Y no, no exagero con el encabezado de esta columna. Basta una revisión básica a la historia de la aviación de nuestro país para darnos cuenta que solo estoy confirmando una constante. En México fuimos pioneros tanto en la aviación civil como la militar, tuvimos una importante fábrica de aviones y motores, y destacados diseños de aspas, por mencionar algunos ejemplos; en resumen, en un momento dado tuvimos un futuro muy brillante dentro de la industria aérea.

Sin embargo, nuestros vecinos del norte, vieron en el talento mexicano una gran amenaza y decidieron “cortar por lo sano”, dejándonos durante muchos años como una nación que solamente le hace “manufactura”, pero ahora hasta eso le molesta al actual residente de la Casa Blanca.

Traigo este tema a colación, porque durante la Asamblea General Conmemorativa de la Asociación Sindical de Pilotos Aviadores de México (ASPA), celebrada el lunes pasado, tuve la oportunidad de charlar con varios pilotos, algunos de Compañía Mexicana de Aviación, (la antigua, mi empresa) quienes me proporcionaron una arista más sobre la bajada de vuelo de mí aerolínea.

La historia la he contado muchas veces en este espacio, y trato de resumirla de la mejor manera: en 2004 se toma la determinación de acabar con la Controladora CINTRA que manejaba tanto Aeroméxico como Mexicana, siendo esta última “vendida” por 165 millones de dólares por el gobierno de Vicente Fox a Gastón Azcárraga, dueño de los hoteles de Grupo Posadas.

En 2007 se produce la venta de Aeroméxico a Banamex -vía la Bolsa de Valores- por 245 millones de dólares, banco que por cierto estaba impedido para hacer dicha adquisición al estar en la panza del Instituto para la Protección al Ahorro Bancario (IPAB). Después, en 2009 después de la pandemia de AH1N1, el entonces Secretario de Comunicaciones y Transportes Juan Molinar Horcasitas informó con cinismo a los sindicatos que detentaban los contratos colectivos de los trabajadores de Mexicana y Aeroméxico, que “no había cabida en el mercado aéreo para dos aerolíneas nacionales y que una tenía que desaparecer”.

Las columnas más leídas de hoy

Con ese turbio panorama transitamos al 2010, año en que las autoridades norteamericanas, a través de la Agencia Federal de Aviación de dicho país (FAA, por sus siglas en inglés) degradaron por primera vez la aviación nacional a categoría 2, y después, en agosto, el gobierno federal calderonista ejecutó la bajada de vuelo de Mexicana de Aviación, llevándola a una quiebra ficticia.

Pero ¿por qué podemos afirmar que detrás de esta quiebra fraudulenta estuvo la mano del gobierno norteamericano? Esa es la arista que yo no había contemplado del todo y a la que no le había dado la importancia que tiene, pero que abordaré en este espacio.

Lo traigo a colación, porque podemos ligarlo con lo que actualmente está pasando con el trato de los Estados Unidos al gobierno de México; nada en este mundo es casualidad, y más bien existe una razón detrás del acoso a la aviación mexicana.

Me remonto a 2008, en aquel año Estados Unidos sufre una terrible crisis derivada del estallamiento de la burbuja inmobiliaria; si bien la aviación se venía recuperando de la caída que sufrió después del 11 de septiembre de 2001, este nuevo golpe económico afectó a la aerolínea más grande de dicha nación: American Airlines.

Dicha aerolínea tuvo que reducir el número de su plantilla de trabajadores, así como recortar rutas y frecuencias, y cerrar la base que tenía en Kansas City así como el taller de mantenimiento. Se vio en medio de un escándalo por la falta de mantenimiento a sus equipos MD-80, por lo que tuvo que cancelar miles de vuelos como consecuencia de las inspecciones que realizó la FAA, donde descubrió que no se estaban cumpliendo las normas de seguridad.

En 2010 intentó vender su filial “American Eagle”, pero no lo concretó y hasta el día de hoy mantiene su aerolínea regional. Curiosamente, tras la salida del mercado de Mexicana de Aviación, American Airlines anunció “el mayor pedido de aviones de la historia”; en su plan de renovar su flota solicitó a Boeing y a Airbus un total de 460 equipos, modelos B737NG y A320, que se irían entregando paulatinamente entre 2013 y 2022.

Pero poco después de ese anuncio American Airlines se acogió al Capítulo 11 de la Ley de Quiebras de su país, por lo que tuvo que retirar varias aeronaves de la operación, así como recortar más de 11 mil empleos. Finalmente logró salir de su bancarrota, pero debemos tener en cuenta que todo esto ocurrió mientras en nuestro país se daba la bajada de vuelo de Mexicana de Aviación.

