En medio de la polémica en torno a las controversiales declaraciones de Alejandro Moreno reveladas por Layda Sansores (aquellos comentarios como “a los periodistas no hay que matarlos a balazos sino de hambre” y las intenciones de Alito de evadir impuestos y lavar dinero) el PRI ha caído -nuevamente- en el descrédito público.

El PRI es el partido nacionalmente ligado con la corrupción. Durante la presidencia de Enrique Peña Nieto salieron a la luz numerosos escándalos relacionados con el actuar de gobernadores impresentables como Javier Duarte en Veracruz, César Duarte en Chihuahua y Tomás Yarrington en Tamaulipas. A ello sumemos los escándalos protagonizados por otros como Humberto Moreira y miembros destacados de la propia administración de Peña, como Luis Videgaray y, desde luego, Emilio Lozoya.

Y aun más, recordemos el lamentable escándalo protagonizado por Enrique Peña Nieto, en aquel tiempo, presidente en funciones, y por su mujer, Angélica Rivera, en torno a la compra de la casa blanca en Bosques de las Lomas. Carmen Aristegui, la nueva Bob Woodward – como fue llamada por algunos medios- dio a conocer que la mansión había sido comprada por Rivera a Grupo Higa, proveedor favorito del gobierno del Estado de México (bajo el gobierno de Peña) y luego, del gobierno federal.

En días recientes, se ha dado a conocer, tras el reportaje conducido por El País, la vida de Peña en Madrid. Plácidamente instalado en una propiedad localizada a las afueras de la capital española, el ex presidente goza de un estilo de vida que, en principio, no correspondería a los ingresos percibidos como funcionario público.

Como bien ha sido señalado por algunos analistas políticos, el PRI podría llegar a los comicios de 2024 habiendo perdido to-das las gubernaturas estatales. Si las elecciones del próximo domingo no resultan favorables para el Revolucionario Institucional, y si el Estado de México da la espalda al partido gobernante en 2023, el PRI se habrá convertido en un despojo de partido político. Habrá sido, pues, la hecatombe para el Revolucionario Institucional. A todo esto, Alito, con sus detestables comentarios, lejos de buscar ayudar al partido que encabeza, parece desear su hundimiento.

El PRI podría ser un partido desahuciado. Aquel gran Revolucionario Institucional, creador de las instituciones del Estado mexicano, el que otorgó gobernabilidad al país tras el caos de la Revolución Mexicana, el aliado de los sindicatos, el que evitó la instalación de una dictadura militar en México, el que combatió a los cristeros, el de la expropiación petrolera y el motor de las políticas neoliberales de los años noventa (sí, todo eso) parece destinado a desaparecer como uno de las principales fuerzas políticas del país. Y encima... las declaraciones de Moreno le han hecho flaco favor.