugiere la presencia de cierta enfermedad o una mayor probabilidad de padecer de la enfermedad.

El síndrome pre menstrual fue descrito por un ginecólogo estadounidense llamado Robert Frank en 1931. Cuando lo hizo, dijo que las mujeres que lo presentaban tenían “torpeza” en vez de usar la palabra “somnolencia”, también lo definió como “síntomas físicos, psíquicos y comportamentales” -psíquicos, como las brujas de Salem, perseguidas y quemadas en la hoguera por ese tipo de habilidades-.

Toda la comunidad científica (compuesta mayormente por hombres) aceptó y acogió el término, con todo y sin cumplir el origen de la palabra griega síndrome que significa “simultaneidad”. Hipócrates lo definía tradicionalmente como un estado patológico asociado a una serie de síntomas simultáneos, que podían ser tres o más.

La utilización del término era provisional en tiempos de Hipócrates, pues se tenía la esperanza de que, confirmada la enfermedad, se le llamaría por su nombre. Es de las palabras más antiguas y claramente, mal utilizadas en el vocabulario médico moderno machista.

Desde aquellos tiempos hasta el siglo XVII, Thomas Sydenham llegó a la conclusión de que síndrome y enfermedad eran sinónimos. Sin embargo, a Robert Frank nadie le explicó que la menstruación no es una enfermedad. Que, si lo fuese, las mujeres viviríamos enfermas los primeros 50 años de nuestras vidas. Pero todas las industrias se lo creyeron, principalmente la industria mal llamada higiénica -porque la menstruación tampoco es sucia-.

Compraron completo el concepto de que menstruar es una enfermedad y lo ampliaron: para ellos, menstruar implica oler mal, ser desagradables, provocar asco y merecer la reclusión en vez de los templos sagrados, las albercas, las escuelas, los parques y la vida, en general. Las industrias son tan misóginas que construyeron una falsa enfermedad y desarrollaron productos para ser artificialmente menos desagradables en su limitada concepción. Tristemente, en 2021, con todo y revolución feminista, cuarta ola y paridad, continuamos normalizando la idea de la enfermedad, comprando jabones vaginales, quedándonos con ganas de sexo rojo y sufriendo una vez al mes, porque así nos han dicho que debe ser. Qué se les acabe el mito y el paradigma ¿Para cuándo una revolución menstrual?

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