Sabemos que la famosa “degradación a categoría 2”, por parte de los Estados Unidos, en los hechos ha servido para que su aviación se recupere, y la de 2010 no fue la excepción. Esa degradación que sufrimos impidió que las aerolíneas mexicanas abrieran nuevas rutas desde México hacía los Estados Unidos y de regreso. La medida permitió recuperarse a la aviación completita del vecino, porque aunque solo expuse el caso de American Airlines, también se beneficiaron Delta y United; tan solo esta última en 2009 había despedido a más de 2 mil pilotos.

Así que sacar a un competidor del mercado y atar de manos a la aviación mexicana, le venía “de perlas” a la aviación estadounidense para recuperarse de las crisis que estaban afrontando.

Y hasta aquí podríamos decir que es “mera coincidencia”, pero cuando uno ve que la historia se repite la desconfianza es inevitable. Si bien es cierto las aerolíneas gringas se pudieron recuperar rápidamente de la crisis de la “burbuja inmobiliaria”, fue totalmente distinto con la pandemia de Covid.

De nueva cuenta, en 2019 tuvimos una crisis sanitaria afectando la aviación, y otra vez la FAA nos degrada, y nos tardamos dos años en recuperar la categoría 1. De verdad, si yo no hubiese sido tripulante de cabina, y vivido en carne propia la bajada de vuelo de mí aerolínea, creería que se trató de una “fatídica coincidencia”.

Pero no, una vez más el gobierno norteamericano impidió a la aviación mexicana sacar rutas desde México hacia los Estados Unidos, porque -debido a la pandemia- varias aerolíneas tuvieron que sortear el fantasma del “Chapter 11”.

Esta es la nueva arista, en la salida de Mexicana de Aviación no nada más estuvo involucrado el gobierno de Felipe Calderón, sino también el gobierno norteamericano de Barak Obama, que tuvo que hacerle frente al desastre que le dejó la administración de baby Bush.

Obama aprovechó en contexto y no permitió la caída de su industria aérea, que estaba atravesando una severa crisis. Lo mismo hizo Trump durante la pandemia de Covid 19, y hoy -una vez más- en su segundo periodo vuelve a aplicar la misma estrategia.

Por eso no resulta extraño que su Departamento de Transporte se queje amargamente de la mudanza de operaciones del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM) al Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA), y aunque en los hechos, los datos arrojan que las aerolíneas de carga están contentas con el cambio y que han crecido, para el país del “American way of life”, el panorama no es sencillo dado el desastre que tiene la administración de Trump en materia de aviación, y queda claro que ya no saben cómo arreglarla.

Nada más como dato cultural: el 3 de julio se dio a conocer la pretensión de Donald J. Trump de recortar a la mitad el subsidio que reciben más de 180 aeropuertos en zonas rurales del vecino país, los cuales garantizan el servicio aéreo comercial. En 1970 el Congreso norteamericano creó el Servicio Aéreo Esencial (EAS, por sus siglas en inglés), que subsidia tanto aeropuertos como aerolíneas, sobre todo regionales cuyas rutas no son rentables para las grandes líneas aéreas comerciales.

La finalidad es tener a la nación conectada vía aérea, para el traslado más rápido de pasajeros, pero evidentemente también de los bienes de consumo que van en la zona de carga de las aeronaves. Retirar el subsidio es un duro golpe a su propia aviación y ha resultado en números negativos para el Secretario de Transporte, Sean P. Duffy, que la única manera que encuentra para salir del atolladero, es utilizar como pretexto el “incumplimiento” de un acuerdo bilateral entre ellos y México para desviar la atención de sus malos manejos.

Esto por supuesto, para impedir el crecimiento de la aviación mexicana, pero sobre todo el tufo de dejar bien claro “quién manda”. Tres eventos en los últimos años dejan bien claro lo anteriormente narrado: la bajada de Mexicana y la degradación a categoría 2 en ese mismo año de 2010; la segunda degradación en plena salida de la pandemia de Covid 19 en 2021; y ahora con la amenaza del incumplimiento a los acuerdos bilaterales, mientras amaga con destruir la alianza entre Delta y Aeroméxico.

El berrinche y desesperación les impide ver que al final, el más afectado será Delta, quien gracias a la alianza que mantiene con el caballero águila están llevando pasajeros a destinos que “ruegan” por turistas. Viajeros potenciales a los que ha espantado la administración de Trump; no es especulación, es algo que se puede comprobar, pues no ha sido gratuita la promoción en nuestro país de destinos como Los Ángeles, Filadelfia, Boston, por mencionar algunos. Y ustedes ¿qué opinan al respecto? Los leo en los comentarios.